jueves, diciembre 31, 2009

Así fue 2009

La de cosas que pasan en 365. Lo dije el año pasado, lo digo éste y, evidentemente, lo diré el que viene. Y de todas ellas, de la que más se habla es de la crisis económica. Paro, paro, paro... De siempre, principal problema de los españoles en las encuestas y ahora problema real para muchos. ¿Culpables? Demasiados. 2009 no les ha puesto en la picota como se merecían. Bueno, a alguno sí. A Bernard Madoff le cayeron 150 años de cárcel por la mayor estafa de la Historia: 50.000 millones de dólares. Y Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE, se llevó la reprobación pública, pero sólo la pública, por el lío que montó con Air Comet, la de gente que deja en el paro y la que dejó en los aeropuertos sin celebrar la Navidad en sus casas.

El mundo de la política dio que hablar. Para mal, como casi siempre, con lo que la clase política ya se ha convertido en problema hasta para los españoles (el tercero más importante en la última encuesta del CIS). Y para casi todos. Carbón para el PP, que entre Correas, espionajes (entre ellos; no a ellos, como dijeron sin pruebas) y movidas varias, apenas nos hemos dado cuenta de que ganaron unas elecciones europeas y unas gallegas. Y carbón para el PSOE en el peor año de Zapatero que cambió a medio Gobierno, ministro de Economía incluido (sin que se notase nada ahí), que le dimitió un ministro, Bermejo, por una cacería y no por su trabajo, y que hasta se la liaron por una foto de sus hijas.

Menos mal que Patxi López se convirtió en el nuevo lehendakari, demostrando que en Euskadi no se ha hundido nada aunque no mande el PNV. Unos locos asesinos con bombas y pistolas no se enteran mucho de estas cosas, y en 2009 mataron a tres personas. Pero cada vez hacen menos ruido porque la Policía les sigue deteniendo. ¿Y en Cataluña? Pues algún que otro extraño referéndum para votar por una independencia que así no se puede conseguir y todavía sin dictamen sobre el Estatuto en el Tribunal Constitucional, a pesar de que el texto lleva un vigor ya no sé cuánto tiempo.

Más allá de nuestras fronteras, el protagonista de 2009 es el mismo de 2008: Obama. Por su toma de posesión y por su discutido y discutible Premio Nobel de la Paz. Paz hay poca en Afganistán, donde más de 80.000 militares (1.000 españoles) siguen sin lograr ese objetivo. Paz hubo poca a comienzos de año en Gaza, bombardeada sin piedad por Israel. Paz hay poca en Irán, donde se juntaron unas elecciones sospechosas, la represión violenta de las protestas y los ensayos nucleares que irritan al mundo entero. Paz hubo poca en Honduras con el revuelo presidencial entre Zelaya y Micheletti, aunque ahora poco parece importarle eso al mundo. Por no haber paz, no la hubo ni en Italia, donde Berlusconi acabó golpeado por una réplica de la catedral de Milán tras numerosas polémicas, incluso con prostitutas en orgias desmentidas y luego probadas.

Por encontrar paz, tendremos que retroceder 20 años. Ese aniversario es el que se celebró en Berlín, el de la caída del Muro. Fue la noticia de una Europa que, dicen, se ha visto reformada. No sé si alguien se sabe el nombre de su presidente, pero en los libros de Historia aparecerá que fue elegido en 2009. Lejos de España se produjeron dos secuestros, el del Alakrama a manos de piratas somalíes y el de tres cooperantes catalanes en Mauritania. Los primeros fueron liberados, después de que algunos de sus familiares alcanzaran protagonismo mediático con formas no demasiado positivas. Los segundos siguen en manos de terroristas. Ojalá sea por poco tiempo.

Dos grandes temas coparon la lucha científica y social. El cambio climático salió perdiendo. Nadie hace nada, mientras algunos todavía creen que no hay que hacer nada o que no hay nada que hacer. No es lo mismo aunque las palabras sean idénticas. Copenhague fue un rotundo fracaso vestido de primer paso en una carrera en la que no se avanza. En la gripe A, alguien sí avanzó. Quien se ha hecho de oro vendiendo vacunas que no se han usado. Y entidades de salud y medios de comunicación que han sembrado irresponsable e indiscriminadamente un pánico absurdo e innecesario. Tan absurda como la búsqueda de la tumba de Lorca donde no está. Fracaso de los historiadores certificado en este año que acaba.

Marta del Castillo sigue desaparecida, por imposible que parezca. Y otros muchos que no salen en los medios. Imposible pareció el accidente de aquel avión de Air France que volaba desde Brasil y cayó en el Atlántico. E imposible parecía que murieran menos de 2.000 personas en las carreteras españolas y se ha conseguido en 2009. Todavía son muchas las vidas que se quedan, pero el trabajo es bueno. Bueno, por mucho que digan, fue el debate sobre la Ley del aborto. El debate, que no el ruido interesado de algunos que no hicieron nada cuando podían y que ahora critican al que se mueve. Y bueno fue que lo de Aminatu Haidar se solucionara sin su muerte después de una huelga de hambre que todavía no he acabado de comprender y que no sé en qué ha beneficiado a la causa saharaui. Los suyos dicen que sí. Será verdad.

Pero para bueno, el deporte. Empezando, porque de lo contrario no sería yo el que está escribiendo, por el centenario de la Real Sociedad, ojalá preludio de su primera página gloriosa en el segundo año, con el ascenso a Primera en 2010. El Barcelona bordó el año y ganó seis títulos (vale, eso no es bueno para sus rivales), algo que no había hecho nadie nunca y con un gran fútbol. Como respuesta, Florentino Pérez volvió al Real Madrid y creó su segundo equipo galáctico, con Cristiano Ronaldo a la cabeza. España se proclamó campeona de Europa de baloncesto sin despeinarse pero con críticas de los agoreros de siempre en cuanto se perdió un partido, y su estrella, Pau Gasol, ganó la NBA con los Lakers.

Alberto Contador ganó su segundo Tour contra viento, marea y Armstrong. España ganó otra vez la Copa Davis de tenis y Rafa Nadal, en un año marcado por las lesiones, se quedó en el número dos y venciendo a Federer en Australia para empezar el año. Y esa Marta Domínguez, campeona del mundo de 3.000 obstáculos en los mundiales de atletismo de Berlín. Esos en los que esa bestia llamada Usain Bolt destrozó de nuevo los récords de 100 y 200. 9.58 y 19.19. Y los volverá a batir. Y en el otro lado, Madrid se quedó sin los Juegos de 2016 y los deportes de motor aburrieron. Rossi ganó el Mundial de Moto GP y entre el amaño de Briatore y el fichaje de Alonso por Ferrari algo sí nos animamos en la Fórmula 1.

Me cuesta creer que la noticia en 2009 en el mundo de la televisión sea Belén Esteban, pero sí, así es. Quien no tiene opinión sobre Belén Esteban no es nadie en este mundo. Muchas más líneas ha copado esta mujer que cuestiones como que TVE emitirá su último anuncio antes de las campanadas o que Cuatro y Telecinco se fusionan. O que la paz llegó al fútbol televisado. O la muerte de Valerio Lazarov, uno de los pioneros de la televisión española a pesar de no ser español. Porque, sí, un año queda definido también por las muertes que se han producido en él y ahí la de mayor impacto, sin duda, fue la de Michael Jackson. Se sigue hablando y se seguirá hablando de él y de su desaparición durante mucho tiempo. Mientras dé dinero a quienes se han quedado su legado.

Antonio Vega ya no compondrá más. Mario Benedetti y Francisco Ayala ya no escribirán más. Walter Cronkite, Julián Lago y Andrés Montes ya no aparecerán más en televisión. Vicente Ferrer ya no podrá seguir salvando el mundo, aunque su Fundación sí. Dani Jarque ya no jugará más al fútbol. Karl Malden, Patrick Swayze, David Carradine, José Luis López Vázquez, Farrah Fawcett y Paul Naschy ya no harán más películas. Sabino Fernández Campo y Jordi Solé Tura ya no contribuirán al desarrollo político de España.

Penélope Cruz ganó el Oscar en la noche de Slumdog millonaire, y los Goya fueron para esa pequeña maravilla que es Camino. Saw VI en España no se vio, nuestra flamante ministra de Cultura le colocó una X y evitó su estreno. Roman Polanski fue detenido para cumplir con la Justicia más de 30 años después. Millenium se mantuvo como el fenómeno editorial del año y Susan Boyle se erigió en el musical. Esas dos últimas notas dicen mucho de la cultura que consumimos. Como que el arte sea noticia por polémicas como la que generó el coste de 20 millones de la cúpula del Palacio de Naciones Unidas en Ginebra. Y es que la crisis es lo que tiene. Vaya, hemos acabado donde empezamos, en la crisis. Será que de verdad 2009 ha sido un año de crisis...

viernes, diciembre 25, 2009

Terror en Internet


Si estás leyendo esto, eres una persona peligrosa y con muchos problemas. Sí, sí, como lo oyes. Porque de momento Un Mundo Peculiar sólo tiene versión online y parece que Internet es una herramienta diabólica creada por el diablo para que todos nos convirtamos en horribles seres humanos. ¿Que no os habéis dado cuenta? Entonces eso es porque sois unos espíritus bondadosos e ingenuos que vais soñando por la vida y confiáis en la gente que os encontráis por el ciberespacio. ¡Mal, muy mal! ¿Es que no veis las noticias? ¿Acaso no sois conscientes de que Internet es un peligro para vosotros y los vuestros?

Como todo el mundo sabe, la pederastia es un delito creado por Internet. Antes de que se crearan los ficheros, discos duros y grabadoras, todo ser humano era recto y puro y no tenía enfermizas inclinaciones sexuales. "Ten cuidado con la gente que conoces en Internet", me dijo una vez mi madre, que es una mujer muy sabia. Y es verdad. Que piense que he encontrado a un puñado de personas maravillosas y majísimas y que piense que son amigos de verdad, gente por la que merece la pena preocuparse, son ilusiones mías. Ficciones. Tontadas. Los buenos son los que conoces en la vida real, esos son incapaces de hacerte daño o de no confiar en ti. ¿Los de Internet? Puf, lo peor de lo peor.

Lo mismo sucede con el intercambio ilegal (¿ilícito, inmoral?) de películas y discos, pues sin Internet no sería posible que medio mundo se hubiera convertido en pirata (tiemblan los de Somalia a nuestro lado). ¿Qué dices? ¿Que antes nos copiábamos películas en VHS y cintas de cassette y no pasaba nada? No, no, no, eso no es así, la memoria os estará jugando una mala pasada. ¿Cómo va a ser así? Eso no lo hemos hecho nunca, porque si lo hubieramos hecho la industria del entretenimiento a estas alturas sería imposible que existiera de tanto pirateo como habríamos protagonizado en estas décadas. Preguntadle a la SGAE, que, como siempre ha velado por los intereses de los creadores, os lo podrá confirmar.

Sin Internet, no habría rupturas matrimoniales. Si ya nos lo acaban de decir en un riguroso y científico estudio: Facebook (¡como si las demás redes sociales no fueran inventos salidos del averno!) está detrás de uno de cada cinco divorcios en el Reino Unido. Los otros cuatro seguro que mienten, seguro que algo ha tenido que ver Internet en la perdición de sus vidas conyugales, perfectas y maravillosas hasta que se conectaron a la red. No os dejéis engañar por quienes digan que la verdadera causa de las rupturas puede ser una indifelidad en el mundo real. Eso es mentira fijo. Facebook, malo.

No sé si lo sabéis, pero en estos momentos, mientras leeis esto, os estáis quedando ciegos. Sí, sí, como lo oís. Y mucho más si sois niños (no creo que tenga muchos lectores que no puedan votar, pero por si acaso...). Lo dice un tipo con cargo, sueldo y, sin duda, muchos más conocimientos que yo, porque no esperaba que a mí me hiciérais caso cuando digo una frase tan alarmante como ésa. El tipo con cargo, sueldo y conocimientos no menciona expresamente a Internet, pero yo sé que está detrás de esto. No puede ser de otra forma. La pantalla tiene que ser mala por narices, e Internet aún peor. Me lo huelo.

Y por si nos faltaba poco, ahora, ¡por fin!, nos han aclarado que en Internet no puede haber periodistas, y si los hubiera que sepan que no les protege el derecho a la información. Si un profesional tiene una información cierta, rigurosa e interesante, tiene que difundirla a través de la radio, la televisión o el periódico. ¿Una web de un medio de comunicación? ¡Pero de qué estáis hablando, almas insensatas! Eso no puede ser. Si existiera o existiese, es sin duda una aberración. Y lo dice un juez, ¿eh?, no vayáis a creer que a mí se me ocurre sentar cátedra sobre estos asuntos...

Así que ya sabéis. Os lo digo por vuestro bien. Dejad de leer esto ya. Lo he escrito por si algún incauto sigue utilizando esto que se llama Internet. Confío en que estéis aquí por error, que no se os ocurra seguir navegando por aquí en el futuro, porque nadie sabe lo que nos puede pasar si seguimos así. Internet está lleno de terrores, y quien piense en defenderlo es una mala persona que tendría que ir de cabeza a la hoguera.

¿Y todo esto a qué venía? Pues no sé, porque en realidad yo me he sentado delante del ordenador a hablar de Gerardo Díaz Ferrán. Bueno, más bien a proclamar mi incredulidad por el hecho de que un tipo que tiene deudas millonarias en sus empresas, que se las cierran judicialmente, y que deja en el paro a cientos de personas, vaya por ahí dando lecciones a los demás de cómo se tiene que solucionar la crisis económica en España y de qué hay que hacer para reducir la tasa de paro en este país. Y si hay que montar un aquelarre de empresarios para que le aplaudan, pues se monta. Que se lo ha ganado sin duda.

Y, claro, también quería hablar de esta cosita de nada que ha hecho el Barcelona en 2009, esto de ganar seis títulos en un año (cosa que no ha hecho jamás ningún otro equipo) y de la respuesta periodística de calidad que ha tenido Marca. "Con todas las aficiones", era su lema hace algunos años. Menos mal que ya han rectificado y sólo están con la del Real Madrid. Y menos mal que la afición del Real Madrid (al menos, la gran mayoría de los madridistas que conozco) está muy por encima de esto. A mí, como espectador imparcial en este duelo futbolístico, me parece terrible que una victoria por 6-0 en un partido de Liga sea más noticia que el sexto título en un año de un equipo o que al día siguiente de que Messi gane todos los premios individuales de prestigio en el mundo del fútbol haya alguien que diga, por el artículo 33, que otro (de los suyos) es mejor.
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Vaya, esto no ha quedado tan irónico como todo lo anterior. Será que me ha podido el espíritu navideño... o el del maléfico y diabólico Internet. Si ya lo decían en Canción triste de Hill Street: "Tengan cuidado ahí fuera".

martes, diciembre 22, 2009

Feliz Navidad, feliz 2010

Pues ya sí que es Navidad. Ya se ha sorteado la Lotería, ya están los niños de vacaciones, ya ha nevado en buena parte de España, y ya hace el típico frío invernal y navideño. Y como es Navidad, pues toca felicitarla. Como todos los años, he dado rienda suelta a mi frikismo. Algunos de los que pasáis por aquí ya habréis recibido esta mi particular tarjeta de felicitación en vuestro mail. Para los que no, para todos los que soléis perder algunos minutos de vuestro tiempo en acercaros a este rincón y para todo el mundo, ahí va mi deseo. Felicidad y suerte para estas fechas y para 2010.

sábado, diciembre 19, 2009

Equilibrismo

Los equilibrismos me gustan en el circo, pero no en la vida real. Con deciros que no me entusiasma la idea de comprar un regalo sólo unas horas antes (¡a veces unos minutos!) de presentarme en una fiesta de cumpleaños, os podéis hacer a la idea de lo que quiero decir, porque eso lo aplico para todo en la vida, especialmente en la faceta laboral. Me gusta ser previsor, me gusta que haya un trabajo detrás de mis acciones, me gusta evitar la improvisación y el equilibrismo cuando se puede hacer y cuando sin duda mejora el resultado final (la espontaneidad tiene otros momentos). Por eso, no entiendo el constante ejercicio de equilibrismo en el que vive la clase mandataria a todos los niveles.

Copenhague, sí, hablo de Copenhague y de la cumbre que me decían definitiva para afrontar el problema del cambio climático. No es el primer ejemplo, pero ojalá fuera el ejemplo definitivo de que el modelo actual no funciona para casi nada. Resulta que delegados de dos centenares de países llevan dos semanas pegándose para alcanzar un acuerdo para luchar contra el cambio climático y salvar el planeta. Resulta que el pírrico acuerdo que al final se ha logrado ha sido por el trabajo a última hora de los jefes de Estado. Resulta que el documento que han firmando algunos, en realidad, es una huida hacia adelante, un "primer paso" (¿otro?), un "acuerdo de mínimos" (¿eso no lo teníamos ya?) sin compromisos concretos.

Visto lo visto, la pregunta es inevitable. ¿Para qué han servido estas dos semanas previas? Y la respuesta es obvia: para nada. ¿Cómo se puede justificar el despilfarro de dinero que ha supuesto el envío de centenares de delegados y el sitio policial de una capital europea? De ninguna manera. ¿Habremos aprendido la lección? En absoluto. La cumbre no sólo supone el enésimo fracaso de Naciones Unidas (ni sirve para la paz, ni sirve para la guerra, ni sirve para el cambio climático, ni veo que sirva para nada), sino del modelo establecido. ¿Delegados? ¿Subalternos? ¿Altos cargos? Para qué, si las esperanzas para todo hay que dejarlas en la persona que manda. Así enchufamos a los amigos, pero poco más. ¿Macrocumbres? Para qué, si la decisión la va a tomar siempre el que sale en la foto final.

Equilibrismo puro. Como en casi todo lo que nos rodea. Si ha habido un trabjo previo a esta cumbre, ha sido inútil. Parece que les gusta vivir sobre el alambre y que la caída sin red no le preocupa a nadie.

lunes, diciembre 14, 2009

Caminos rectos, revoluciones y protestas

Soy un tipo al que le gusta seguir las normas. Por regla general, pienso que las normas están por algo. No es que desdeñe una buena revolución de vez en cuando, no, no es en absoluto que sea un inmovilista. Más bien al contrario, creo que la vida y la sociedad van animando la reforma de todo aquello que nos permite vivir en convivencia, y que si hacemos caso a lo que nos dice la realidad esos cambios serán irremediablemente para bien. Y es que también creo que, salvo contadas y excepcionales ocasiones en las que se impone ese comportamiento revolucionario, es necesario seguir el cauce que nos marcan las normas para su propia reforma. Si llega un momento en que todos decidimos hacer lo que queramos, saltarnos las normas que no nos gusten sin más razón que esa y colocar en el punto de mira a quien no tiene culpa de que esa norma nos restrinja, tendremos que dar la bienvenida al caos más absoluto. Por eso prefiero el camino recto. Aunque a veces sea más largo.

La vida me da muchas razones para seguir creyendo en ello. Para aquellos que esperen oír lo contrario, siento decir que no me alegré de la agresión a Berlusconi, por mucho que el primer ministro italiano me parezca un dirigente perjudicial para Italia y para el mundo. La solución no puede ser otra más que ganarle en las urnas y, si procede, en los tribunales. ¿Pegarle? Por favor. Tampoco me gustó la patada a Hermann Tertsch, por mucho que no sólo no comulgue sino que desprecie muchas de las cosas que dice en su informativo nocturno de Telemadrid. ¿Solución? Hay varias. Desde no escucharle a rebatirle. Y tampoco puedo compartir que se culpe de dicha agresión a Wyoming por hacer burla de Tertsch en su programa de La Sexta, como implícitamente hizo Esperanza Aguirre. El culpable de una agresión es el agresor. La solución, la misma que antes: no escuchar o rebatir. Acusar por acusar no vale.

En la política, el camino recto no vale. Por los mismos motivos que antes no puedo entender a María Dolores de Cospedal, que achacó ya no recuerdo bien si fue el recuestro de los cooperantes catalanes en Mauritania o el del Alakrana por parte de piratas somalías a la debilidad internacional del Gobierno. El camino recto de la política no es ése, y por tanto no es ése el que yo voy a utilizar. Pero seguro que la dirigente del PP se llevaría las manos a la cabeza y me respondería con virulencia si yo le preguntara si era entonces signo de debilidad del Gobierno de José María Aznar el 11-M, con 192 muertos, o los continuos atentados de ETA durante sus dos legislaturas de Gobierno. O si Estados Unidos y sus más de 3.000 muertos en el 11-S sufren esa misma debilidad. La solución para mí en este caso es sencilla: rebatir las barbaridades que se dicen, fomentando el debate argumentado como forma de vida.

Nadie le hizo esa pregunta a María Dolores de Cospedal porque el periodismo hace tiempo que perdió el norte y ya no sabe dónde está su camino recto. O amigos o enemigos. Nada más. Y lo mismo pasa con la Iglesia. La Conferencia Episcopal dice que no dará la comunión a los políticos que voten a favor de la reforma de la ley del aborto. Pero se le olvida explicar la incongruencia que supone no habérsela negado ya a quienes votaron a favor de la actual ley. ¿Qué ha cambiado? Las ganas de aplastar a este Gobierno, supongo. El camino recto es más fácil. Era polémico que las niñas de 16 años pudieran abortar sin consentimiento de los padres y el trámite parlamentario, la negociación entre los partidos, ha deparado que eso, en lugar de norma, sea excepción. Ese es el camino para conseguir cosas. Y no la amenaza.

Y es que soy un convencido de que para las reformas políticas el camino recto es el mejor y más efectivo. ¿El que más tarda? Sin duda en la mayoría de los casos. Pero es el más irreprochable. Convocar un referéndum sin valor legal alguno y a espaldas de las instituciones que sí tienen competencias en la materia no me parece la mejor forma de que el Estatuto catalán gane amigos. Lo que el independentismo catalán ideó como una protesta multitudinaria y como una amenaza para España, resulta que se ha quedado en un intento vano de convocar a los catalanes a la calle y de reafirmar con el número de la práctica unanimidad la defensa de una curiosa forma de entender la libertad. Resulta que votó menos gente que la reforma legal del Estatuto. El cauce recto, aún funcionando mal, funcionó mejor que el torcido. Y éste, para colmo, éste segundo sólo ha servido para dar munición a los más españolistas de Cataluña. Cuánto daño hace a veces no seguir el camino recto.

Y es que salirse y tomar atajos es trampa, aunque sea una trampa que nosotros mismos nos podamos creer en un momento determinado. Y además de trampa es también una forma de perder simpatías. Una cosa es protestar y otra cosa fastidiar al vecino. Eso es lo que suelen hacer los pilotos en sus huelgas, casualmente colocadas en las fechas que más daño hacen a los demás. Por muy justas que puedan ser sus reivindicaciones, ya no me importan porque su protesta no hace daño a los causantes de su malestar. Y lo mismo, aunque ya sé que no es una opinión demasiado compartida, me pasa con Aminatu Haidar. El malo es Marruecos, pero a quien se está culpando de todo es al Gobierno de España y en Rabat están tan tranquilos. La hipotética muerte de esta activista no creo que beneficie a nadie. Ni a la causa del Sáhara, ni a la propia Haidar. La forma de protestar escogida, la huelga de hambre, me parece desproporcionada y no pone entre la espada y la pared al enemigo natural de la protesta. Casi al contrario.

Pero, claro, resulta que vivo en un mundo en el que unos crearán páginas en Facebook para felicitar a los autores de las agresiones a Berlusconi o Tersch y otros culparán no a esos autores sino a sus enemigos públicos de la izquierda. Unos acusarán al Gobierno de ser el culpable de acciones terroristas y otros reprocharán al PP los atentatos del pasado. Resulta que si haces caso a la Iglesia eres un fanático sin remedio, pero si la criticas... también. Resulta que si desprecias un referéndum como éste en Cataluña es que eres un antinacionalista o anticatalanista, pero si lo respaldas eres un enemigo de España. Y resulta que si no apoyas a Haidar eres un mal bicho cuyos argumentos no merece la pena ser escuchados y un defensor de las tiranías, pero si la apoyas, para otros, eres un defensores de terroristas del Frente Polisario.

Y ante todo esto, yo sigo mi camino. El recto. Libre. Respetando a todos. Con mis argumentos. Sin violencia, ni física ni verbal. Y con la esperanza de que el mundo sea un día un lugar mejor. Hasta que despierte de mi utopía.

martes, diciembre 08, 2009

Historias de una fila

¿Habéis visto en televisión las kilométricas colas que se formaron ayer en el Congreso de los Diputados para entrar en esto que llaman Jornadas de puertas abiertas? Pues uno de esos miles de idiotas que se pasaron tres horas esperando en la calle para entrar era yo. Pensaba poner un punto y aparte para que tuviérais unos segundos para reiros de mí, pero creo que voy a seguir escribiendo para no daros la posibilidad de que penséis en qué podría haber ocupado esas tres horas de mi vida. No lo penséis, da igual. Si es que soy así, me gusta esta visita al Congreso de los Diputados. Y aunque no voy todos los años, sí que disfruto acercándome cada cierto tiempo. Y aunque podáis pensar que tres horas es una barbaridad de tiempo para tirarlo así a la basura, para mí fue tan entrentenido que lo que voy a contaros no es la visita al Congreso, sino lo que pasó en esas tres horas...

A las 16.15 horas comienza la espera. Salgo del Metro Sevilla y me dirijo al Congreso de los Diputados. Cuando estoy cerca de la puerta, veo la fila y un cartel amenazador que indica que la fila comienza... ¡¡¡en la calle Alcalá!!! Quienes no conozcan esa zona de Madrid, pueden asustarse. Está muy, muy, muy lejos de la entrada del Congreso y unos cuantos centenares de personas tienen turno para entrar antes que yo. Recorro toda la extensión de la fila y llego a su final, en la calle Alcalá, en la puerta del Banco de España y junto al Metro de ese nombre. Delante, una familia de sevillanos, una pareja de hermanos, sus parejas y las dos hijas adolescentes de uno de ellos. Detrás, un hombre solo. "Vaya vuelta más tonta que acabo de dar, si he salido aquí al lado del Metro", me dice. Creo que ha seguido exactamente el mismo camino que yo. Eso me convierte en protagonista de una vuelta igualmente tonta.

Cuando llevamos ya unos metros del Paseo del Prado, escucho a la familia sevillana dialogar con dos mujeres mayores que tienen delante. "Nos quedan como dos horas", le dice las venerables y pacientes mujeres. Por lo visto, hablan con conocimiento de causa, pues ellas sí que tienen como ritual anual la visita al Congreso. Yo jamás había esperado tanta cola para este evento. Me fío de ellas, y hago bien porque al final incluso se quedaron cortas. En aquel momento me consolaba con la idea de que, al menos, no llovía. Cuando alcanzamos la calle Zorrilla, ya se ha hecho de noche. El Museo Thyssen-Bornemisza, justo al lado, no tiene ni de lejos la cola que atesora el Congreso. Es lo que tiene que para el Museo haya que pagar entre 4,50 y 13 euros y que nuestra cámara parlamentaria tenga acceso gratuito en estas jornadas.

¿De verdad hay gente que viene sólo por el regalo al final...? ¿Tres horas para eso...? "Podían decir que la entrada cuesta quince euros", dice uno de los sevillanos con la esperanza de que lleguemos pronto a las puertas del Congreso. Una de ellas no para de repetir "y yo que podía estar calentita en el Xanadú". Cuando estamos ya en la calle del Marqués de Cubas y son ya las seis y media de la tarde, una mujer por detrás le pregunta a un Policía cuánto nos puede faltar. "¿Quiere que le diga si va a entrar o no?", le pregunta el agente con guasa. La mujer se ríe. "Pues entra, no se preocupe", añade. Respiro aliviado. Más cuando el agente nos cuenta que todavía le queda turno hasta medianoche, y que tiene que estar allí de pie otra vez a las seis de la mañana hasta las ocho y media de la mañana del día siguiente. Eso son guardias y lo demás son tonterías.

Mirad a la mujer rubia del pantalón blanco, que protagoniza una de las dos grandes historias de la tarde. Todavía en el Paseo del Prado, del que cortaron el carril bus para que la gente paseara por allí y no se mezclara con la heróica fila de quienes ansiábamos entrar en el Congreso, veo a dos personas que se colocan a mi lado. Dos personas que no estaban antes en la fila. Ya sabéis, familia sevillana delante, hombre solo detrás. Un hombre corpulento con coleta y cierto aire macarra y una mujer rubia con pantalón blanco no encajan en la descripción. ¿Conclusión? Pretenden colarse fijo. Les lanzo una mirada semidespistada, que crean que me he dado cuenta pero que no estén seguros. "Si no voy a colarme, ¿eh?", dice, puede que a mí. Yo ni les miro, estoy dos pasos por delante. Sólo estoy pendiente de que no lo puedan hacer. La mujer mira hacia la carretera. El hombre adopta una táctica más lamentable. Se dedica a mirar la fachada del edificio del Banco de España como si la cosa no fuera con él.
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Una mujer que estaba detrás del hombre que me sigue en la fila se da cuenta de la situación y decide actuar. "El final de la fila está más atrás", le dice. "Si yo no voy a pasar al Congreso ese", le responde el hombre de la coleta. Y sigue haciéndose el loco y mirando la fachada. Fachada fea en ese tramo y sin nada de interés, por cierto. Pero sigue avanzando. Por fortuna, todo esto sucede justo cuando llegamos a una valla abierta en la que hay dos agentes de policía que velan por el correcto funcionamiento de la fila. "Por favor, tienen que ir por fuera". Y les echaron. Victoria. Pero sólo momentánea. La foto en la que se ve a la mujer rubia de pantalón blanco está tomada una hora después. Había conseguido colarse. El hombre, apoyado en una valla, esperaba el momento de poner alguna excusa y entrar junto a ella. Nos sacaron media hora de adelanto. Mi sorpresa llegó cuando vi a la mujer dentro del Congreso. Había perdido una bufanda antes de pasar al hemiciclo. ¿Justicia divina? No lo sé, pero me tuve que reír...
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Pero lo mejor llegó justo antes de reencontrarnos con la rubia del pantalón blanco. Fuera de la valla, subiendo la calle Zorrilla, había una mujer morena. Por los gritos que pegaba, parecía que estaba dando un mitín. Y así era. Sólo que como se declaró "apolítica" no pudimos relacionarla con ningún partido, claro. No es fácil resumir todo lo que esa mujer soltó en unos pocos minutos. Se podía concluír que estaba allí para advertirnos a "todos los españoles" (ella aclaró luego que era argentina, algo que su acento ya había desvelado) que estábamos siendo engañados, que hay en marcha una conspiración mundial para ocultarnos la verdad y para que unos pocos se quede con el poder. O algo así, vaya. También dijo que había venido para contarle todo esto a un abogado y profesor universitario ("como yo") y que se había reído en su cara. "Le dije que Aznar les metería en la guerra y no me creyó", dijo para afianzar sus dotes predictoras. Vaya, si yo también dije eso...
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El caso es que entre los protagonistas de esta conspiración citados por esta mujer estaban el Gobierno de Zapatero, el de Aznar ("todavía peor el de Aznar"), "la falsa derecha y la falsa izquierda", Sabina, Pereza (¿?), Garzón (¿puede haber alguna conspiración sin Garzón de por medio...?), el grupo Prisa, los periodistas que "nos mienten" y los sionistas. Porque sin los sionistas ya sabéis que no hay conspiración posible... Seguro que había muchos más involucrados, pero me perdí cuando dijo que "eso" es lo que había pasado en Argentina y Reino Unido y que venía a España para advertirnos antes de que a nosotros nos sucediera lo mismo. Bueno, en realidad me perdí cuando metió a Pereza en el grupo de conspiradores. No les veo yo, no... Para cuando llegamos a la puerta, el Congreso casi había perdido interés en comparación con los sucesos de la fila. Pero ya que estábamos allí, entramos...

lunes, diciembre 07, 2009

Parecidos razonables

Estos dos muchachos que aparecen en la foto son dos jugadores del Almeria. El primero se llama Fernando Soriano, nacido en Zaragoza hace treinta años (cumplidos en septiembre) y de una altura de 1,89 metros. El segundo, mucho más exótico él, se llama Modeste M'Bami. Nació en Yaundé, la capital de Camerún, hace 27 años. Supongo que todos estaremos de acuerdo en que, si nos cruzamos con estos dos señores por la calle, sabríamos diferenciales. Por su altura, sí, pero creo que sobre todo por el color de su piel. Incluso dentro de un campo de fútbol y aunque los dos lleven la misma camiseta. Pues no. Fernando Soriano y Modeste M'Bami son mucho más parecidos de lo que a simple vista uno pueda pensar.

Ambos jugaron ayer un partido en el Santiago Bernabéu ante el Real Madrid. El primero, Soriano, hace una falta en el centro del campo. El árbitro, Estrada Fernández, da la ley de la ventaja y el juego sigue a favor del Real Madrid. Cuando el balón sale fuera, con muy buen criterio, el colegiado recuerda que esa falta era merecedora de tarjeta amarilla. Se la saca a M'Bami. Sus protestas no sirven de nada, porque, claro, ambos jugadores son como dos gotas de agua y el árbitro no se va a dejar engañar tan fácilmente. Y luego me dicen que es que es arbitrar es muy, muy, muy complicado, que los jugadores no le facilitan la labor y todas esas cosas.

Estos dos creo que no necesitan presentación, pero por una cuestión de educación se la haré de todos modos. El primero es Cristiano Ronaldo, delantero portugués del Real Madrid, ex del Manchester United, icono mundial del deporte y ahora conocido como CR9 (CR7 cuando jugaba en Inglaterra, por aquello del número que llevaba en la espalda). El segundo es José María Aznar, ex presidente del Gobierno español y del PP, actual presidente de la fundación de ese partido, la FAES, y líder planetario sin parangón. Las fotos escogidas facilitan que veáis el motivo por el que he decidido juntarles bajo el título "Parecidos razonables". Pero la cosa no acaba ahí, requiere una explicación.
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Hace ya algún tiempo, el entrenador personal de Aznar nos explicó que nuestro ex presidente puede llegar a conseguir la notable cifra de 2.000 abdominales diarias y cómo eso le había convertido en todo un sex symbol en Italia. Ahora resulta que nos hemos enterado de que Cristiano Ronaldo hace 3.000 abdominales diarias. Sin entrar a teorizar sobre lo picado que pueda estar ahora mismo Aznar con este reto físico y deportivo (ya le veo entrenando para batir a Ronaldo), os dejo la comparativa para que vosotros mismos penséis si merece la pena hacer esas 1.000 abdominales extra cada día durante tantos años y si es mejor alcanzar ese estratosférico registro cuando uno es un veinteañero o cuando uno es un cincuentón.

viernes, diciembre 04, 2009

Paparruchas

Reconozco que a veces me siento como el señor Scrooge. O hacen que me sienta como tal, que para el caso es lo mismo. No tengo nada en contra de la Navidad, yo diría que sobre el papel más bien es al contrario, porque yo soy de los que todos los años manda una felicitación por mail y de los que, en esas fechas, le desea feliz Navidad a los amigos cuando se los cruza por la calle. Pero no soporto que la Navidad dure dos meses. No, no lo soporto. Ademas, ¿quién lo ha decidido? ¿Quién ha alargado estas fiestas de tal forma que ocupan ya una décima parte del año? ¿Qué será lo próximo? ¿La semana de San Valentín? ¿La quincena de todos los santos? ¿Los tres días de la Constitución? Ah, no, que eso ya lo tenemos en forma de puente...

El caso es que no entiendo que en algunas ciudades estén encendidas las luces desde antes incluso de que El Corte Inglés nos anuncie que ya es Navidad. Y mira que lo hace pronto, que el 1 de diciembre sus fachadas ya tienen todo el esplendor navideño. No entiendo que me vendan la burra de la crisis y luego tengamos tropecientos mil bombillas encendidas durante casi dos meses sólo para incitar la compra masiva de regalos para los Reyes Magos y Papá Noel. Luego veo a los críos mirando juguetes y haciendo cola para hablar con sus lejanos benefactores de Oriente y Laponia, y recupero esa ilusión navideña. Porque cuando hay críos de por medio, la cosa cambia, que ellos y su ilusión mandan. Pero ni El Corte Inglés ni el Ayuntamiento de Madrid están dirigidos por niños, ¿verdad? Pues eso.

Si alguien ve a los fantasmas de las Navidades pasadas, presentes y futuras, por favor que les diga que necesito que me visiten antes de que acabe diciendo "paparruchas" cada vez que vea un signo de esta Navidad apresurada que vivimos. Iba a decir que también me vale un regalo, pero como no me suelen hacer obsequios por estas fechas y como no quiero que me tachéis de consumista, me voy a quedar en pedir un poco de espíritu navideño. Pero mandádmelo en Navidad, por favor.

martes, diciembre 01, 2009

Difundiendo falsedades

Hace poco más de un año, un grupo de personas crearon este ejemplar de The New York Times. Cualquiera que tenga mínimos conocimientos de inglés y del mundo en el que vivimos, podrá darse cuenta de que el titular de la noticia principal demuestra que estamos ante un periódico falso que tenía la intención de remover conciencias. En sus páginas interiores, se incluyó un artículo firmado pero por supuesto nunca escrito por Thomas Friedman, un columnista que apoyó la guerra de Irak. En él se decía que "equivocarse es humano, pero imprimir, reimprimir y reimprimir alocados errores humanos es una política editorial criminalmente estúpida".

Comentan las noticias de aquel entonces que muchos de los que cogieron el periódico en Nueva York pensaronque era auténtico. Sin entrar a juzgar la ingenuidad o el conocimiento del mundo en el que viven que puedan tener esas personas, lo cierto es que es un ejemplo perfecto de lo fácil que es que cualquiera recibamos noticias falsas. El periodismo tiene (¿tenía?) la obligación de trasladar al ciudadano una información veraz. Si el receptor de esa información duda de su veracidad o de su honestidad, la transmisión es inútil. Es aún peor. En ese caso, el periodismo es inútil. Internet, además, ha supuesto un desafío inmenso al que nadie parece haberse adecuado todavía.

Hoy se ha difundido la noticia de que se había localizado a los tres cooperantes españoles que fueron secuestrados en Mauritania. Mentira. Pero ya se ha propagado. Hace un par de días, se acusó injustamente a un hombre de violar y agredir a su hijastra de tres años, que murió poco después. Falso. Pero a este hombre ya se le había hecho un linchamiento público. La Reina Sofía suspendió su viaje a Malta porque tenía gripe A. Desmentido. Pero qué más da si ya lo hemos dicho. Casos como éstos hay a patadas. Desde los asuntos más livianos, como que se anuncie a bombo y platillo la titularidad de Raúl en cada partido del Real Madrid y después se quede en el banquillo o a cualquiera de las cientos de noticias sin confirmar que se dan en los programa de corazón, hasta cuestiones mucho más graves como los dos primeros casos antes mencionados.

No pocas veces he visto la noticia de un atentado en el que se apunta la muerte del objetivo y, poco después, hay que rectificar. Recordaréis la historia del niño y del globo al que nunca se subió aunque lo dieron todas las televisiones del mundo. O de aquella actriz que coló una cadena de televisión llorando por haber metido en la lavadora un décimo de Lotería de Navidad premiado con el gordo, décimo que jamás compró. Todo eso han sido noticias. Sí, noticias. Es decir, hechos ciertos. Pero eran mentira. Ni siquiera hay grandes intereses ocultos detrás de esas informaciones. Es sencillamente que las cosas, por lo visto, suceden así.

¿De quién es la culpa de este desaguisado periodístico? De nadie, es simplemente que la vida es así. Faltaría más. Nunca hay autocrítica, nunca hay una disculpa, nunca hay una corrección de los métodos de trabajo. Nunca. Lo que sí hay es un afán desmedido y morboso por ser el primero en dar una noticia, la que sea, incluso aunque no se produzca tal noticia. No pocas veces he visto la noticia de un atentado en el que se apunta la muerte del objetivo y, poco después, hay que rectificar porque, oh, sorpresa, el objetivo no ha muerto. ¿Pasa algo por ello? En absoluto. Qué más da. ¿Que un familiar de un secuestrado o de alguien que ha sufrido un atentado pasa el peor rato de su vida por una noticia falsa? Una lástima.

¿Cuándo se van a dar cuenta los medios de comunicación del daño que pueden hacer a las personas cuando publican una noticia que no está confirmada, que no está contrastada o que, por muy fiables que sean las fuentes, puede ser falsa? ¿Quién restaura el honor y la vida de un inocente falsamente acusado? ¿Quién compensa a un familiar o un amigo que se haya hecho ilusiones por una noticia feliz falsa o que se haya desmoronado por una noticia trágica que resulta no ser cierta? La autoregulación está fracasando miserablemente porque todos los medios, desde los más grandes a los más pequeños, fallan con demasiada frencuencia. Las asociaciones de prensa no sirven para nada, porque también hay un tufo corporativista que esconde los problemas.

La única solución es la prudencia, esperar pacientemente a que las noticias se confirmen. Pero esa cualidad es inviable hoy en día. Cada medio quiere ser el primero en publicar la noticia, y eso prima incluso por encima de la veracidad de lo que se publica. Cuando salta un caso como los mencionados, todo el mundo a rasgarse las vestiduras. Cómo es posible que haya pasado algo así. Hay que hacer algo para que no se repita. Hay que machacar a los responsables. Y de pronto, nos damos cuenta de que ya nos hemos olvidado de ese último caso. O del penúltimo habría que decir, que ya se sabe cómo funciona esto. Dos días de indignación y después el olvido. Periodismo puro, ya sabéis.