lunes, diciembre 27, 2010

Modelos de periodistas

En unos pocos días, Larry King se ha jubilado e Iñaki Gabilondo ha dicho adiós a CNN+, canal al que apenas le quedan unos días de vida. Las tres noticias me han dejado un poso de melancolía, de una etapa que se cierra, de un periodismo que ya no volverá. A Larry King se le conoce poco por aquí (de eso que se ha librado...), más allá de su característico aspecto. A Gabilondo le conocemos mucho, sobre todo desde que se convirtió en emblema de la Cadena SER, antes de su regreso a la televisión en Cuatro. Por eso, por ese conocimiento del periodista y del entorno que le rodea, no me sorprenden los furibundos arrebatos de felicidad que han sentido algunos sectores conservadores con su marcha de la primera (¿primera?) línea y con el cierre de CNN+. Eso demuestra que el periodismo español, sobre todo el periodismo televisivo, está herido de muerte y que el respeto que tienen los españoles hacia sus medios sólo depende, mayoritariamente, de la afiliación política. Es decir, los de derechas, sea ya lo que sea eso, se han alegrado de que CNN+ muera y Gabilondo desaparezca del panorama audiovisual.

Para mí, CNN+ supone un torrente de buenos recuerdos. De horas pegado al televisor para estar al tanto de los últimos acontecimientos. De ruedas de prensa, manifestaciones, sesiones parlamentarios y otras tantas cosas seguidas a través de una pantalla para poder trasladárselas yo a quien quisiera leer lo que escribía. Por eso, siempre voy a sentir gratitud hacia el trabajo de tantos profesionales que han pasado por esa casa (sí, hasta Letizia Ortiz, sí...). Y supone la desaparición paulatina de una forma de hacer periodismo (olvidáos ya de la ideología quienes queráis entender que estoy defendiendo a un medio de izquierdas) que es la que más respeto: la de primar la información sobre el entretenimiento, el dato sobre el chascarrillo, el periodista sobre el showman. Que Telecinco, con su nuevo poder en Prisa, haya decidido utilizar la frecuencia de CNN+ para un canal 24 horas de Gran Hermano lo dice todo. Sobre la profesión y sobre este país. El periodismo se muere y nadie quiere verlo. Nadie, al menos, con poder suficiente como para cambiar las cosas. O al menos para luchar por una profesión tan noble como la del periodista.

Noble tendría que ser. Pero si estos son modelos de hacer periodismo...









...yo realmente no sé si quiero ser periodista.

jueves, diciembre 23, 2010

Feliz Navidad

Se me ocurren pocas cosas más navideñas que la nieve. Y como todavía no ha nevado, tiro de archivo fotográfico para encontrar algo de ese material blanco tan bonito. Ya sabéis, portáis bien, comed lo que os apetezca, bebed con moderación y tened cuidadito con el coche, que esta nieve tan bonita es también traicionera.

Feliz Navidad para todos.

viernes, diciembre 17, 2010

El oso

Escenario: la Puerta del Sol de Madrid.

Protagonistas: un grupo de unos veinte chavales, aproximadamente de quince o dieciseis años, saliendo de la boca de Metro principal de Sol.

Situación: uno de ellos levanta el brazo, cual Colón señalando América en su descubrimiento.

- "Andá, el oso del Atleti".

Y no le faltaba razón al muchacho, no. Es el oso del Atleti. Del Atleti y nadie más, claro. Y es que a veces me saombra la fuente de conocimiento y la capacidad asociativa que tienen los jóvenes...

viernes, diciembre 10, 2010

Presuntamente


El dopaje es una de esas cosas que jamás me entrarán en la cabeza, por muchas operaciones que se desaten, por mucha gente que se detenga y por muchos mitos que se derrumben. Imagino que cuando eres un deportista de élite y estás tan cerca de la gloria, tiene que ser duro ver que te falta un peldaño para alcanzarla. Imagino. Tengo que imaginarlo, porque es la única forma que tengo de entenderlo. Nadie te obliga a ser deportista en esta vida (tampoco controlador aéreo, por cierto). Y sé que es muy difícil dedicarse al deporte, especialmente a deportes minoritarios que no tienen la gran atención mediática y de las grandes marcas patrocinadoras. Sé que es complicado entregar tus mejores años a la práctica deportiva y rebasar la treintena y darte cuenta de que en realidad no tienes mucha base sobre la que vivir el resto de tu vida. Pero no le encuentro justificación.

Somos muchos los que vemos las hazañas deportivas suspirando por haber estado ahí algún día. Por haber mirado a una grada repleta de gente que trata de inmortalizar con sus cámaras y sus flashes tu momento de gloria. Que te vitorea, que te aplaude. Que incluso te idolatra. No creo que se pueda describir con palabras la sensación que te deja un triunfo deportivo, porque todos, de niños o de adultos, hemos tenido ese partido o esa carrera que no olvidaremos, por mucho que no nos reportara más que un trofeo de latón comprado en la tienda de deportes del barrio o incluso un simple momento de satisfacción personal sin más. No sé si los atletas que se dopan son consciente de cuánta decepción provocan y en cuántas personas diferentes cuando se descubre que no era sólo ese atleta y por sus méritos el que estaba consiguiendo iluminar nuestros sueños. No sé si se arriesgarían a meterse esas drogas en sus cuerpos si pudieran ver las caras desencajadas de quienes una vez celebramos sus triunfos como propios.

Pero para mí hay algo peor que esos deportistas que se dopan para alcanzar la gloria. Para mí es peor quien se enriquece con ese negocio aunque no haya probado jamás una de esas drogas. Quien comercia con esos sueños e ilusiones de la gente. Quien se aprovecha de las debilidades humanas. Quien nos hace pensar que ojalá sea todo un error de las fuerzas de seguridad que les han pillado, que seguro que el juicio acaba demostrando su inocencia.

Ahora estoy hundido. Marta, me has hundido.

Presuntamente.

martes, diciembre 07, 2010

Controladores

Quería ver yo por dónde avanzaba el tema de los controladores antes de dar rienda suelta a mi estado de indignación por lo que sucedió el pasado viernes en toda España. Lo que sucedió, y yo no creo que haya otra forma racional de enfocarlo, es que un grupo profesional decidió saltarse la Ley, faltar a su puesto de trabajo, paralizar España porque ellos creen que lo valen y tienen el poder para hacerlo, aprovecharse de la situación de poder de la que gozan, retar al legítimo Gobierno de un país, poner en tela de juicio el prestigio internacional de ese mismo país, contribuir a la actual situación de crisis económica reventando un puente siempre muy jugoso desde el punto de vista económico, destrozar sueños, ilusiones y aspiraciones de muchas personas que con su billete de avión habían comprado una vía de escape o de solución a sus vidas, provocar pérdidas económicas importantes en muchos sectores y perjudicar a mucha gente que no tiene culpa ni parte en su situación. ¿Hay de verdad algo que pueda justificar esto? Para mí, en absoluto.

Ya no me importa si tienen o no razón en sus reivindicaciones. Es que ni las quiero leer ya. Los propios controladores han calificado lo que hicieron como "una medida extrema y desmedida". Y eso es quedarse muy corto para lo que han hecho. Confío, espero y deseo que esta vez se ponga el límite, se diga "hasta aquí" y se frenen las ansias egoístas de este colectivo, que lleva diez años jugando con la posibilidad de tomar como rehén a cientos de miles de viajeros cada vez que se aproxima un puente o una fecha señalada de vacaciones. Ahora se quejan de que viven en la esclavitud, como si realmente supieran qué es eso. Querer aprovecharse de la grandilocuencia de las palabras (y de los hechos) juega en su contra. La de controlador aéreo no es la única profesión que lleva aparejada una situación de estrés más o menos continuada y esos otros colectivos no adoptan una medida de chantaje como la que vivimos la semana pasada. Porque es eso: chantaje. No busquemos eufemismos, subterfugios o disculpas. Y el chantaje no tiene ninguna justificación. Ir de antihéroe será muy romántico, pero por encima de todo es ilegal. En este caso, además, es inmoral por todo lo que conlleva.

Los controladores aéreos jamás han hecho una huelga convocada por los cauces legales. Jamás. Eso ya dice mucho de la actual situación. Dicen que este conflicto se viene arrastrando desde hace diez años. Y en ese tiempo, negociaciones y responsabilidades al margen, las protestas sólo han tenido como objetivo conseguir espacio en los medios de comunicación y alterar los planes de los ciudadanos normales. Parece que ninguna de estas dos premisas se pueda conseguir sin la otra. Yo ya estoy cansado, harto, de que cualquiera se sienta con el poder de saltarse las leyes por las razones que crea convenientes sin pararse a pensar en las consecuencias que tienen sus acciones. Y de consecuencias va la cosa. Porque muchos tienen ahora que convivir con un daño irreparable. Unas simples vacaciones perdidas (que, insisto, no sólo los controladores tienen estrés), un negocio arruinado por no poder estar en el sitio al que pretendía viajar, un puesto de trabajo perdido por no atender a la llamada de un empresario, una reunión familiar por motivos lúdicos o trágicos que ya nunca se podrá recuperar. Todo eso pasa. Aunque a los controladores no les importe lo más mínimo. Porque, no nos engañemos, no les importa. Sólo ellos importan.

Si están mal en sus puestos de trabajo, y no dudo que tendrán sus razones para estarlo, hay decenas de posibilidades a explotar y explorar antes de atentar contra los planes de los demás. Decenas. Nunca han utilizado alguna de esas. Nunca. Las protestas de los controladores son salvajes e ilegales siempre. Y yo sólo espero que esta vez caiga sobre ellos todo el peso de la reglamentación que conduce su trabajo y de la Ley que rige los actos de todos y cada uno de los ciudadanos. Quiero expedientes administrativos y quiero procesos penales cuando sea necesario. Es excatamente lo que se han buscado con un comportamiento dañino, irresponsable, desproporcionado e ilegal. Todo lo demás es retórica absurda. No importa quién tiene razón o si es necesario que alguien la tenga, porque eso va aparte. Hablar de eso ahora es un juego de despiste, una cortina de humo que cada cual exhibirá para sacar su propio beneficio. Nada más. No saldrá de mi boca ningún reproche al Gobierno. A ningún Gobierno. No me importa cuál o de qué partido es el que le concedió beneficios o cuál intenta limitarlos.

De la huelga salvaje de Metro que vivió Madrid hace un par de meses sólo tuvieron la culpa los conductores de Metro, no el Gobierno de Esperanza Aguirre. De esta salvajada sólo tienen la culpa los controladores, no el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Si mañana deciden ausentarse de su trabajo sin una convoctoria de huelga todos los funcionarios del Ayuntamiento de Cuenca, la culpa no será de su alcalde. Del acto ilegal sólo tiene la culpa quien infringe la Ley. Luego podremos debatir otras cosas y depurar todas las responsabilidades políticas colaterales que se desprendan. Pero me repatea que no tengamos claro quién es el enemigo. Quién se ha saltado la Ley. Quién ha puesto en jaque a España. Yo lo tengo clarísimo: los controladores. Esos que se han levantado de la mesa de negociación unas cuantas veces, esos que pretenden trabajar menos y cobrar más en una situación en la que hay más de cuatro millones de parados y muchas personas que cobran sueldos que apenas les permiten subsistir, esos que siempre recurren a la ilegalidad antes que a convocar una huelga tal y como está contemplada en la Ley.

Por los derechos de uno hay que luchar, pero nunca pisoteando los derechos de los demás. Eso los controladores no lo han aprendido. Por eso, que paguen. Se lo merecen.

sábado, diciembre 04, 2010

Wikileaks y el fracaso del periodismo

Me impacta el fervor periodístico con Wikileaks. No porque esta organización no sea necesaria, que lo es para que el poder no se perpetúe en sí mismo y con sus normas ajenas del desarrollo del resto del mundo. No porque lo que ha divulgado hasta ahora sea importante, que lo es (al menos, en buena medida), a nivel internacional y también a nivel nacional (de muchas naciones). Lo que me impacta es eso, que la prensa lo ha recibido como un fenómeno del que sacar partido en lugar de lo que realmente es, la mayor constatación mundial del fracaso del periodismo. Wikileaks no es periodismo en sentido estricto. Sí, divulga información, pero no la procesa. No la analiza. No la selecciona. O al menos no la selecciona con criterios periódisticos. Wikileaks hace el trabajo de campo, la investigación, la localización de las fuentes. Pero se detiene ahí. Su publicación es masiva y deja en manos de los medios de comunicación tradicionales el resto de las funciones que, tradicionalmente, han ejercido los periodistas.

Y digo que es un fracaso del periodismo porque revela que durante años ha habido periodistas que han aceptado versiones oficiales que ahora se descubren falsas como poco. Porque han hipotecado su prestigio y su profesionalidad por ponerse del lado de dirigientes que en el mejor de los casos les han engañado (y con ellos, a sus miles -¿millones?- de lectores o espectadores, quienes sufren un doble engaño, el de sus dirigentes y el de quienes tienen que controlar al poder). El periodismo hace muchos años que se ha olvidado de lo que significa, de cuál es su labor. Ahora el corresponsal de guerra es el director de un medio de comunicación que viaja con su chaleco antibalas en la delegación de un ministro de Defensa de un país cualquiera. El que se mete entre las zonas de guerra con su cámara y su grabadora (bendita grabadora, antes tenía que ser sólo una libreta), con un conocimiento del idioma o con un traductor local ya es sólo un loco que más que información lo que busca es que lo maten y que hace documentales fantásticos que no mucha gente ve.

La versión oficial es cómoda. Se puede escuchar desde una confortable oficina. Y nada tengo en contra del periodismo de oficina, en realidad me parece tan importante como el de investigación o el de calle. Pero hay periodismo que exige calle. Hay periodismo que exige investigación. Una guerra o la relación entre dos países sólo puede beber de las fuentes. Secretas muchas veces. Trabajadas siempre. Pero no de los comunicados oficiales. No de las versiones institucionales. Nunca con las notas de prensa que uno recibe en su correo electrónico como única o principal fuente de información. Jamás de entrevistas pactadas con preguntas cercenadas. Wikileaks ha venido a demostrar esto con su publicación masiva de informes. El periodismo está aletargado, es sumiso al poder, no tiene ganas, voluntad ni ilusión de colocarse en el lugar que le corresponde, el del control del poder, no en el de su acompañante. No quiere porque aquello es más cómodo. Porque reporta más beneficios para sus cabezas visibles, mientras el pobre redactorcillo de a pie se cabrea cuando le cambien el texto de una pieza o le digan que su enfoque no tiene interés real. Y lo que realmente sucede es que no le interesa al poderoso.

Wikileaks ha venido a enfrentarse al poderoso, y sólo eso ya le da una importancia capital. Que empresas (como Amazon) hayan optado por restringir la libertad de expresión, ya les pone en el buen camino. Pero reconozco que me queda una duda. Tengo la sensación de que no importa qué desvele Wikileaks, porque nada va a cambiar. Lo que hasta ahora ha ido revelando, en realidad, ha venido a confirmar documentalmente cosas que ya sabíamos (sí, lo de Aznar también: quien ha querido escucharme, sabe que mantengo la teoría de su posible regreso, y en las razones en las que lo argumenta el propio ex presidente, desde que anunció su marcha). ¿Qué sucederá si revela algo realmente sorpredente, relevante, chocante o desconocido? ¿Y si realmente las teorías conspirativas más divertidas y peregrinas tienen respaldo documental en las próximas revelaciones de Wikileaks? ¿Pasará algo? ¿O continuará el letargo social y periodístico en el que vivimos? Esa es mi duda. Wikileaks arriesga mucho. Sus responsables más todavía. Y no sé si servirá para algo. Es duro tener esa duda. Como la certeza del fracaso del periodismo.