
Ese héroe no es más que un provocador. El día previo dijo que para él era un partido normal. Después de ganar, ese "partido normal" se había convertido en "el día más importante de mi vida como técnico" y su "logro más bello". No cabe preguntarse cuándo estaba mintiendo, ¿para qué? En su afán de provocar, seguramente mentiría en las dos ocasiones. Mourinho vaciló a la gente que estaba en la grada en varios momentos del partido y culminó su obra provocadora con el pitido final, corriendo como un poseso por todo el césped del Camp Nou. Dice que para celebrarlo con la gente del Inter. Ya. Seguro. He estado a puntito de creérmelo, sí.
Mourinho no supo ganar. Es el mejor en eso, en ese arte tan triste de no saber ganar, de reírse del que pierde. Siempre lo ha sido, no va a cambiar ahora. Aunque ganó, no supo ganar ni con lo puesto sobre el campo ni con su actitud antes, durante y después del partido. Tampoco supieron ganar los jugadores del Inter que, en su fiesta, hicieron algunos destrozos en el vestuario que ocuparon en el Camp Nou. Tampoco supieron ganar ese madridistas que se fueron de fiesta a la Cibeles (igual que los que, en otras ocasiones análogas a ésta pero con los colores de otro equipo, se fueron a Canaletas), ni los indocumentados que boicotearon la señal de Telemadrid para que no se pudiera ver el partido en buena parte de Madrid.
Pero también los hubo que no supieron perder. Los del Barcelona que decidieron impedir que los jugadores del Inter celebraran su triunfo conectando los aspersores de agua nada más finalizar el partido. El Barcelona tampoco supo perder desde el punto de vista más futbolístico. Lo intentaron, se dejaron la vida y no hay nada que reprocharles. Pero a un equipo tan sobresaliente lo que hay que pedirlo es precisamente eso, que hagan algo más. Que hagan que el fútbol gane. Que las estrellas brillen. Que los goles manden. No lo consiguieron. Y ese es el fracaso de anoche. No perder, no, pero sí la forma de perder. No pusieron fútbol para responder al fútbol. Sólo corazón. Y cuando el antifútbol es tan poderoso, el corazón casi nunca basta por sí solo.
El arbitraje también entra en este apartado negro. La eliminatoria, al final, la decidió la catastrófica actuación arbitral del partido de ida, con dos goles del Inter ilegales y dos posibles penaltis (para mí, uno claro y otro dudoso). En la vuelta, el colegiado expulsó a Motta (uno de esos jugadores que podrían estar todos los días expulsados). Busquets fingió pero hay golpe y la amarilla es justa. Otra para Busquets no hubiera estado mal. Pero es triste responder a una táctica deliberada de pérdida de tiempo avisando al portero de que está dispuesto a expulsarlo, cuando todos sabemos que no es verdad, que nadie tiene el valor de cumplir así el reglamento, descontando sólo cuatro minutos y privando al Barcelona de una de sus últimas ocasiones por una mano que no existía.
¿Y la prensa...? Para qué voy a hablar de la prensa, esa que monta escándalos arbitrales sólo cuando perjudican a los suyos o que limitan el análisis futbolístico al resultado... No creo que la UEFA o la FIFA utilicen el vídeo de anoche para aficionar a nadie al fútbol. Es más, yo diría que es de esos partidos que, o eres del Inter y estás contento por el triunfo o te parece el espectáculo más deplorable que se puede ver en un recinto deportivo. Si tuviera cerca a algún niño que haya visto el partido, le diría que eso no es fútbol. ¿Qué es el fútbol entonces? Muchas cosas, todas alejadas de lo de ayer. Una de esas cosas que sí es fútbol la leí el pasado lunes en una entrevista. Satrústegui. El delantero de aquella Real Sociedad campeona de los años 80. Qué grande era. Lo cuenta él mejor de lo que lo lo podría contar yo.
"Partido aquí, en Atocha, contra el Granada. Un tal Castellanos, al principio del segundo tiempo, le metió la plancha en la espinilla a Gaztelu. En aquellos tiempos, ni espinilleras ni nada. Le destrozó la media, había sangre por todas partes y se le veía el hueso. No sé si era la tibia o el peroné, pero allá se veía el hueso. Salió Juan Mari Anza, el masajista, y pidió el cambio. Yo no me olvidaré en la vida, se me pone la carne de gallina al recordarlo, cuando Gaztelu le agarró desde el suelo: 'átame eso que sigo'. Y Juan Mari allí, atándole la pierna con una venda como pudo para pararle toda la sangre. Al terminar el partido, tuvieron que sacar a Gaztelu en camilla para coserle. Yo no volví a ver algo así nunca en un campo. Como para rajarte tú después de eso".
Eso sí es fútbol. Lo de ayer fue todo lo que detesto del fútbol.