jueves, septiembre 29, 2011

La nómina de Esperanza Aguirre y todo lo que va mal

Tengo que darle las gracias a Esperanza Aguirre y a su nómina. Sí, como lo leéis. A Esperanza Aguirre y a su nómina. Sí, soy yo, el mismo que desde siempre se ha mostrado tan crítico con la presidenta de la Comunidad de Madrid por tantas cuestiones. Pero al César lo que es del César, a la lideresa lo que es de la lideresa, y es que Esperanza Aguirre y su nómina, así como quien no quiere la cosa, me acaban de demostrar todo lo que no funciona en la política y en el periodismo de este excelso país que es España. Pero todo. Qué anécdota tan completa para reflexionar sobre el país en el que vivimos. Veréis. La cosa empieza hace un año, cuando Aguirre anuncia que se va a bajar el sueldo. A ella misma y a todos sus consejeros. Estamos en crisis y hay que ahorrar, dice. Esto, por supuesto, lo anuncia a bombo y platillo, como está mandado. Pasa el tiempo, y diputados y senadores hacen público su patrimonio, incluyendo sus salarios, como medida de transparencia, en unos días en que la política y los políticos se ven asediados por acusaciones precisamente de falta de transparencia. La noticia es quien gana más, quién tiene más dinero. Lo de siempre.

Pero alguien piensa que puede tener una noticia de verdad, no un chascarrillo de corto recorrido. Como hay senadores que son diputados autonómicos al mismo tiempo, El País contrasta el sueldo que declara Francisco Granados y no coincide con lo que anunció Esperanza Aguirre. Según los datos por el lado del Senado gana más que por las cifras de la Comunidad de Madrid. Se investiga y se encuentra otra partida de la que cobran los dirigentes madrileños. No está en su nómina. Pero es legal. Al día siguiente de publicarse esta información, sale Esperanza Aguirre y muestra en público su nómina como respuesta a esa noticia. El País mantiene su versión pese a la escenografía de la presidenta de la Comunidad de Madrid, la mayoría de los medios asume como cierta sin más preámbulos la explicación de la dirigente política. Y así llegamos al día de hoy, en este momento de la noche, y después de haber leído unas cuantas noticias sobre el tema. ¿Conclusión? No me he enterado de nada. Así de triste. No sé si Esperanza Aguirre gana ahora más o menos que antes de bajarse el sueldo. No sé si me ha tomado el pelo en público o si dice la verdad. No lo sé. No tengo ni idea. Sólo sé que me queda plenamente demostrado todo lo que va mal en este país.

Va mal que un político presuma en una rueda de prensa de algo que el ciudadano no sabe si es verdad, salvo que realice una ingente labor de investigación. Va mal que los propios políticos articulen formas truculentas para sacar tajada y que lo hagan de forma legal, por muy poco ético que sí sea. Va mal que los periodistas hayamos quedado como simples grabadoras, que repitamos como loros lo que dicen los políticos, olvidando las imprescindibles tareas de contrastar y de valorar la importancia de lo que dicen. Va mal que un político pueda tener la desfachatez de engañar a la gente en público. Va mal que, incluso aportando datos, un lector medio tenga que hacer un máster para entender lo que dice una información periodística. Va mal que en las ruedas de prensa no haya periodistas que repliquen a un político cuando tienen el absoluto convencimiento de que está diciendo una mentira. Va mal que un medio de comunicación omita una verdad por el hecho de que la haya publicado otro medio de comunicación. Va mal que las noticias tengan la misma y escasa importancia que las anécdotas. Va mal los medios busquen las noticias en función del daño que pueden hacer a su protagonista únicamente en función de las siglas políticas que representa. Va mal que, habiendo o sin haber noticias sobre este asunto, los ciudadanos no puedan saber cuánto cobran sus representantes electos. La política va mal. El periodismo va mal.

Todo eso lo he comprobado con Esperanza Aguirre y su nómina. Qué cosas.

martes, septiembre 27, 2011

Escándalo en RTVE. ¿Y por qué tanto escándalo...?

Días convulsos en torno a RTVE. El escándalo que se ha montado en torno a la pretensión de los miembros del Consejo de Administración del Ente Público de garantizarse la posibilidad del acceso y control previo de la información está más que justificado. Nunca se aclarará este asunto del todo, de eso estoy convencido, porque nadie se ha hecho responsable. Ni los consejeros, que se retractaron, dejando el asunto en una polémica de las que pronto se olvidan. Ni el PP, que negó todo conocimiento del hecho a pesar del voto todos a uno de sus designados en favor de la iniciativa que presentaron. Ni el resto de los partidos y sindicatos cuyos miembros decidieron abstenerse en la primera votación de este asunto. Nadie sabe nada, nadie dice nada. Casi nadie dimite, porque sí hay un consejero que ha decidido marcharse, el designado por parte de CC OO (qué fina ironía tiene la historia reciente de la la manipulación informativa en RTVE; estoy seguro de que Alfredo Urdaci estaría de acuerdo conmigo viendo que esta sigla es la única de la que se ha hablado tras el escándalo).

El caso es que hay alguna cuestión que no se ha tocado demasiado con respecto a este asunto. Sí ha habido muchas respuestas dignas. Todo el mundo, desde la política y desde el periodismo, se ha posicionado en contra de la censura. Todo el mundo ha pedido cerrar la puerta que se abría con esta decisión afortunadamente no consumada por la marcha atrás de sus autores. ¿Pero entonces por qué votaron a favor de la iniciativa los consejeros del PP (los que la presentaron) y el de CiU? ¿Por qué se abstuvieron los de PSOE, ERC y CC OO? No puede ser considerado sólo como un error y aquí paz y después gloria. La idea tenía una razón de ser ¿Cuál? Que la digan. Porque no me termino de creer que tuviera un buen fin y que, ingenuamente, no tuvieran en cuenta la posibilidad de que se desatara semejante escándalo. Y ya que estamos. ¿Por qué no se destaca como merece y ya parece haberse olvidado de dónde salió la propuesta? De los consejeros del PP. Con el PP en el Gobierno, los Informativos de TVE, los de Alfredo Urdaci (¿veis lo que decía de la ironía?) recibieron su primera y única condena por manipulación. Unamos cabos. Que igual es verdad eso que dicen de que las coincidencias no existen.

Pero dicho esto, tengo que reconocer que me ha causado cierto estupor el escándalo que se ha montado. Vale que RTVE es el único medio que hoy en día se puede considerar medianamente neutro (a pesar de lo que diga, oh, sorpresa, precisamente el PP), ¿pero acaso no estamos acostumbrados a burdos y probados ejemplos de manipulación informativa? ¿No hemos visto ejemplos sobrados de censura política previa como la que podría haberse producido en RTVE con esta puerta abierta? Telemadrid ha montado vídeos de actos públicos de Esperanza Aguirre para hacer como que las protestas y abucheos no existieran. Canal 9 jamás informó del caso Gürtel. Son sólo dos ejemplos de los muchísimos que se producen día tras día, especialmente en los medios públicos, concretamente en los autonómicos. Es lo mismo que podría suceder en RTVE de haberse aprobado esta medida. Exactamente lo mismo. Y todo lo anterior se pasa por alto. Bueno, no es que se pase por alto, es que nos rasgamos las vestiduras de vez en cuando durante cinto minutos y luego continuamos hasta la siguiente polémica. Y es aburrido estar así, la verdad.

Si hablamos de libertad e independencia, RTVE ha sufrido una inmensa mejora desde que el PSOE llegó al poder en 2004. Creo que eso es bastante innegable, y no tiene nada que ver con una visión política del asunto. Aunque el que se hace hoy en día en todas partes, también en RTVE, no sea el tipo de periodismo en el que creo, ahora los tiempos están repartidos con más justicia. No existe el ataque gratuito al contrario que había antes. Temo por lo que pueda quedar de todo esto a partir de las elecciones del 20-N, porque una mayoría absoluta, un nombramiento imposible de contestar desde la minoría parlamentaria, y el regreso de actitudes que nunca desaparecerán, sólo cambiarán de ámbito de poder, podría llevarse por delante el trabajo de años. Habrá que estar atentos a los bailes de nombres que, no me cabe la menor duda, vamos a ver ya desde el tramo final de este 2011. Muy atentos.

miércoles, septiembre 21, 2011

Política y merchandising

Olvidémonos por un momento de las siglas electorales, de las marcas publicitarias y de las ideologías de cada uno. Olvidémonos de todas esas cosas porque, de lo contrario, la pregunta que me ronda la cabeza perderá todo sentido y encontrará respuestas tan apasionadas como inservibles. ¿Olvidado? Perfecto. Pues allá va la duda que me corroe: ¿cómo es posible que un tipo que está a punto de ser presidente del Gobierno presente un libro con sus memorias? La respuesta es sencilla, ya lo sé. El libro es propaganda electoral, un producto de merchandising. Y bien por Mariano Rajoy y por Planeta, que ganarán dinero por lo que seguro que se aproxima más a un programa electoral contado con chascarillos y anécdotas de la vida de un candidato que a un libro de memorias con lo más importante de una vida. Y no estoy minusvalorando la figura de Rajoy, no (recordad, nos hemos olvidado de muchas cosas antes de empezar esta conversación). Ni siquiera su experiencia en diferentes cargos gubernamentales. Simplemente es que Rajoy, como persona pública, jamás va a ocupar un puesto más importante que el de presidente del Gobierno. Y eso no forma parte del libro porque hasta el 20-N no va a poder presumir de ello.

Hace algunos años, en 2002, leí con muchísimo interés una colección de cuatro libros que editó El Mundo para celebrar el 25 aniversario de la democracia, con el relato y las entrevistas que Victoria Prego hizo a los cuatro presidentes del Gobierno que, hasta entonces, habían pasado por La Moncloa. Olvidado todo lo que decía al principio, los cuatro libros tenían un gran interés, porque eran un repaso de la historia más reciente de España. Había consideraciones generales, había ideas políticas, había argumentos a favor de las decisiones tomadas ejerciendo el poder que da ser el jefe del Ejecutivo. Incluso el de Aznar tenía interés en ese sentido, porque acumulaba ya más de una legislatura completa como presidente, aunque con el final que tuvo el libro quede incompleto. Si saliera ahora un libro sobre Zapatero, tendría ese mismo atractivo. ¿Pero qué interés intelectual o político se puede tener en leer unas memorias de alguien que en breve va a ejercer la posición más influyente, poderosa e importante de su vida? Es como leer la biografía de un cantante de 20 años. De un futbolista de 18. De un actor de 32. Productos de merchandising. ¿Eso es la política ya para nosotros? ¿Simple merchandising? Preguntas retóricas de muy fácil contestación. Y luego nos asombramos del desapego a la política y a los políticos.

viernes, septiembre 16, 2011

Policías

Anonymous ha publicado en Internet datos de 30 agentes de policías adscritos al servicio de escolta de Presidencia del Gobierno, con el evidente riesgo que supone para su vida y para su profesión que se pueda conocer su identidad. Los enfrentamientos en que acabaron algunas manifestaciones del 15-M provocaron numerosas y contundentes críticas hacia la Policía. Se hablaba de brutalidad policial y de actuaciones desmedidas, se evocaba a los grises (me vais a disculpar la interrupción asombrada, pero ¡como si la actual situación política tuviera que ver con aquella!) e incluso, en las opiniones más extremistas, a regímenes totalitarios y fascistas. Hace unas cuantas fechas recuerdo que en el barrio madrileño de Lavapiés también hubo enfrentamientos con la Policía, en los que llegaron a pedir (en serio) que se marcharan del barrio. Seguro que me estoy dejando muchos ejemplos, pero creo que estos son suficientes para dejar clara la animadversión creciente que mucha gente tiene hacia la Policía. Y es algo que no sólo me llama la atención, sino que también me preocupa.

No seré yo quien niegue las acusaciones concretas que puedan hacerse. Pero sí me voy a atrever a negar la mayor y a rechazar el tópico. Da la sensación de que mucha gente se queda la mar de contenta apostando por la generalización, presumiendo de que cuando ve un policía cruza de acera por si acaso, difundiendo que la culpa de todo enfrentamiento con las fuerzas de seguridad es sólo por su culpa, entendiendo los comportamientos negligentes de uno, dos o cuantos policías sean a todo un cuerpo, a toda una profesión. Me llama la atención, sí. ¿Sabéis por qué? Porque los policías son personas. Como yo. Como tú que estás leyendo estas líneas. Y los hay que son unos auténticos cafres y los hay que derrochan profesionalidad y buena educación. Como en mi profesión. Como en la tuya. Funcionarios, periodistas, médicos, informáticos, telefonistas, barrenderos, mecánicos... En todas partes hay grandes trabajadores y grandes impresentables. Es evidente que un policía tiene un poder que no tienen otros profesionales. ¿Pero no se puede pensar eso de los médicos? ¿O de los jueces? ¿O de cualquier otra profesión que tenga nuestras vidas o nuestros derechos sobre la mesa?

¿Por qué parece que a algunos colectivos les interesa tanto difundir una imagen tan negativa de la Policía? O, quizá, habría que decir en algunos momentos. Quiero decir que todos nos alegramos de que la Policía esté de nuestro lado cuando nos toca vivir una tragedia en nuestras vidas con un delito de fondo. Ante un asesinato, un robo, una violación o lo que sea. Ahí sí nos quejamos de que no hay suficiente policía. También les felicitamos ante cualquier operación antiterrorista o cuando nos enteramos de que los delitos bajaron un 6 por ciento en 2010. Pero qué bien parece venir un policía cuando hay que buscar un malo, un chivo expiatorio, un argumento con el que reforzar nuestras posiciones, sean las que sean. Habrá un policía concreto que sea un cabrón. Ese que da palos en las manifestaciones sin justificación alguna y que lo disfruta. Uno. Dos. Los que sean. Pero no son todos. Habrá un mando policial que sea un cafre y dé ordenes abusivas. O dos. O los que queráis. ¿Todos? Lo dudo. Pero parece que generalizar no importa cuando uno le viene bien esa generalización.

¿Cómo os sentaría a vosotros que se generalizara de forma despectiva e insultante hacia todos los que formáis parte de una profesión? A mí no me gustan las generalizaciones. Nunca me han gustado. En el caso de la Policía, reconozco que me parece una generalización preocupante. Igual vuelvo a ser un facha por decirlo. Pero es que los policías son también personas. Conozco a algunos. Y, qué queréis que os diga, son gente fabulosa. No son de los que irían por ahí dando porrazos a chavales inocentes sólo porque les apetezca. De hecho, me han contado cosas muy diferentes a las que más difusión han obtenido por la red. Cosas que contradicen esa visión fascista y violenta de lo que siguen siendo los cuerpos de seguridad del Estado. Me viene a la cabeza una imagen, de esas que alumbran esperanza aunque luego no sean para tanto. Cuando Miguel Ángel Blanco estaba secuestrado, recuerdo a agentes de la Ertzaintza quitándose los casos, las máscaras y los pasamontañas. Recuerdo que la gente les abrazaba. Recuerdo que me pareció una de las cosas más bonitas e inspiradoras de aquellos días.

Y ahora la Policía vuelve a ser el malo de la película. Para mí, no. Un policía, vale. La Policía, no. Y me parece preocupante que las masas vean admisibles todo tipo de ataques, algunos delictivos como el de Anonymous, contra quienes se supone que tienen que velar por nuestra seguridad. Preocupante y peligroso.

domingo, septiembre 11, 2011

Me gusta pensar que siguen ahí

No importa cuántos años pasen, y ya van diez. A mí me sigue gustando pensar que están ahí. Que siguen ahí. Que las Torres Gemelas no se cayeron nunca. Las he visto miles de veces en películas y en fotografías. Y siguen ahí. No se han ido. No creo que se vayan nunca de mi cabeza. Me recuerdo viendo cómo caían. No me lo creía, no lo asimilaba, pero lo vi. Han pasado diez años de aquello. Diez. Toda una vida. Muchas vidas. Las que se fueron y las que cambiaron. Pero yo sigo pensando a menudo que están todavía ahí. ¿Cómo puede existir Nueva York sin las Torres Gemelas? ¿Cómo pueden haber dejado las Torres Gemelas Nueva York? No, no pueden. El King Kong de los 70 sigue saltando entre ambos colosos de hierro. Superman sigue sobrevolando esas dos altas cumbres. El Nueva York de Woody Allen o el de Paul Auster está incompleto.

Me gusta, me gusta pensar que siguen ahí. Como esas cosas que a veces salen del camino de una vida, que dejan un rastro de melancolía, las que uno siempre desearía que estuvieran ahí pero que no estarán más. ¿Cómo no van a estar ahí? Miradlas en la foto. Majestuosas. Por encima de las nubes. Como cuando uno sueña con lo inalcanzable.

viernes, septiembre 09, 2011

Principios

En uno de esos arranques de genialidad que llenan páginas y páginas de frases célebres, Groucho Marx dijo en una ocasión: "Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros". Parece una frase cómica, una pincelada del humor irónico y algo cínico del que siempre hacía gala Groucho, el único hermano Marx que de verdad me hacía reír siempre. Pero en realidad no es un chiste. Ojalá lo fuera, pero no lo es. Es una realidad. Una triste realidad. Vivimos en un mundo en el que los principios son de quita y pon. Valen unos y los contrarios. No importa lo alto que se grite una proclama, la vehemencia con la que se acorrale a quien piensa lo contrario, los límites que uno está dispuesto a traspasar en defensa del lema de una pancarta, que el comportamiento de ese mismo sujeto tan aparentemente convencido de lo que hace seguramente irá en contradicción con sus ardientes palabras. Y me da pena. Me da mucha pena. Siempre he creído en los principios, siempre he creído en la palabra. Y siempre defenderé a quien actúa por lo que cree, aunque mi pensamiento sea el contrario. Pero cada vez tienen menos valor porque vivimos en una sociedad que se empeña en despreciar los principios.

No importa con cuanta fuerza pidas que se no se vote a los políticos de turno, que en las siguientes elecciones se batirá el récord de participación. Si proclamas a gritos que hay que cuidar el medio ambiente, lo más probable es que tengas en el garaje de tu casa dos coches y que recicle el vecino porque es un coñazo tener tres cubos de basura en casa. Cuando exiges a alguien que haga su trabajo para no complicarte la vida, seguro que te estás olvidando de todas las veces que tú mismo no has cumplido tu cometido con la eficacia que le exiges a los demás. Es injusto que haya tanto joven sin poder acceder a una casa, pero mi segunda residencia que no me la quite nadie. Racista no soy, pero los moros esos de la calle de al lado podían irse a su país. Soy de derechas, pero me lo callo. Soy de izquierdas, pero reniego de ello. ¿Los bancos? Unos ladrones contra los que está moralmente permitida cualquier acción, pero por supuesto que me presten unos cuantos kilos para comprar mi chalecito. Tomemos el espacio público, pero que se callen a partir de las doce de la noche que tengo que dormir. ¡Hay que acabar con los empresarios explotadores! Pero firmo un contrato que no contempla las horas extras por el que percibo poco más de 800 euros a final de mes.

Al final, la conclusión es que no sirve de nada tener principios. La sociedad lo penaliza, los individuos lo castigan. Lo que funciona es no ser competente en el trabajo. No tener ideales que sean acordes con el comportamiento. Decir una cosa pensando en el qué dirán, en la imagen, en lo políticamente correcto y después hacer lo que uno realmente quiera. Mis principios, que queden claros desde el principio. Pero si no gustan, siempre habrá otros con los que uno quede mejor ante otras personas. Qué pena.

jueves, septiembre 01, 2011

Expertos constitucionales

El artículo 135 de la Constitución tiene dos puntos. El primero dice que "el Gobierno habrá de estar autorizado por ley para emitir Deuda Pública o contraer crédito". El segundo añade que "los créditos para satisfacer el pago de intereses y capital de la Deuda Pública del Estado se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de los presupuestos y no podrán ser objeto de enmienda o modificación, mientras se ajusten a las condiciones de la ley de emisión". Que levante la mano quien se haya leído esta artículo antes de que se hablara por primera vez, hace unos días, de la reforma de la Constitución española. Qué demonios, que levante la mano quien se haya leído, completa, la Constitución española. La respuesta parece evidente, y sin embargo hoy todos parecemos expertos constitucionales, hoy todos sabemos qué es lo que se debe y lo que no se debe reformar de la Carta Magna. Hoy todos nos sentimos dueños de esta Constitución a la que normalmente no hacemos ni caso.

No es que me parezcan mal las protestas de estos días, al contrario. No me gusta que la Constitución se reforma a espaldas de la gente. Pero también entiendo que someterla ahora a referéndum nos metería en un callejón sin salida de proporciones épicas, puesto que estoy convencido de que una votación depararía resultados más catastróficos que los que vivió en su momento el referéndum sobre la Constitución Europea (que en España no fueron malos del todo, pero que en otros países acabaron por arruinar el invento). Es decir, que presumo que, o bien habría más votos en contra que a favor, o bien la participación sería bajísima. O incluso las dos cosas a la vez. No creo que el procedimiento de urgencia que han pactado PSOE y PP tenga otro objetivo que no sea el de evitar este resultado, cuyas consecuencias serían absolutamente imprevisibles. Desconozco si la reforma tendrá efectos positivos, pues, como tantas veces he dicho, la economía no es mi punto fuerte. Sí tengo claro que no me gusta que los partidos políticos jueguen sin dejar que la gente se pronuncie (al fin y al cabo, eso es uno de los motivos por los que nació la protesta del 15-M), pero entiendo que ahora se muevan como lo están haciendo.

En realidad, comparto la reivindicación de fondo que se escucha en la calle, pero no creo que sea el momento. Es decir, la Constitución necesita una revisión más a fondo que la modificación de su artículo 135. La Carta Magna se escribió hace más de 30 años, en una España que poco tenía que ver con la actual, en el marco social y en el panorama político. Yo apostaría por una reforma mucho más amplia de la Constitución, una que saliera de un proceso de estudio y reflexión largo y profundo. Sin crispaciones ni partidismos, con sosiego y calma. No me importaría que llevara toda una legislatura decidir, con las aportaciones de todos los sectores sociales, qué merece la pena reformar. Pero con los pies en el suelo. No me gustaría ver que ese debate se llenara de preciosas ideas utópicas que, en el mejor de los casos, retrasaran o aligeraran la trascendencia de ese debate. Si la reforma completa fuera la intención final, a mí no me molestaría lo más mínimo este cambio actual sin acudir al referéndum. Pero el problema es que no será así. Y es así donde me surgen las dudas. No sé si este cambio es bueno o malo. Y quiero votar mi Constitución. Pero completa. No sólo esto.

Quizá ese debate, si se produjera, nos convirtiera a todos en expertos constitucionales. Y eso, seguro, convertiría muchas de las protestas actuales en interés sincero y legítimo por el modelo de Estado que tenemos. Quizá así podríamos separar las ideas políticas de las ensoñaciones irrealizables. Quizá así seríamos capaces de ver si hay políticos con sentido de estado en este país. Quizá.