lunes, abril 27, 2009

"Su sociedad está mucho más evolucionada"

"- Eso era un platillo volante que te saludaba. Hace dos semanas en México vimos unos 40, volando en formación. Tienen bases por todo el mundo, ¿sabes? Están viniendo desde 1946 cuando los científicos empezaron a llegar con el radar hasta la luna. Y han estado viviendo y trabajando entre nosotros en gran número desde entonces. Los gobiernos están informados.
- ¿Pero qué dices, tío?
- Bueno, tú acabas de ver uno, ¿no?
- Hombre, yo he visto uno ahí arriba, pero no trabajando aquí, a ver si me explico...
- Pues porque son personas como nosotros, de nuestro mismo sistema solar, solo que su sociedad está mucho más evolucionada. Ellos no tienen guerras, no tienen sistema monetario y no tienen líderes, porque cada hombre es su propio líder. Allí, cada hombre por su tecnología se puede alimentar, vestir, alojar, transportar a sí mismo, y todo sin ningçún esfuerzo.
- Uau... ¿Pues sabes lo que te digo...? Pues que eso son gilipolleces. ¿Qué te parece, eh?, que no son más que gilipolleces... Porque si son tan estupendos, ¿porque no se presentan claramente y se dejan de mariconadas?
- No se presentan claramente porque si lo hicieran en todo el planeta cundiría el pánico. En serio, porque nosotros tenemos líderes y nos fiamos de la información que nos dan. Y los líderes han decidido limitar la información por el shock que causaría a nuestros anticuados sistemas. Y el resultado de esto es que los venusinos han contactado con personas de todo el escalafón social. (...) Sería un duro golpe para nuestros anticuados sistemas. Por eso los venusinos se han mezclado con personas de todo el escalafón social en calidad de asesores. Alguna vez el hombre tendrá control absoluto sobre su destino, tendrá la ocasión de trascender y evolucionar con igualdad para todo el mundo."

Easy Rider (Dennis Hopper, 1969)

No toméis en serio la conversación que acabo de transcribir. Al fin y al cabo, la sostienen dos personas (el que defiende la existencia de platillos volantes es Jack Nicholson; el que flipa con ello es Dennis Hopper, también director y coguionista de la película) que llevan un pedal importante en una película mítica de un modo de vida muy particular. Pero esta conversación me ha recordado que un amigo mío dice que si algún día los alienígenas nos invaden, él tiene claro qué bando va a escoger. El nuestro no, por si alguien tenía alguna duda. Yo tan claro no lo tengo (...todavía...), pero empiezo a tener dos razones de peso para apoyarle (y a nuestros invasores). En primer lugar, que mi fe en el ser humano cae en picado y a pasos agigantados. Y en segundo lugar, aunque para ello tenga que dar credibilidad a la conversación que genera esta entrada, que los venusinos no tienen sistema monetario. Seguro que así no tienen crisis económica alguna para amargarnos la vida...

viernes, abril 24, 2009

Crisis humana

Cada día que pasa tengo más claro que lo que vivimos no es una crisis económica, sino una crisis humana. Cada día estoy más convencido de que lo que está pasando no es culpa del sistema económico, sino del comportamiento de las personas. Cada día veo más urgente cambiar nuestra forma de ser que nuestra forma de gastar. Cuatro millones de parados. ¿Y a quién le importa? ¿Quién hace algo de verdad para detener esa sangría de puestos de trabajo? ¿Los gobiernos (y, sí, digo los gobiernos, que algo tendrán que decir las instituciones de este alabadísimo estado de las autonomías que tenemos)? ¿Las empresas? ¿Los bancos? ¿A quién le importa? Que alguien me diga quién mueve un dedo para que no se pierda un puesto de trabajo y no para el enriquecimiento personal.

A las compañías telefónicas no les importa cortarte el móvil sin avisar por el retraso en el pago de una letra, sin importarles el perjuicio que te causen. Las eléctricas están dispuestas a liquidar el suministro a los abonados que no puedan pagar un mes por mucho que uno o su empresa necesiten imperiosamente la electricidad para salir de la crisis. Los bancos te machacan a comisiones, algunas de ellas ridículas, sin importar que seas un cliente fiable de muchos años que nunca se había retrasado en un pago. El crédito no llega a las pequeñas empresas, y a nadie le importa que eso suponga el cierre de estas empresas o el despido de la mayoría de sus trabajdores. Los gobiernos anuncian planes, inyecciones económicas, proyectos de salvamento y miles de ideas maravillosas que no parecen tener efecto alguno en la vida real. Los particulares se machacan entre sí por miserías y nadie tiende la mano al prójimo para tratar de ayudar. Nadie hace nada. A nadie le importa.

¿Crisis económica? No soy nadie para negar que exista, desde luego. Ya he dicho muchas veces que yo de economía no sé mucho, y lo poco que sé indica que sí hay crisis, claro. Pero me sigo riendo de la crisis económica cuando veo los beneficios multimillonarios de algunos. Cuando veo que algunos hablan de catástrofe por un descenso del beneficio en un seis por ciento o por perder dinero por primera vez en décadas (¿qué han hecho con todo lo que ganaron?). Cuando veo a algunos sectores ganando más dinero que nunca (porque los hay aunque no salgan en los medios). Cuando veo que pisotear a los demás por el miserable beneficio propio sigue formando parte del paisaje social. No nos engañemos. A nadie le importa que haya cuatro millones de parados, siempre y cuando uno mismo no sea uno de ellos. Mientras uno pueda mantener su ritmo de vida, ¿qué le importa lo que le pase a los demás?

Catástrofe es no tener dinero para pagar la hipoteca, para poder comer o para criar a tus hijos. Quienes sufren esto son quienes tienen derecho a hablar de la crisis. A mí cada día que pasa me da más asco la sociedad en la que vivimos y me aterra pensar que no hay alternativa, que estamos en una espiral destructiva de la que no vamos a salir nunca. En España hay cuatro millones de crisis. Un millón de hogares, sin salario alguno, en crisis. Ellos sí pueden hablar de crisis, ellos sí pueden contar historias, ellos sí pueden dejar claro que esto es, por encima de todo, una crisis humana y social. Pero a nadie le importa. Son sólo una cifra. No quieren que haya personas detrás de esas cifras, como tampoco quieren que haya personas detrás de las actitudes carentes de toda humanidad que han provocado esta crisis. Nos rodea la miseria humana. Y por eso es la misma esencia del ser humano lo que está en crisis.

miércoles, abril 22, 2009

Alucinado

Mi yo futbolero vive alucinado. Alucinado, para empezar, por lo que se vio ayer en el Santiago Bernabéu. Alucinado por diez minutos locos de los que engrandecen este deporte (igual que el Chelsea-Liverpool de unos días antes o el Liverpool-Arsenal que se jugó al mismo tiempo que el Real Madrid-Getafe; ¡cuatro goles de Arshavin en Anfield!), en los que la emoción, el ataque desenfrenado, la fe por ganar y el orgullo marcaron lo sucedido. Alucinado porque un jugador (en realidad fueron dos, ¿verdad, Marcelo?) arruinó esos diez minutos con una actuación irracional y fuera de lo común. Alucinado por ver a Pepe propinar dos patadas a un jugador, Casquero, que estaba en el suelo y al que acababa de hacer un claro penalti; por agarrarle del brazo y del pelo y decirle cualquiera sabe qué; por golpear en la cara a Albín con su puño y empujar a otro jugador del Getafe; por insultar al árbitro, al linier y al cuatro árbitro; por no irse del campo cuando le habían expulsado; por hacer inverosímil su arrepentimiento cuando salió como loco a celebrar el tercer gol de su equipo.

Estoy alucinado porque hacía muchos años que no veía algo parecido en un campo de fútbol. Porque uno puede entender una ofuscación momentánea, pero no una sucesión de acciones condenables y deplorables como la que protagonizó Pepe. Pero estoy también alucinado por el hecho de que haya que decidir entre un respaldo incondicional a una acción injustificable o un acoso absoluto contra el jugador. Alucinado al escuchar a Juande Ramos justificar lo sucedido, preguntándole a un periodista en la rueda de prensa posterior al partido si él pensaba que Pepe hubiera fallado si le hubiera querido dar una patada a Casquero en el suelo (¿y el puñetazo, Juande?). Alucinado al seguir escuchando a Juande al decir que considera una provocación que Casquero tirara el penalti a lo Panenka (la próxima vez que Robben regatee a seis jugadores, ¿qué hacemos, Juande? ¿Justificamos que alguien le parta la pierna?).

Pero también estoy alucionado con quienes hacen un juicio sumarísimo a Pepe, que hasta ahora se había mostrado como un jugador correcto. Lo que ha hecho el jugador madridista es gravísimo, sin duda. Tendrá una sanción que, me temo por los precedentes y por la absurda justicia futbolística que hay en España, va a ser corta para lo que ha hecho en el campo. Pero ya he dicho muchas veces que los linchamientos no me gustan y como se está produciendo uno contra el portugués, yo no me voy a sumar. Digo, sin ninguna intención de hacer daño y sí de que haya justicia, que me parecería inaudito que Pepe volviera a jugar esta temporada... y en algún partido más de la próxima. Pero hay quien está llegando a decir que habría que echarle del país y, lo siento, no me sumo. Un error, por grave que sea, no sentencia a nadie de esta forma. Y menos a un deportista. Tendrá una sanción y la cumplirá. Punto.

Lo que pasa es que vivimos una cultura de permisividad que se tiene en el fútbol con los nuestros. Lo suyo hubiera sido que en este caso, el primero en tomar medidas fuera el Real Madrid. Pero no ha sido así. Como tampoco lo han hecho antes otros equipos, tampoco nos vamos a engañar. ¿Sancionó el Barça a Giovanni por sus famosos cortes de mangas en el Bernabéu? ¿O más recientemente a Messi por escupir a un rival? ¿Hizo lo propio el Madrid con las peinetas que lanzó Michel a la grada del viejo Atotxa en San Sebastián? Ejemplos los hay de todos los colores y camisetas. Si es uno de los nuestros, el jugador recibe el apoyo incondicional haga lo que haga. Si es de los nuestros, es que algo habrán hecho para provocarle. Si no es de los nuestros, hay que lapidarle primero y preguntar después por los condicionantes. Ni uno ni otro tienen razón. Más justicia y menos aspavientos.

Y como lo que me gusta es el fútbol, y aunque no soy madridista (vivo en una curiosa esquizofrenia: los madridistas piensan que soy culé, y los culés piensan que soy madridista; y yo sólo soy txuri urdin, qué le vamos a hacer...), ¡viva el Pipita Higuaín! Ojalá todos los jugadores tuvieran su espíritu y sus ganas de ganar.

viernes, abril 17, 2009

Yo de mayor quiero ser eurodiputado

Ya está, ya lo he decidido. He tardado, que ya paso de la treintena, pero por fin lo he visto claro. De mayor quiero ser eurodiputado. Digo de mayor, a pesar de mi tardanza, porque ya voy a tener que esperar cinco años para poder conseguir el billete a Bruselas o Estrasburgo (que como no soy cervecero, tanto me da un destino que otro...). Me da que los partidos ya deben tener más o menos cerradas las listas para las elecciones que se celebran en junio, así que tendré que presentar mi candidatura para las de 2014. Y digo quiero ser eurodiputado porque si ya pensábamos que ese es el chollo de la política actual, el mejor retiro posible para un político, a partir de ahora la cosa mejora. Y es que resulta que después de la votación de junio entra en vigor un nuevo estatuto que regula las condiciones en las que sus señorías van a desempeñar su labor durante los próximos cinco años.

Para empezar, se fija un sueldo único para los eurodiputados de todos los países miembros de la Unión Europea. Esta medida viene a eliminar las desigualdades que producía el hecho de que cada eurodiputado cobrara el mismo sueldo que los parlamentarios que trabajaban en su propio país. Y ese sueldo único se ha fijado en 7.665 euros al mes. Dado que los eurodiputados españoles están cobrando, hasta las elecciones de junio, 3.126 euros (chínchense los italianos, que antes ganaban 11.703 euros al mes y ahora van a perder cuatro mil cada treinta días...), creo que podemos concluir que su subida salarial será ligeramente superior a la del IPC. Y hago esa comparativa porque nunca jamás en mi vida he visto en mi nómina una subida superior a la del IPC anual.

Supongo que llegar al primer día del curso parlamentario y encontrarte una nómina de más del doble de dinero del que cobrabas hasta el final del curso anterior debe ser una experiencia alucinante y recomendada por diez de cada diez médicos. Por si alguien se lo está preguntando, el presidente del Gobierno gana más que un representante en el Parlamento Europeo. Concretamente, dos euros y cuarenta céntimos más, justa retribución a la distinta carga que tiene con respecto a un eurodiputado. Si sólo fuera cuestión de salario, uno podría sentir la tentación de opositar a presidente del Tribunal Supremo (146.342,58 euros anuales, 12.195 al mes) del Congreso de los Diputados (193.398 euros anuales, 16,116,5 mensuales) o incluso de la Generalitat de Cataluña (169.446 euros al año, 14,120 cada treinta días). Pero, amigos míos, es que ahí no acaba todo para el eurodiputado.

Para empezar, me gusta su jornada de trabajo. Mientras el Parlamento Europeo llegó a debatir que se ampliara la jornada laboral de 48 a 65 horas semanales (quizá en un atisbo de vergüenza torera, la Eurocámara acabó rechazando esa propuesta), resulta que sus señorías trabajan de lunes a jueves. No se vayan a cansar, oiga, que tienen que estar frescos para hacer lo suyo. Y para solucionar cualquier tipo de incomodidad que estos cuatro días de trabajo pudieran generan en nuestros representantes electos, resulta que cada día que un eurodiputado pase en alguna de las dos sedes parlamentarias recibe 241 euros en concepto de dietas. Seguro que si les busco en Internet, encuentro para nuestras señorías algún restaurante local en el que puedan degustar un magnífico menú por diez o doce euros, que no se vean apurados por cuestiones económicas, no...

Pero no paréis de leer, que hay más. Con el nuevo reglamento, los eurodiputados tienen la potestad de contratar, a cuenta del Parlamento por supuesto, a "colaboradores personales libremente seleccionados por ellos". Comentan que en la práctica eso suponía hasta ahora que te llevabas a Bruselas o Estrasburgo a tu pareja o amigo del alma para vivir la vida loca. Y por si eso pudiera parecerle poco ético a alguien, lo ponemos en el reglamento y así le damos una estupenda cobertura legal. Un punto a favor del nuevo reglamento es que ahora la Cámara va a pagar lo que cuesten los billetes de avión de los europarlamentarios, y no una cantidad fija como sucedía hasta ahora. Antes sus señorías se andaban peleando con las páginas web para conseguir vuelos baratos y ofertas de última hora porque se quedaban con la diferencia. Para compensar esa pérdida de poder adquisitivo, el Parlamento Europeo abre la posibilidad de que viajen en clase businness, que en turista ya viaja el populacho y además no te dan de comer.

Dentro de unos pocos días, nuestros políticos comenzarán sus discursos para intentar convencernos de lo importantísimo que es el Parlamento Europeo y de lo imprescindible que es que todos, absolutamente todos, vayamos a votar. No soy del todo capaz de entender para qué sirve en realidad el Parlamento Europeo (y si alguien quiere saber más sobre esta institución, para eso está la Wikipedia), pero me parecer perverso que estas elecciones sean solo una especie de primarias para las generales. Porque eso es lo que van a ser. Si el PP gana, pedirán a Zapatero que adelante las elecciones al Parlamento patrio. Si es el PSOE el que vence, conseguirá un respiro que le permitirá, seguramente, llegar al final de la legislatura a poco que los datos económicos siquiera comiencen a mejorar. Reconozco que esa lectura, y no otra cosa, desde luego ninguna ilusión especial de carácter europeo, es lo que me va a llevar a votar dentro de mes y medio.

Y mientras tanto, 50 españolitos se irán a trabajar al Parlamento Europeo. Pero bien pensado, yo de mayor no quiero ser eurodiputado. Creo que no sería capaz de vivir con tanto lujo a cambio de semejante carga de trabajo.

miércoles, abril 15, 2009

Justo cuando el fútbol me empezaba a aburrir...

Sí, lo admito. El fútbol me empieza a aburrir. La mayoría de las veces que me siento delante del televisor o en un estadio a ver un partido, ya no veo ese deporte apasionante del minuto uno hasta el final. Salvo contadas excepciones, ya no veo un juego agresivo, vibrante, apasionante y competido. Lo que veo es un aburrido juego de mesa de entrenadores, jugadores sin talento y sin sangre, árbitros que ralentizan los partidos y alteran los resultados, información rosa y amarilla en lugar de análisis y debate deportivo. Pero entonces, justo cuando de verdad me empiezo a plantear en serio que el fútbol me empieza a aburrir, entonces sucede algo que borra por completo esa sensación y me hace sentirme de nuevo como un niño pequeño: Chelsea 4 - Liverpool 4. Con la música de Champions de fondo.

Con este partido, sucede que redescubro todo lo que me hace adorar el fútbol por encima de todas las cosas. Vuelvo a ver que es un deporte que me emociona aunque mi equipo no esté sobre el campo. Disfruto de una lucha hasta el final incluso cuando no hay esperanza. Anhelo estar donde dos grandísimos equipos ofrecen una batalla para la historia. Salto con cada gol, con cada jugada, con cada oportunidad porque veo que hay 22 jugadores sobre el campo que lo dejan todo, que luchan cada balón, que buscan la gloria por imposible que parezca alcanzarla. Que se marcan ocho goles, que tiran 32 veces a puerta, que engrandecen el fútbol, el deporte y la vida misma. Porque me han dejado dos horas que no se me van a olvidar nunca y porque sé que, dentro de muchos años, cuando hable de fútbol con gente que no haya visto este partido, hablaré con ellos sobre esta remontada inconclusa, sobre este hermosísimo espectáculo deportivo, sobre este imborrable espectáculo.

No, no soy seguidor del Liverpool. Me hice un poco de este equipo cuando fichó a Xabi Alonso. Es el mejor jugador que ha salido de la cantera de mi Real Sociedad en años y cuando le veo triunfar me doy cuenta de que, por mucho que estemos en Segunda y en la ruina económica, mis sueños en blanquiazul son posibles. Pero en realidad soy del Manchester United. Ver siendo un crío a Eric Cantona me hizo para siempre seguidor de este equipo. Porque uno no elige de qué equipo es, no. Eso se siente en un momento especial, único e inolvidable. Y por eso sé, que si hoy fuera niño, sería irremediablemente del Liverpool. Porque noches como la de ayer o como la de la final de Champions que le remontó al Milán (3-0 al descanso, 3-3 al final, Liverpool campeón por penaltis) son las de que hacen soñar, de las que hacen sentir y vibrar como si el partido que estás viendo fuera el único, el último y el mejor.
Pero además de futbolero, soy periodista. Y toda la satisfacción y orgullo que sentí al ver el partido de ayer se convierte en tristeza y lástima cuando uno ve las portadas de la prensa. As y Marca tienen cosas mejores de las que hablar en lugar de dedicar algo de atención a un partidazo inolvidable. ¿Noticias? Ninguna. El rinconcito de arriba a la derecha es todo lo que consigue este partido. La prensa deportiva se muere si no atiende al deporte. Y aquí, de donde menos cabía esperarlo hace tiempo, un resquicio de esperanza. A pesar de que también jugaba el Barça, Mundo Deportivo sí da espacio a este Chelsea - Liverpool. La prensa catalana es tradicionalmente mucho más forofa y menos objetiva. No, rectifico. Lo era. Hoy, cuando ambas parecen estar a la par en sus enfoques tergiversados, ficticios y aburridos, la prensa catalana ha dejado una lección para la madrileña porque ha centrado su atención en el deporte. Y como el propio Mundo Deportivo dice, eso es lo apasionante.

martes, abril 14, 2009

Sobre las descargas en Internet

Que Ángeles González-Sinde sea la nueva ministra de Cultura y que Francia esté a punto de aprobar una ley durísima contra la piratería en Internet ha devuelto al primer plano de la actualidad el asunto de las descargas desde la Red. Y hace tiempo que le doy muchas vueltas al asunto porque no acabo de entender muchas de las cosas que oigo. En primer lugar, lamento que se esté aplicando el término "pirata" con una ligereza que me parece poco menos que inconcebible. ¿Eramos piratas en los años 80 por copiar LPs a una de esas viejas cintas? ¿Lo éramos por copiar las películas en VHS que nos dejaba un amigo? La respuesta es obvia: no. Y no se nos perseguía por ello. Por lo tanto, ahora no podemos serlo por bajarnos una copia de un disco o una película de Internet. La vida se adapta a Internet, la industria no. De eso tiene la culpa la industria, no el consumidor.

Dejando claro que no me considero para nada un pirata por mucho que pueda descargar de la red, sí es cierto e indiscutible que hay que luchar contra la piratería. Hay que aplicar la ley contra quien vende copias ilegales, con quien trafica con películas o discos. Pero en su justa medida. Es un absurdo jurídico plantear penas mayores contra los piratas informáticos que contra alguien que asalte un centro comercial y se lleve todos los CDs y DVDs que encuentre. Durante años se ha actuado contra el top manta. Pero no tanto contra los suministradores de esos discos como contra los vendedores. Y eso es otro error. Sacar a un vendedor de las calles no elimina el negocio ilegal. Pero, como sucede demasiadas veces en esta vida, quien de verdad tiene el poder no sufre las consecuencias de la persecución. El top manta era para algunos (y parece que lo sigue siendo) un negro vendiendo discos en la calle. El que los copia, distribuye y se enriquece lo mismo no es un negro.

Otro gran error es contabilizar todo lo descargado como pérdidas de la industria del entretenimiento. Bueno, no es un error, es directamente una mentira interesada. ¿Acaso creen que todo el mundo pagaría por los contenidos que se baja de Internet si no tuviera la posibilidad de conseguirlos gratis? En absoluto. Es más, creo que el fenómeno es el contrario. Internet es una herramienta de publicidad impresionante que la industria no utiliza. En El Mundo, encontré una referencia a este informe canadiense que concluye que las descargas en Internet ayudan a la venta de discos. Y no puedo estar más de acuerdo porque, extrapolado a mi propia experiencia veo que es verdad. Yo me bajé toda la serie de Galactica porque no tenía otro modo de verla. Y ahora me la he comprado en DVD. Descuenten lo que me ha costado de las pérdidas que Internet provoca a la industria, por favor. ¿Cómo hago para comprarme todos los números de Batman editados desde 1940 hasta hoy? Porque yo no dejo de adquirir a su precio de portada las novedades que se editan en España. Internet permite conseguir contenidos inaccesibles de otro modo. Pero eso no parece contar para quienes maquinan la nueva ley.

Hace poco me decían que en Suecia se ha aplicado una restrictiva ley, similar a la que quiere sacar adelante Francia (y que sirve de modelo a demasiada gente en España; y no deja de ser curioso y paradójico que los adalides del progresismo copien una ley de Sarkozy, pero bueno...) y que el descenso en la contratación de las líneas de ADSL ha sido brutal. A ver cómo explica la industria del entretenimiento el colapso de la industria de las comunicaciones cuando se produzca por su culpa. Pero es que hasta en esto hay un error grave. Pensamos que todo el mundo necesita una conexión de alta velocidad para bajarse películas y discos a lo bestia y no es verdad. Cometemos aquí el mismo error que con el famoso canon que grava discos vírgenes. Igual que se usan estos soportes para grabar contenidos personales y profesionales, Internet es un instrumento de comunicación (personal y profesional) impresionante que está limitado por la ínfima calidad de las líneas que tenemos en España. No creo que tengamos que pagar más por el uso fraudulento que algunos quieran darle. Me niego a pagar más por un DVD en el que quiero guardar mis fotos y me niego a pagar más por mi ADSL para compensar a los creadores.

Y llegamos a los creadores. Siempre he pensado que cometen un error inmenso al tratar al consumidor como un delincuente. Yo no dudo en comprar discos o películas que me gustan si los encuentro a precios razonables. Quizá lo que habría que pensar es que pagar siete euros por una entrada de cine, 30 por un DVD de estreno, 45 por una temporada de una serie o 25 por un disco recién lanzado al mercado no es el precio más adecuado para convencer al consumidor de adquirir el producto. Quizá habría que enseñar antes algo de ese eproducto para que nos picara el gusanillo y lo compremos. Quizá haya que poner más empeño en ofrecer contenidos de calidad y no la misma película de siempre con dos trailers más en una edición especial por la que cobrar doble precio o un disco de versiones con dos temas nuevos como si estuvieras comprando algo diferente. Quizá. Claro que un creador tiene que ganar dinero con su trabajo, no faltaba más, pero no a costa de timar al consumidor. Son ellos, además, los que obligaron a poner sistemas anticopia en los discos, vulnerando el derecho del comprador a hacer una copia privada.

La ministra de Cultura forma parte hoy de ese autoproclamado grupo de guardianes de la propiedad intelectual. Ya hay peticiones para que se inhiba en decisiones que tendrían que ser naturales para un ministro de este ramo, y eso es un problema que no había alcanzado a ver cuando, hace un par de entradas, pedí cien días de gracia para ella. Si soy inflexible con las incompatibilidades de un diputado que quiera ejercer como abogado, también tengo que serlo con una ministra que se puede convertir en juez y parte en temas audiovisuales. Por otro lado, la nueva ministra dice que hay que escuchar a todas las partes para la nueva ley, pero no tengo claro que lo vaya a hacer. No tengo claro que el testimonio de un usuario sirva de mucho. Es más fácil ceder a la demagogia sobre la piratería en Internet. Y así, que no lo duden, acaban fomentando la piratería como forma de rebelión.

domingo, abril 12, 2009

Pequeños momentos

Una larga charla con un amigo. Visitar el piso todavía vacío en el que una pareja a la que adoro ya ha comenzado a construir su vida. Comer la hamburguesa más grande que he visto en mi vida tras ser desafiado a que no podría con ella. Decirle a una persona especial lo mucho que me alegro de haberla conocido. Intentar entender lo que significa cada mirada, cada sonrisa y cada palabra de una preciosa niña de tres años. Darte cuenta una vez más de que la distancia geográfica no marca el grado de amistad y de cariño que sientes por alguna gente. Escuchar el mar, olerlo, sentirlo y quedarte embobado mirándolo. Que te inviten a cenar porque quieren hacerlo, nunca por compromiso. Acordarte de un amigo que pasa por malos momentos y ver que algo, por poquito que sea, le has ayudado. Recibir un regalo que te hacen porque saben que te va a gustar y no porque toque hacerlo. Emplear tu tiempo en crear algo que sabes que hace ilusión recibir. Ver sentado en el borde de la silla y comiéndote la pantalla el final de una serie que te ha tenido años enganchado. Estar, aunque fuera sólo unas pocas horas, en la ciudad más bonita del mundo. Que toquen madera por ti. Cantar un gol de los tuyos aunque, al final, no sirva para ganar. Dar las gracias por algo que te han hecho y que te las den por algo que has hecho.

Pequeños momentos, todos ellos de las últimas semanas. Al final eso es lo que cuenta.

jueves, abril 09, 2009

Nos invaden los superhéroes americanos


Hace algún tiempo, incluí en este blog la visita que Batman hizo a Gibraltar. Bueno, pues ahora parece que se ha puesto de moda que los superhéroes americanos visiten España (¿o es que sus villanos se refugien en nuestro país...? No, eso no, que seguro que a alguno le da por echarla la culpa a Rubalcaba y a Zapatero...). En próximas fechas, veremos tanto a Batman como a Spiderman luchando en nuestro país. Y luego dicen que España está perdiendo atractivo turístico... Por un lado, el Hombre Araña visita Cádiz (no acabo de tener muy claro cómo enfocar eso de que Spiderman toree a Rhino... con una bandera española) y por otro el Hombre Murciélago resuelve un caso en Barcelona.
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La elección de la Ciudad Condal es lógica y razonable, puesto que es una ciudad que está en el mapa internacional desde hace muchos años (sobre todo desde los Juegos Olímpicos de 1992), pero la de Cádiz me ha parecido mucho más curiosa. E interesante, para qué negarlo, porque el exotismo del escenario (que lo tiene aunque para nosotros sea de sobra conocido) siempre llama la atención. No es la primera que la industria americana del entretenimiento se fija en la ciudad andaluza (recuerdo que para Muere otro día, la última película de Pierce Brosnan como James Bond, se rodaron algunas escenas allí), pero la historia gaditana no ha suscitado la misma atención mediática que la de Batman (que tuvo su hueco en muchos medios digitales y algunos informativos de televisión). Una pena.
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Aunque los cómics en cuestión no pasen a la historia precisamente por sus valores artísticos, como jugada promocional no está nada mal. Será difícil que el lector habitual de cómics se resista a echar un vistazo a una aventura de sus héroes que se desarrollan tan cerca de sus propias casas. Y, qué demonios, a los lectores extranjeros les servirá para colocar el país en el mapa, porque aunque a veces nos creamos el ombligo del mundo los hay que no tienen muy claro dónde está España o qué puede ofrecer. Y ahora la veda está abierta... ¿Cuál será la próxima ciudad española que visiten los héroes del cómic? ¿Madrid? Gallardón, toma nota que cualquier publicidad es buena para conseguir los Juegos Olímpicos de 1016...

miércoles, abril 08, 2009

¿Cien días o cien segundos...?

Cien días de cortesía. Eso era lo que se solía dar a todo aquel que era nombrado para desempeñar una función. Digo era porque eso, si es que en realidad llegó a existir alguna vez, forma parte del pasado. Zapatero cambia el Gobierno y hay críticas casi desde antes de que nombre a los nuevos ministros. El rey de la confusión, otra vez más, fue Mariano Rajoy, que se puso a hablar ante los medios antes incluso de que el presidente del Gobierno concluyera su comparecencia. Bien pensado, daba igual porque dijera lo que dijera Zapatero y nombrara a quien nombrara, el discurso de Rajoy habría sido el mismo. Previsible, aburrido y poco argumentado en la realidad. Si yo hubiera estado delante de él, le hubiera pedido que me dijera los nombres de los nuevos ministros, así de convencido estoy de que ni siquiera se los sabía. Porque luego hay mucho valiente a la hora de interrogar a una aspirante a Miss España, pero, ah, la valentía se evapora cuando delante está el líder de la oposición...

De entre los nuevos, parece que hay cuatro que no van a tener esos cien días de cortesía. Los afortunados que sí da la impresión que disfrutarán de ellos son Trinidad Jiménez y Ángel Gabilondo. En ambos se da la circunstancia de que debutan como ministros y eso juega a su favor en este mezquino aspecto de la evaluación precipitada. En el caso de Gabilondo, además, está el desconocimiento absoluto que demasiada gente tiene sobre él. Eso indica dos cosas. La primera, que la educación pasa por un nivel bajísimo de reconocimiento social y político, puesto que estamos hablando del rector de una universidad. La segunda, que parece que el Gobierno apuesta por la educación a través de la educación. Y ya era hora. Reconoce un error (dar la competencia de universidades al Ministerio de Ciencia de Cristina Garmendia) y coloca a quien sabe de educación al frente de esa cartera. Ojalá lo haga bien y por fin España consiga un mínimo consenso en esta materia, tan despreciada y vilipendiada durante tantos años por todos los agentes implicados.

A los otros cuatro ya se les ha juzgado y, por lo general, condenado. Manuel Chaves y Elena Salgado han sufrido un juicio político por lo que ya sabemos de ellos, aunque no comparto muchas de las cosas que he oído. A mí me parece lógico que un político que ha sido presidente de una comunidad autónoma durante casi dos décadas se ocupe de las relaciones con las distintas administraciones territoriales. Y lo de Salgado también tiene cierta lógica. La ya vicepresidenta tiene muy buena fama entre la gente que ha trabajado con ella, goza de la confianza absoluta de Zapatero, ha pasado por ministerios técnicos que le ayudarán a gestionar la economía, y si algo ha marcado su participación hasta ahora en el Gobierno ha sido su habilidad para no crear polémicas artificiales. Es fiable. ¿Está preparada para asumir la vicepresidencia económica? En realidad no lo sé. ¿Cien días de cortesía para averiguarlo...?

El juicio a José Blanco y Ángeles González-Sinde ha sido social. Pepiño cae mal a la gente. No conozco a nadie, de izquierdas o de derechas, que hable bien de él en una tertulia política. Pero suelen ser juicios sobre su fachada, no sobre su trabajo, porque aquello y no ésto es lo que más se conoce de él. Que sea un tipo aparentemente antipático, que sea a Zapatero lo que Guerra fue a Felipe, que haga de vez en cuando declaraciones altisonantes (que a mí tampoco me suelen gustar demasiado), no oculta (o no debiera ocultar) sus méritos: ha ganado todas las elecciones en las que la maquinaria socialista ha dependido de él y ha sabido pacificar en torno a su líder aun partido que, cuando Zapatero llegó a la Secretaría General del PSOE, estaba divivido por broncas y peleas varias. Caldera se moderó mucho cuando llegó a ministro. ¿Le sucederá lo mismo a Blanco? Por otra parte, siempre he pensado que Fomento necesita de un ministro más técnico que político, pero volvemos a lo anterior: cien días de cortesía y después ya veremos.

Lo de González-Sinde es más peliagudo. Por supuesto que habrá que esperar un tiempo para conocer sus primeros movimientos, pero no me ha gustado su nombramiento. El cine español es un sector ultraprotegido por las subvenciones cuyo modelo (por razones económicas, de prestigio y de pura lógica) no puede extenderse al resto de la cultura de este país. No comparto su enconada defensa de la lucha contra la piratería que penaliza el consumidor más que al auténtico ladrón y temo que su nombramiento endurezca leyes que ya de por sí veo absurdas. Ella misma ha dicho en su toma de posesión que entiende la cultura como "generadora de bienestar". Multar a quienes se bajan una película con más dureza que a quien arrampla con toda una estantería de DVDs en un centro comercial no es el camino para ese bienestar. Hagamos cultura y hagámosla bien, y entonces todo lo demás vendrá solo. Porque no sólo se tiene que poner a disposición de los creadores, como dijo, sino también a disposición de los consumidores. Internet, en todo caso, ya es un clamor contra su nombramiento. Ni cien días ni nada, claro.

La salida de Solbes me parece adecuada, entendida como el mismo revulsivo que busca un club de fútbol al cesar al entrenador. La crisis económica, sin ser culpa suya, demandaba ese relevo. Lo de Magadalena Álvarez parecía cantado, pero me parece una decisión a destiempo; debió suceder antes y con un mínimo de autocrítica (aunque no por lo que dijo de ella la oposición en ciertas ocasiones; en ningún país del mundo se genera un linchamiento como el que padeció por una nevada o por el cierre de Barajas para evitar accidentes en un temporal). Bernat Soria se queda como una decepción, porque apuntaba mucho y no legó demasiado. Y tres cuartos de lo mismo con Molina, que tampoco pareció cogerle el pulso al Gobierno. De los cambios de competencias, me gusta mucho que la Secretaría de Estado para el Deporte pase a depender de Presidencia. Nunca le he encontrado mucha lógica a que estuviera en Cultura y tampoco me parece el momento de crear un nuevo ministerio específico, que supondría crear nuevos altos cargos y una nueva y cara estructura en base a la ya existente.

¿Cien días de cortesía? No, esta vez no han sido ni cien segundos. La filtración de alguno de los cambios ha provocado que muchos tuvieran ya pensado su juicio antes de que los nombramientos fueran oficiales. Hablando de la filtración, se me ocurren dos cosas. Primero, que no veo la gravedad por ningún lado. No estamos hablando de un secreto de Estado ni de un sumario judicial que sólo pueden conocer las partes. Estamos ante unos nombramientos. Zapatero podrá lamentar el error de haber confiado en alguna persona en concreto a la que pidiera silencio, pero conocer sus intenciones por una filtración no es un rasgo de control o descontrol de ningún Gobierno. La segunda, que no creo que haya que darle más importancia a una filtración que a la propia crisis de Gobierno. ¿Qué es lo trascedente? Supongo que no habrá dudas a la hora de responder.

miércoles, abril 01, 2009

Dichos y hechos

Creo que puedo decir con total rotundidad que Mariano Rajoy es una de las mayores decepciones políticas que me he llevado en los últimos años. Cuando Aznar le designó como su sucesor, fue todo un alivio porque no creo que el PP, la política y España hubieran sobrevivido a que el escogido fuera Jaime Mayor Oreja. Rodrigo Rato hubiera hecho las cosas mucho mejor, sin duda, pero no sé hasta qué punto hubiera calado en el electorado del PP. Con sus pros y sus contras, y teniendo en cuenta que no compartimos ideología, la elección de Rajoy no parecía mala. Un tipo, en apariencia, más sosegado que Aznar (dicho sea de paso, tampoco es que eso parezca una tarea demasiado compleja), con experiencia en el Gobierno (vicepresidente, portavoz y ministro de Educación y de Interior) y con más dotes parlamentarias que su entonces jefe. Pero de todo eso no hay, no hubo y seguramente no habrá nada de nada.

Su aparición el lunes en el programa de TVE Tengo una pregunta para usted vino a confirmarme lo que ya sabía, que Rajoy tan pronto puede decir una cosa como la contaria, tan pronto puede aplicar un principio como ignorarlo, tan pronto puede hacer una promesa como incumplirla. No es una novedad, por supuesto; esa y no otra es la trayectoria que ha seguido Mariano Rajoy durante los cinco años que lleva dirigiendo el PP, con o sin sombra de Aznar, que para el caso eso ya da igual. Que le defiendan sus correligionarios me parece entendible, que para eso es su jefe y los triunfos de Rajoy serán los suyos propios, pero me asombra que encuentre respaldo más allá. Las encuestas del CIS vienen dejando claro desde el principio que el PP tiene mucho mayor respaldo electoral que él mismo valoración entre los ciudadanos. Y cada vez que actúa (o no actúa) deja claro el porqué.

El lunes, en el plató de TVE, Rajoy aseguró una vez más que no hay que tener miedo a contarle la verdad a la gente. Se refería a la crisis económica. Y es verdad que durante mucho tiempo se minimizó lo que iba a ser esta crisis (otra cosa es que las consecuencias fueran bastante imprevisibles en algunos casos), pero roza lo ridículo que esa afirmación salga de quien dijo que del hundido Prestige salían "hilillos de plastilina", de quien respaldó la existencia de armas de destrucción masiva en Irak o de quien proclamó el 13 de marzo de 2004 que tenía "la convicción moral" de que ETA estaba detras de los atentados del 11-M. Miedo sí debió de tener Rajoy cuando no se atrevió a decirle a la cara a un inmigrante ilegal que su partido defiende la expulsión inmediata del país de todo aquel extranjero que llegue España de forma irregular. Como ese inmigrante que hizo la pregunta. ¿Y acaso es relevante que prometa en su programa electoral equiparar el sueldo de policías y guardias civiles con el resto de agentes de seguridad autonómicos cuando eso mismo prometió siendo ministro del Interior y no lo cumplió? Será que no.

También hay una gran diferencia entre lo que dice y lo que hace cuando se le pregunta por la corrupción o por las dimisiones de cargos políticos implicados en algún asunto turbio. Primero dice, hablando de corrupción, que "las personas que tengan comportamientos inaceptables deben dejar la vida política". Cuando luego se le pregunta por qué no ha cesado a Trillo, por qué alguien que actuó como él lo hizo con las familias de los militares fallecidos es el portavoz del PP en la Comisión de Justicia (¡qué ironía más deplorable!) en el Congreso de los Diputados, dijo que "no se puede inhabilitar a una persona eternamente" por un error político. Hablando en plata, que a los demás les exigiré (nunca pediré, sino que exigiré) sus dimisiones cuando le venga en gana pero para los suyos, hombrepordios, cómo se nos ocurre decirle algo así. Menos mal que todavía Garzón no había apuntado el nombre del tesorero del partido, porque a ver cómo explica que no aparta de las cuentas del PP a quien puede haberse enriquecido con dinero de una trama corrupta. Bueno, lo explica como lo ha hecho hoy: sin contestar a las preguntas de la prensa.

En este mismo terreno, proclamó que no es partidario de tomar decisiones drásticas sin pruebas o decisiones judiciales definitivas, porque luego a ver quién restituye el honor del condenado públicamente por error. Ese rasero ya sabemos que no lo aplica cuando los acusados son de otro partido (¿os acordáis del doctor Montes? ¿Ese al que Esperanza Aguirre iba a restituir en su cargo si se probaba que no había homocidio alguno en el Severo Ochoa de Leganés?). A Bermejo, claro, no pasaba nada por acusarle de connivencia con un juez. Cuando se le pregunta por el Yak-42, a Trillo hay que respetarle y aceptar sus disculpas (las de Bermejo, como está mandado, no). Y el mismo respeto hay que tener con las decisiones que adopte un juez. Pero sólo si ese juez no es Garzón, que entonces es un prevaricador peligroso y "socialista" al que no deberían dejar salir a la calle. Y si es Gómez Bermúdez, sólo estamos de acuerdo sí conviene. Es decir, estamos con él cuando decide no llamar a declarar a Trillo pero rechazamos todo lo que hace cuando se trata del 11-M. Porque sí, amigos míos, este es el mismo juez que instruyó la investigación de los atentados de Madrid, una instrucción que el PP defendió que se desechara y se comenzara de cero.

Cuando le recordaron que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, se ponía medallas cuando el empleo crecía en dicha comunidad más que la media nacional pero que ahora critica al Gobierno cuando se está destruyendo más empleo que en ningún otro sitio, Rajoy dice que el grueso de las políticas económicas son nacionales (en las oficionas del INEM figuran los escudos autonómicos, así que algo tendrán que decir, en lo bueno y en lo malo). Y cuando le insisten, Rajoy se defiende asegurando que no conoce esas declaraciones. Como tampoco debe conocer las de otros portavoces de su propio partido, puesto que en el programa de TVE garantizó que los ahorros de los españoles estaban asegurados y apostó por la fortaleza del sistema financiero español, a pesar de que horas antes (y, por supuesto, horas después) de que otros dirigentes populares como Cristóbal Montoro o María Dolores de Cospedal auguraran la ruina económica del país por culpa de Zapatero a raíz de la intervención del Banco de España a Caja Castilla-La Mancha. Será que quien le hace el resumen de prensa en Génova le recorta las páginas que no le gustará leer cada mañana a Rajoy.

El líder del PP culpa a Zapatero de que uno de los motivos causantes de la precaria situación de las pymes sea el impago a estas empresas por parte de las administraciones (¡la que está liando Zapatero!, que diría un amigo mío...), pero desde luego no da orden a las comunidades autónomas y ayuntamientos gobernados por el PP para que liquiden esas deudas y ayuden a frenar el aumento del paro. Tampoco moviliza a sus comunidades autónomas para ayudar a Canarias en materia de inmigración porque, lógicamente, es más fácil quedarse de brazos cruzados y culpar al Gobierno de Zapatero. ¿Para qué explicar con claridad las competencias que tiene cada uno en cada materia y ofrecer ayuda a quien tiene problemas? Es mucho mejor culpar al Gobierno de todo tenga o no parte de responsabilidad (y en muchos asuntos ya lo creo que la tiene). Y si alguien me recuerda que lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible, niego la mayor.

Ese es Rajoy. Alguien que ha convertido en arte la distancia no ya entre lo que se dice y lo que se hace, que ya tendría mérito, sino entre lo que dice en una ocasión y lo que dice en otra. Será que Rajoy es tan revolucionario (pero de derechas, que nadie se confunda...) que yo no soy capaz de entenderle...