domingo, junio 26, 2011

Presunto

"Se dice de aquel de aquel a quien se considera posible autor de un delito antes de ser juzgado". Eso es lo que significa "presunto" según el Diccionario de la Real Academia. ¿Y sabéis qué? Detesto la palabra presunto. La detesto. Cada día más. Así como hace pocas fechas, para celebrar el Día del Español, se escogió "Querétaro" como la palabra más bonita de este riquísimo idioma que compartimos tantos millones de españoles, habría que nombrar otra como la más detestable. Sería lo justo, ¿no? Yo tengo claro que votaría por "presunto". Y la culpa no es suya, pobrecita palabra, a la que no quiero ofender (¿tendría que haber dicho que me parece una palabra presuntamente detestable...?). La culpa es de que tanta gente, tanto profesional de la información y de la comunicación la use en tantas frases de forma equivocada, reiterativa o absurda. Y es que la Policía no te detiene por un presunto delito, sino que lo hace por un delito que digo yo que ya decidirá el juez si has cometido o no. No hay obligación de meter presunto en toda frase en la que se hable de delitos. Se puede usar un condicional, se puede aludir a la versión de otro implicado. Hay miles de formas de eludir el uso de "presunto". Pero no. Es imposible.

Llegará un momento en el que a nadie extrañará que se diga que han detenido al presunto autor de un presunto delito, que presuntamente será acusado de homicidio, algo que tendrá que decidir un presunto juez si, presuntamente, el juicio se celebra cuando corresponde. Presunto, presunto, presunto, presunto. Suena mal. Es que suena mal. ¿Será capaz algún presunto periodista de este presunto país en realizar la presunta información de un presunto suceso sin llegar a utilizar la palabra "presunto"? Porque, presuntamente, se puede hacer. Que, de verdad, os lo garantizo, el español es así de rico. ¿O será un idioma sólo presuntamente rico? Es que ya no lo sé, vaya... Parecemos niños pequeños que ponen "presunto" en la frase para que nadie nos pueda acusar de nada. Si he dicho "presunto", por lo visto todo vale. Dado el nivel intelectual de la televisión española, estoy deseando que alguien en directo acuse a otro de ser "un presunto gilipollas". Porque siendo presunto, está todo solucionado y no hay demanda posible... A mí me da que tanta presunción va a acabar hasta con mis convicciones. Presuntamente, no vaya a ser que alguien me acuse de decir algo que ya no sé si he dicho o no.

domingo, junio 19, 2011

Telemadrid y "el fondo" de la información

El periodismo da cada día más asco. Y lo digo como periodista, que duele más. Ya no hya medio que no manipule, engañarnos con utopías de imparcialidad ya no sirve ni siquiera cuando estás empezando en este mundo. Pero sigo sintiendo que hay clases hasta en esto de la manipulación. La de Telemadrid está en boca de muchos desde hace más tiempo del que me gusta recordar. Y lo que tiene la cadena en manos de Esperanza Aguirre es que siempre ofrece nuevos motivos de queja a aquellos que todavía clamamos por un periodismo digno y veraz, en el que se puedan ofrecer diferentes puntos de vista sin necesidad de engañar a la gente. Y Telemadrid hace daño en su manera de dar información y, lo que es aún peor porque ahonda la brecha manipulativa, en las explicaciones que da sobre sus meteduras de pata. Ha tenido mucha difusión ese curioso desliz que le sirvió al programa El Círculo para desacreditar al movimiento 15-M. ¿Que cómo fue ese desliz? Pues muy sencillo. Querían decir que son violentos a pesar de que en su ideario dicen que son pacifistas. Y como no había fotos de los integrantes de este movimiento con la suficiente violencia explícita, Telemadrid decidió ilustrar su opinión (que no su información) con fotografías tomadas de los disturbios en Grecia. Por supuesto, sin advertirlo. Con un par.

"Pues vean algunas de las instantáneas que podemos ver hoy en el diario El Mundo. Están armados con palos y como ven muy pacifistas, muy pacifistas... Sin palabras, juzguen ustedes mismos", dijo la periodista María López en ese espacio de Telemadrid. El proceso, según se puede asumir desde fuera, es simple.

1. El 15-M dice que es pacifista. Que lo sea o no, es irrelevante en este punto informativo.

2. Telemadrid quiere decir que no lo es. De nuevo, que lo sea o no sigue siendo irrelevante, tanto como los motivos de Telemadrid para expresar esa opinión.

3. Habiendo violencia en algunas de las protestas de este movimiento (o análogos), no hay fotografías que den esa idea con la suficiente claridad. Entra en juego ese glorioso lema de "no dejes que la realidad arruine un buen titular".

4. ¿Solución de Telemadrid? Pues pongo las imágenes de cualquier otro acontecimiento donde si haya una violencia clara e irrefutable y "juzguen ustedes mismos" cuando ya les he dicho yo el signo de ese juicio.

Que sea un simple error parece difícil de asumir cuando Telemadrid es una cadena que hace poco nos deleitaba con esta lindeza que adjunto a continuación, una lindeza que pretendía equiparar al presidente del Gobierno, un señor que por muy despreciable que sea ahora para muchos tiene los votos de once millones de personas y el respaldo de eso que algunos llaman democracia. Entonces lo calificaron como un "recurso perfectamente legítimo" para diferencias las opiniones de unos y otros en aquella pieza.


Pero demos a la gente de Telemadrid que participó en este asunto el beneficio de la duda. Asumamos que fue un error. Aún así, la cosa no mejora mucho. En primer lugar, es un error grave. De esos por los que en condiciones normales tendrían que rodar cabezas. ¿Por qué? Muy sencillo. Lo que diga un periodista en un medio de comunicación tiene que ser algo constrastado. No puede ser que cualquier redactor (o becario) asuma la responsabilidad de que lo que se emite o se publica. No puede ser. Hay gente que sí está ganando mucho dinero con el periodismo y es gente que ocupa cargos directivos. Y en el sueldo les va la responsabilidad, esa que no puede jamás recaer de una forma tan absoluta en personas que no son ni mileuristas. Porque eso es lo que gana un redactor de cualquier medio de comunicación. ¿Ha dimitido alguien por esto? No. ¿Ha cesado la dirección de Telemadrid a alguien por esto? Tampoco. ¿Han dado alguna explicación? Sí, mira, eso sí. Y es ahí donde Telemadrid desmuestra sin ningún género de dudas lo que pretende en estos casos.


Dice la cadena pública madrileña, a través de un portavoz cuyo nombre queda en el anonimato (ni siquiera tenemos a algún dirigente de la cadena que dé la cara públicamente), que se ha producido un "error". Hasta ahí bien. La explicación es escasa, aunque algo es algo. Aunque sean migajas. Pero resulta que ese mismo portavoz dice que las críticas a Telemadrid son "gratuitas" porque "el fondo de lo que se estaba contando se mantiene". Anda, qué cosas. O sea que yo puedo acusar a alguien de lo que quiera, poner fotografías de otro asunto que no tiene nada que ver, engañar a los espectadores diciéndoles o dándoles a entender que esas imágenes corresponden a aquellos a los que quiero desprestigiar y aquí paz y después gloria. Y si les critico por ello, el manipulador soy yo. Evidente. Insisto, con un par. No es sólo el "error", es que encima están convencidos de que el "error", aún reconocido, no les quita en absoluto la razón. Interesante forma de entender el periodismo. Y luego querremos que la gente crea lo que escucha en un informativo o lee en un periódico.

Y un detalle más para acabar. Cuando esto pasa en un medio controlado por la derecha o por el PP, siempre se le quita hierro al asunto. Siempre. Forma parte de la maquinaria de propaganda. Esto no es más que una anecdotilla y ya está. Lo olvidamos pronto. Cuando sucede en un medio de izquierdas o del PSOE, el escándalo está asegurado durante días, semanas o incluso como parte del poso del saber comúnmente aceptado. Así sucedió cuando en TVE se insertó un plano de Rajoy al final de una información sobre las torturas en Abu Ghraib. Así sucedió con el mapa de Euskal Herria que apareció en 59 segundos. Así sucedió con aquel enfrentamiento entre María Dolores de Cospedal y Ana Pastor en Los Desayunos de TVE. Así sucede cada vez que El País publica alguna información que vincula a dirigentes del PP de la Comunidad de Madrid o la Valenciana a los casos Gurtel o Brugal. Así sucede siempre. El PP se lanza a proferir desaforadas y grandilocuentes acusaciones de manipulación en el ente público, se niega a dar entrevistas a quienes no le son afines (Aznar siempre se negó a ser entrevistado por Iñali Gabilondo, Rajoy rechazó dar una entrevista a La Sexta en 2008, víspera de las elecciones generales, cuando sí pasó por el resto de las televisiones). Sigo convencido y no veo indicios de la contrario: la maquinaria de propaganda de la derecha tiene mucha más fuerza. Mucha más.

miércoles, junio 15, 2011

Los límites de la protesta, el fondo de las reivindicaciones

Debo de ser de las pocas personas que le da tanta importancia a la forma como al fondo. Es decir, creo en las ideas, en los proyectos, en las reivindicaciones, en la lucha contra las injusticias. Pero también creo, y es ahí donde me da la sensación de que me muevo en fronteras que para muchos están obsoletas, que deben hacerse de una forma noble y justa. Si la respuesta es tan nefasta como aquello a lo que se responde, la reivindicación no sólo pierde sentido sino que además se gana enemigos. Hoy parece que todos tenemos algo que reivindicar, por utópico o irrealizable que sea, y son muchos los que han decidido hacer sus reivindicaciones en la esfera pública, en la calle y ante los que consideran responsables de esas situaciones de las que se quejan. Hasta ahí todo perfecto. Más o menos. Pero cuando la cosa pasa de ahí, es cuando se generan los problemas. Y comienzan las antipatías. La mía la tienen quienes sólo tienen como modo de reivindicar el insulto y la amenaza. Porque generan miedo. Y no sólo a quienes son objetivos de sus protestas. Con eso, pierden la razón. Su reivindicación se muere en esa espiral de violencia gratuita y descontrolada que uno no sabe bien cómo va a acabar.

Desprecio a quienes hostigan al alcalde de Madrid por las calles en nombre, dicen, de mantener las fietsas del Orgullo Gay tal y como han sido en los últimos años, y les desprecio tanto como a los seguidores de Bildu que silban, insultan y amenazan a concejales del PP o del PSE por las calles de los pueblos vascos. O a quienes toman espacios públicos para sus protestas sin importarles el perjuicio que causen a otros. O a quienes insultan sin medida y amenazan a veces con más armas que la mirada por vestir una camiseta de otro equipo de fútbol. O los que perjudican a millones de viajeros por una huelga sindical. Me dirán algunos que nada tienen que ver estas cuestiones entre sí. Puede que sea verdad. Puede que esté exagerando en mi juicio de valor. Pero para mí forman parte de un todo. Entre todos, entre los que disfrutan con esas tácticas, los que las han permitido y los que las defienden, hemos conseguido que en los más variados aspectos de la vida cualquier excusa sirva para levantar la mano, para lanzar un improperio, para proferir una amenaza (¿que están dispuestos a cumplir?). Hemos llegado al todo vale, porque nos vale cuando el hostigado es el contrario.

No sé por qué, pero me viene a la cabeza el famoso zapatazo que quiso darle un periodista iraquí a George W. Bush. Dada la antipatía que generaba el ya ex presidente norteamericano en todo el mundo, muy pocos criticaron el gesto del agresor. La conclusión es que como Bush es un cabrón se tiene merecido lo que le pase. Y no. Lo siento, pero no. Entonces me sentí de los pocos que censuró aquella acción violenta y ahora me empiezo a sentir un poco igual. Porque este mismo planteamiento es el que aplico a los ahora injuriados y/o agredidos (porque, sí, una agresión no es sólo que te den un puñetazo). No me gusta Gallardón. No comulgo con sus decisiones. Tampoco con su ideología. Pero la forma de colocarme frente a él no es insultarle junto a su casa, y a la vista de su hijo, cuando sale a pasear al perro con su mujer. Menos aún creo que las vías políticas que dice proclamar Bildu pasen por señalar por la calle a un concejal del PP. No creo que pedir una reforma de la Ley Electoral exija la toma por la fuerza y perjudicando a tanta gente de un espacio público tan grande y emblemático como la Puerta del Sol. Y tampoco veo provecho en animar a mi equipo insultando al rival o apedreando a los seguidores que vienen de otras ciudades para ver a sus jugadores.

Hemos llegado a un punto en que a veces conviene callar para no sufrir daño y eso, como firme defensor que soy y siempre seré de la palabra y del debate, me genera una tristeza infinita. Voy por la calle con mi cámara y tengo cuidado de qué puedo fotografíar, no vaya a molestar a alguien que decida responder agresivamente. Voy a un partido de fútbol, y me guardo mucho de vestir la camiseta del equipo de mis amores. Voy a una protesta social, y ya no siento que tenga la posibilidad de elevar una voz discrepante. Si miro a una mujer por la calle, aunque sea por casualidad, tengo la sensación de que su novio/marido/pareja/amante tiene todo el derecho del mundo de partirme la cara en respuesta. Y si escribo en un blog que algo no me gusta, ya me ha granjeado enemigos. Hemos sobrepasado los límites. Ya no respetamos nada. Lo que se nos induce a pensar es que no tiene valor ninguna idea, persona o propuesta que no sea de los nuestros. Y, en consecuencia, al no ser de los nuestros, tenemos todo el derecho del mundo de hostigarle, insultarle, vilipendiarle, perjudicarle. Todo vale. La protesta ya no tiene límites, nos los hemos cargado, lo hemos hecho entre todos. Y, con ese movimiento, el fondo de las reivindicaciones queda en nada mal que nos pese.

sábado, junio 11, 2011

El desafío de Sonia Castedo

Artículo 9.1 de la Constitución: "Los ciudadanos y poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico".

Sonia Castedo, nueva alcaldesa de Alicante: "Lo que las urnas han dicho, no puede modificarse en otros lugares".

El nombre de Sonia Castedo se ha escrito y pronunciado en muchas informaciones relacionadas con el caso Brugal. Con esa frase viene a decirnos que ya es alcaldesa y que los jueces no van a decidir lo contrario, haya o no delitos de por medio. Interesante apreciación de la política la de esta mujer. No acabo de entender cómo es posible que un cargo electo pueda lanzar semejante desafío y que nadie salga para desautorizar esta sentencia. Bueno, sí lo entiendo. Sonia Castedo era la cabeza de lista del PP. A mí no deja de hacerme gracia que la democracia sólo le vale al PP cuando le beneficia. ¿Separación de poderes? Si un juez les investiga a ellos, no. ¿Respeto a los resultados electorales? Si ellos no ganan, no. ¿Acusaciones sin pruebas? En los demás es síntoma de que son mala gente, en ellos de que son defensores de la democracia. ¿Manifestaciones? Sólo las de ellos, que las de los demás son de gente que no es normal, de perroflautas, de rojos peligrosos.

Me asustan frases así. Pero me asusta más que dé igual. Con o sin concentraciones de indignados.

sábado, junio 04, 2011

Du, du-du, dum

Du, du-du, dum, du, du-du-du-du-du-du. Con eso basta. Suenan esas pequeñas notas, mal garabateadas aquí por mi parte siendo alguien que de música sólo sabe lo que le emociona y lo que no, y salto como un resorte. Si cualquier canal está poniendo Cantando bajo la lluvia, lo sé. Siempre, no me preguntéis cómo, aparece la famosa escena que da título a la película en mi televisión aunque yo esté haciendo cualquier otra cosa. Aparece la escena y yo me coloco delante del televisor Matemático. Con una sonrisa en la boca. Por mucho mal humor que arrastre. No sé cuántas veces habré visto ya esa escena, cuántas habrá tarareado la canción, toscamente que las musicales no forman parte de mis habilidades naturales. El otro día fue la última... por ahora. Y ya he perdido la cuenta la de veces que me ha puesto esa sonrisa en la boca. Como toda la película, pero con esa escena basta. Suena y salgo a verla. No falla. ¿Qué tendrá? No lo sé. Supongo que es la magia del cine.

Digo que con esa escena basta, pero no es verdad. Una vez he visto esa escena, tengo que ver otra. Tengo que ver el final. Pero no por el final. No. No por reírme de la humillación del personaje de Jean Hagen. Ni siquiera por seguir riéndome con Donald O'Connor y sus inagotables momentos cómicos. Qué va. Lo que necesito ver es esta cara de Debbie Reynolds. En el cine nunca he visto a una mujer más adorable que ella. En el cine. Las he visto más hermosas, más seductoras, más elegantes, más altas, más rubias. Más lo que queráis. Más adorables, ninguna. Y mira que busco, pero no hay manera de superar esa lágrima que derrama, esa sonrisa que brota a continuación. Será que soy un romántico. O será, otra vez, la magia del cine. En cualquier caso, es algo superior a mí. Me llaman esas notas esas notas para cantar con Gene Kelly (bailar desde luego que no, porque nadie, absolutamente nadie, ha bailado como Gene Kelly) y me conmueven una lágrima, una mirada y una sonrisa. Hasta el punto de que yo también querría cantar bajo la lluvia. Maldita sea que no me gusten los paraguas...