miércoles, febrero 23, 2011

Imposibles e improbables

Soy un firme convencido de que los imposibles existen. No creáis que eso me convierte en alguien pesimista, ni mucho menos. Es decir, que no me planteo que todo sea imposible y, desde luego, no me amparo en esa excusa para justificar un fracaso o no haber conseguido un objetivo. No, no es eso. Simplemente creo que hay cosas que no pueden suceder jamás, bajo ninguna circunstancia. No se dan las condiciones para ello, nada más. Cierto es que a veces el término se usa con cierta ligereza y se utiliza (lo utilizo) para situaciones que no son realmente imposibles. Son difíciles o improbables, pero no imposibles, por mucho que se escape esa peligrosa exclamación proclamando que "¡eso es imposible!". Aún así, sigo creyendo que los imposibles existen. Es más, creo que es absurdo negar su existencia. Queda muy bien en el lema para una marca de prendas deportivas, pero no en la vida real. Porque en la vida real hay imposibles. Seguro que todos tenéis alguno en mente.

Hace algunos años, mantuve una conversación sobre este asunto. Mis interlocutores no compartieron mi punto de vista e incluso acabaron bromeando sobre mí (¿conmigo?) hasta el punto de poner en mi boca un "yo nunca" al referirse a cualquier cosa que no me entusiasma hacer. Por ejemplo, en su momento de auge (y caída de la independencia del ser humano) no me gustó la idea de tener que hacerme con un teléfono móvil y eso se convirtió en "yo nunca voy a tener un teléfono móvil". Que sea imposible que yo me emborrache, porque no me gusta el alcohol, se convirtió en "yo nunca voy a probar el alcohol". Y varios ejemplos más con los que no os voy a aburrir. Pero esas frases hechas con las que me etiquetaban no eran imposibles, no. Eran improbables. O simples recursos de pataleo ante la evidencia de un futuro que no tardaría en venir (sigo sosteniendo que la gente con móvil ya no sabe vivir con la gente sin móvil y en las bodas no me dejan brindar sin alcohol).

El caso es que sigo viendo imposibles en la vida que me rodea. Pero algunos improbables ya no son tan firmes. Y es que no hay nada como encontrar la motivación necesaria para hacer cosas en las que uno no se ve. Más de un improbable me he tenido que comer en las últimas semanas. ¿Y sabéis qué? Lo he disfrutado porque la gente que se ha beneficiado de mi flexibilidad de planteamientos se lo merece. Mucho. Así sienta de maravilla darse cuenta de que algunos improbables pueden ser dulces. Y creo que todavía me quedan unos cuantos improbables por tachar de la lista...

lunes, febrero 14, 2011

A quien corresponda...

... feliz día de San Valentín.


(Las fotos son mías, los mensajes de otros).

viernes, febrero 11, 2011

Dictaduras y otras ligerezas del lenguaje común


"Esos judíos... Siempre sacan más dinero. (...)Trabajé muy duro para ese ascenso y se lo dan a un judío cualquiera. ¡Maldita sea, qué más quieren, si son los dueños de todo! (...) ¿Arabes? ¿Qué diablos es eso? Un negro envuelto en una sábana? (...) Voy a deciros una cosa. No se lo que pasa en este país, pero cada vez es más difícil ganarse la vida. ¿Y sabéis por qué? Os diré por qué. Por culpa de los judíos, por los negros, por los orientales...".

En los límites de la realidad (1983, segmento de John Landis).

Este primer relato de la película que Steven Spielberg produjo basada en la clásica serie de televisión The Twilight Zone se hizo famoso por un accidente durante el rodaje que le costó la vida a tres personajes, incluyendo al actor Vic Morrow, y eso limitó el alcance de lo que realmente contaba. Es la historia de un americano racista y de mal humor porque le han dado un ascenso que esperaba a un judío. Como en el bar en el que se encuentra con dos amigos empieza a demostrar que sufre de incontinencia verbal para expresar sus ideas a los cuatro vientos y esas incluyen ofensas hacia todo el que no es como él, un negro se levanta y le dice que si no se calla habrá problemas. Cuando el tipo sale del bar, ha cruzado los límites de la realidad y se encuentra en medio de la Alemania nazi. Y él es el perseguido por los soldados alemanes. Él es entonces el judio.

Siempre me acuerdo de esta película cuando escucho a alguien que habla con mucha ligereza de dictaduras, nazis, fascistas y terroristas. Cuando me topo con gente que habla con una total despreocupación de cosas que no sabe lo que significan o lo que representan. Soy de una generación que ha vivido siempre en libertad, que no ha padecido guerras o regímenes totalitarios. Que los ha visto sólo en películas o libros de historias. Ese, por desgracia, parece ser un rasgo de quienes idolatran a dictadores caídos o muertos o de quienes utilizan estos términos para referirse a personas que nada tienen que ver con aquello con lo que se les quiere equiparar. Eso se ha visto en algún que otro politiquillo actual, que cree que llamando nazi o terrorista a otro dirigente político está ganando votos. Y a lo mejor es verdad, pero al mismo tiempo está demostrando su estupidez. Por si alguien de verdad no lo sabe, desde 1975 no hay ningún régimen dictatorial en España. Los terroristas son los que matan, coaccionan o extorsionan en nombre de unas pretendidas ideas políticas. Los demás no somos ni defensores de una cosa ni practicantes de la otra. Por mucho que haya gente que se llene la boca con grandes palabras.

Y entonces escucho a un tipo que se llama José Eugenio Arias-Camisón. Es dueño de un restaurante en Marbella. Y el 2 de enero decidió que quería saltarse a la torera la nueva ley anti-tabaco que entraba en vigor ese día. En poco más de un mes, se lo ha pasado bomba dando declaraciones a todos los medios de comunicación que han querido darle cancha y su caso ha saltado a la fama porque había colocado unos carteles en los que anunciaba que, en contra de lo que dicta la ley, en su restaurante sí se puede fumar. Sí, José Eugenio Arias-Camisón es uno de esos tipos que hacen que me acuerde de ese segmento de En los límites de la realidad. Por supuesto, tras más de un mes de incumplimiento reiterado de la ley le han clausurado el local y pesa sobre él una amenaza de multa de 145.000 euros. Parte de su respuesta es ésta: "Esto es un atropello, una dictadura asquerosa que no había ni en los tiempos de Franco. (El Gobierno es) dictatorial, rojo, marxista y terrorista. No pueden hacer lo que quieren, son unos ladrones. Tienen dos caminos, o me matan o me meten en la cárcel".

Veamos. Estamos ante un señor que se salta la ley, pero eso le parece bien. Dice que el Gobierno es "ladrón", "terrorista" y "dictatorial", y decir eso le parece igualmente bien. Compara esos términos con "rojo" y "marxista", y ya no sé si es que eso le parece bien o es simplemente una evidencia de incultura e ignorancia. Y nos ofrece dos alternativas que sí son propias del régimen en el que se cree vivir, eso sí. Lo malo es que, para su decepción, no son las alternativas que le ofrece la vida real. Porque, afortunadamente, la Ley sirve para evitar que tipos con esas ideas nos digan lo que tenemos que hacer. Si uno se salta un texto legal, sea el que sea, hay previstas unas sanciones. Y eso, nada más y nada menos que eso, es lo que le va a pasar a este buen señor. Es curioso que una de las respuestas que anuncia este señor es que, si le obligan, cerrará su local y despedirá a las 16 personas que emplea en estos momentos. Y yo que pensaba que los hosteleros rebeldes estaban preocupados precisamente por sus empleados cuando decían que la ley anti-tabaco iba a menguar su volumen de negocio. Va a ser que no.

A partir de ahí, yo creo que ya va siendo hora de que los medios de comunicación hagan examen de conciencia y dejen de dar voz a gente que lo único que sabe es descalificar, gratuita e injustificadamente, a todo el que no piensa como él. Démosle voz si lo que quiere es defender sus ideas, pero no cuando lo único que sale de su boca es el insulto permanente. Hay muchísimas formas de luchar contra una ley que creemos injusta, y negarse a su cumplimiento con premeditación y publicidad no es una de ellas. Un tipo que se permite el lujo de insultar a todos los que no le respaldan (somos, dice, unos cobardes) o a un gobierno que, le guste o no, ha sido elegido democráticamente, un tipo que viola simplemente porque no le gusta una decisión adoptada por los representantes de la sobernía popular, pierde el derecho a ser escuchado. Y, ya que estamos, podríamos dejar de utilizar términos como "rebelde" para definir a este señor. No es rebelde quien no paga impuestos, quien roba un banco, quien se salta los límites de velocidad o quien le parte la cara al primer tipo que pasa por la calle. Tampoco quien se salta esta ley. ¿O es que hay leyes vinculantes y leyes no vinculantes?

Yo creo que ha llegado el momento de dejar de hablar de este asunto, porque al final da la impresión de que se glorifica a quien busca sus cinco minutos de gloria. Es un hecho que la ley anti-tabaco la cumple la mayoría de la gente. Creo, porque nadie ha informado de lo contrario y todos los sectores profesionales son muy dados a quejarse cuando las cosas les van mal y no cuando se están enriqueciendo, que los miedos de que la hostelería se iba a resentir eran falsos (yo, desde luego, no he visto menos gente en locales en los que hace sólo un par de meses me ahogaba con el humo). Creo que la amplísima mayoría de los fumadores ha entendido la nueva situación y, como hacemos todos en cada ocasión, ha buscado fórmulas para hacer de forma legal lo que realmente quiere hacer, porque el que quiere fumar puede seguir haciéndolo. Y creo que el día que dejemos de hablar de estas cosas con la singularidad que le estamos dando ahora, tipos como José Eugenio Arias-Camisón dejarán de salir en los medios.

miércoles, febrero 02, 2011

Periodistas publicitarios



Otro anuncio más de Sara Carbonero. En esta ocasión es el rostro que da a conocer las bondades del nuevo Ford Focus. Cada vez que veo un anuncio con la cara, el cuerpo, la voz y el nombre de un periodista me asalta el mismo debate. ¿Debe un periodista venderse a una marca comercial? ¿Es lícito que un informador profesional lance mensajes publicitarios y no periodísticos? Sinceramente, creo que no. Quien cobra de una empresa por anunciar un producto o servicio desempeñando al mismo tiempo la profesión de periodista suele negarlo, pero la credibilidad se resiente. Para mí el argumento es simple. Si estás dispuesto a pregonar el mensaje de una marca a cambio de una cantidad de dinero, cruzas una frontera que choca directamente con la información que ofreces a un espectador, a un oyente o a un espectador. En el caso concreto de Sara Carbonero, podría decirse que ni Ford ni Pantene (por citar otro de sus anuncios) entran en su campo profesional (que hoy es la información deportiva), y ahí encontramos una interesante barrera a mi argumento. Sin embargo, ella misma ha dicho en más de una ocasión que sueña con presentar un informativo. ¿Cómo daría entonces una noticia negativa sobre Ford?

Para que el debate no se centre en Sara Carbonero, que demasiado se ha hablado ya sobre ella (y por desgracia se seguirá hablando, con o sin motivo), recordemos que son ya unos cuantos los periodistas que han sucumbido a la magia (y al dinero) de la publicidad. Por ejemplo, Matías Pratas fue la imagen de ING Direct durante muchos años (no es éste el mejor anuncio de los que hizo, pero sí uno para ver qué clase de personaje público sí está llamado a protagonizar campañas publicitarias) y ahora mismo todavía se emite un anuncio de Jazztel con David Cantero como protagonista.





La pregunta que se me ocurre para estos dos casos es la misma. ¿Cómo darían estos periodistas una noticia que afectara a estas empresas? No estoy, por supuesto, acusando de nada a Prats y Cantero, porque desconozco si se han visto en la tesitura de tener que informar sobre ING o Jazztel. Pero sí digo que es una situación compleja. Para ellos y para el espectador. Y todo viene motivado porque no terminamos de entender la responsabilidad que debe de tener el periodista. Hay terrenos en los que no tengo muy claro que sea ético entrar, y creo que el de la publicidad es uno de ellos porque puede provocar conflictos de interés. Evidentemente, es lícito que hagan los anuncios que quieran, que ganen dinero como les venga en gana y que aprovechen su imagen como consideren oportuno. Pero yo no termino de verlo claro. Como tampoco veo con buenos ojos el salto del periodismo a la política y vuelta a empezar de gente como Luis Herrero, porque muchos lo verán (¿con razón?) como un pago al hostigamiento al enemigo político. Creo que hay que saber cuál es el sitio del periodista, no aprovechar la responsabilidad social inherente a la profesión para encontrar acomodo en lugares a los que de otro modo no habría llegado.

Insisto, es totalmente lícito lo que hacen los periodistas que protagonizan anuncios publicitarios. Pero para mí tiene unas inevitables consecuencias que hay que saber asumir, a título personal y también como gremio.