sábado, marzo 28, 2009

Yo no me sumo

Quedan unas pocas horas para que la iniciativa que se ha bautizado como La hora del planeta, organizada por WWF. El planteamiento es sencillo. Consiste en apagar las luces durante una hora, de las 20.30 a las 21.30 de hoy, sábado 28 de marzo. Unas 3.000 ciudades de 84 países, más de 80 españolas, han anunciado que se suman a la iniciativa y mantendrán sus monumentos a oscuras durante esos 60 minutos. Se prevé que esta iniciativa, considerada ya la mayor campaña en defensa del medio ambiente de la Historia, la secunden unos 1.200 millones de personas a lo largo del planeta. Yo no seré una de ellas. Yo no me sumo. Ya sé que me sitúo en la esfera de la políticamente incorrecto, pero es lo que voy a hacer y no me pienso esconder.

¿Por qué no me sumo? Para empezar hay una razón de fondo. Aunque es evidente que hay que hacer mucho más para la conservación del medio ambiente, me considero también un firme defensor de los avances tecnológicos. ¿Debemos renunciar a la tecnología para salvar el planeta? No lo creo. ¿Que se puede adaptar más y mejor esa tecnología para que no suponga una agresión al planeta? Sin duda. Pero, como en casi todo, la culpa no es de la energía, sino del uso que hacemos de ella. No creo que apagar las luces durante una hora solucione los problemas medioambientales, y es por eso que la campaña, muy respetable, no me parece más que un acto de propaganda con escasos efectos reales. Quizá a alguno le sirva para tranquilizar su conciencia y sentirse mejor, pero a mí eso no me basta.

Antes que sumarse a lo que yo entiendo como un paripé (ojo, lo sería para mí, no estoy criticando a quien se sume a la iniciativa, digo que, insisto, desde mi punto de vista personal e intrasferible no es suficiente ni le encuentro demasiada justificación), prefiero un comportamiento general. Porque estoy seguro de que hoy habrá muchos que apaguen todo y se sientan muy satisfechos pero a partir de las 21.30 horas se dediquen a despilfarrar. A utilizar el coche para trayectos de diez minutos andando, a dejar todos los aparatos electrónicos de la casa en stand by cuando no los están utilizando, a utilizar las bombillas que más gasten, a dejarse el grifo abierto cuando se lavan los dientes. Si la iniciativa tiene un fin pedagógico y consigue convencer a alguno, bienvenida sea. Pero me da que se queda en un intento noble pero baldío.

Tampoco me gusta que la iniciativa sea un sábado (día que sólo es positivo por las actividades culturales paralelas que se organizan en algunas ciudades, talleres, conciertos y espectáculos). Parece que se coloca en una jornada festiva para que no tenga influencia real en la vida diaria. Entonces no le veo el mérito por ningún lado. Las grandes empresas no se van a ver obligadas a apagar las luces y el llamamiento se limita a los consumidores. Las corporaciones no quieren (no van a) permitirse una hora sin trabajo, pero lo que se nos pide es que a las 20.30 se apagan las luces de los proyectores de cine, las televisiones en las que disfrutamos de nuestras horas de ocio, las luces de los restaurantes y nuestros ordenadores particulares.

En esta línea, empiezo a estar más que harto de que sea el consumidor el que tenga que hacerlo todo y aportar granitos de arena a todas las iniciativas habidas y por haber. En mi antiguo trabajo yo era casi el único que apagaba su ordenador por la noche. Las luces, siempre encendidas, a todas horas. Y es que uno pasea por cualquier ciudad y ve las luces de los edificios de oficinas permanentemente encendidas, incluso de noche e incluso sin que esa luz esté ayudando a nadie. Simplemente no se apaga. Si los grandes consumidores no reducen el desperdicio de energía, es absolutamente inútil que el ciudadano de a pie colabore en estas iniciativas. Lo malo es que hace ya mucho tiempo que las casas no se construyen desde los cimientos, sino que se empieza por los tejados. Yo quiero que los gobiernos actúen, quiero que las empresas sean valientes. Lo demás, a mí no me sirve demasiado. Así que no me sumo a la iniciativa.

jueves, marzo 26, 2009

Terror sagrado

Allá por 1991, DC Comics editó este curioso cómic titulado Batman: Terror sagrado. Era la primera historia dentro del sello Elseworlds, en la que se coloca a los héroes en universos y tiempos alternativos. Concretamente, aquí Batman vive en un mundo dominado por la Iglesia. Los policías son inquisidores, se declaran guerras contra regímenes "corruptos y paganos", el apoyo a pornógrafos judíos se paga con el ahorcamiento, las mujeres no tienen el mismo derecho al voto que el hombre y las "razas no blancas" sólo tienen derecho a medio voto y tanto el aborto como la homosexualidad son delitos perseguidos y castigados con la muerte. Los metahumanos, seres con poderes sobrehumanos, son también proscritos, pero el mando eclesial-gubernamental, no duda en utilizarlos para sus propios propósitos.

Al final de la historia (no revelo demasiado y no estropeo la lectura de este cómic escrito por Alan Grant y dibujado por Norm Breyfogle; altamente recomendable, por cierto, a pesar de que pase sólo de puntillas por un gran tema que podría haber utilizado: ¿es Superman reflejo de Dios o incluso un Dios en sí mismo...?), acepta el destino que había escogido como sacerdote antes de conocer los motivos de la tragedia que aconteció en su niñez, pero luchando contra la corrupción del poder como Batman. "Dios no es el Estado y el Estado no es Dios. Desafiar a los autoproclamados intérpretes de Dios no es renegar de él. Le serviré a mi manera. Durante el día con las sagradas vestiduras y de noche con otras vestiduras... de un color más oscuro", proclama Batman en ese cómic.

Cuando uno escucha las palabras del Papa sobre el sida con motivo de su viaje a África, cuando uno lo que un colegio religioso entiende por educación no partidista, o cuando escucha cómo se valora una película como Camino (en próximos días escribiré algo yo en mi blog), la sensación que queda es que habría gente feliz en un mundo como el que se describe en Terror sagrado. Respeto las creencias, pero jamás las imposiciones, el "conmigo o contra mí" o el desprecio a los demás. Y hay mucho de todo eso en esos tres ejemplos, y en otros muchos.

lunes, marzo 23, 2009

Presentadoras

En Íntimo y personal (simpática películita sobre la televisión que une a dos de los galanes ochenteros de Hollywood, Robert Redford y Michelle Pfeiffer, que narra la ascensión de una aprendiz de periodista desde secretaria-becaria hasta presentadora de informativos, pasando por mujer del tiempo), hay un par de escenas curiosas. En la primera, están reunidos la presentadora de informativos de cuarentaytantos (interpretada por Stockard Channing), la jovencita que le quita el puesto (Michelle Pfeiffer) y el director de la cadena. La primera pone una cinta (que, por si alguien no se acuerda, es lo que se usaba allá por 1996...), con la grabación de un rap emitido por una emisora de radio. La letra afirma que el canal en cuestión tiene "a la chica que me pone cohete", y es obviamente, la jovencita, que, añade el rapero "me pone ciego". “Me está robando el programa”, dice la presentadora de más edad en alusión a la más joven. “Convierte mi emisión y por extensión a mí, en objeto de vulgares insinuaciones”, añade, ahora sobre el rapero.

Con el relevo ya consumado en los informativos, se produce la segunda escena que me ha llamado la atención para escribir sobre ella. La mujer de más edad (por algún extraño motivo, me niego en rotundo a llamar vieja a una mujer de cuarentaytantos) le está explicando a su sustituta los motivos por los que acepta un puesto en una cadena de menor relevancia. "Cuando llegas a los 42, sabes a lo que te expones si saltas desde el último trampolín", le dice. La pregunta es obvia y la más joven de las dos se la hace: ¿a qué te expones en ese caso? "A los 42 no lo preguntarás. No es culpa tuya, ya lo sabes. No es culpa de nadie. Esto funciona así", sentencia. (Inciso: Paradojas de la vida, las dos actrices cayeron en el mal del que hablan y se quitaron años para sus personajes. Michelle Pfeiffer tenía 38 y en la película quería representar alguno menos y Stockard Channing tenía 52, y nos los 44 que después confesaba tener su personaje).

Viene todo esto a cuento de algo que me llama la atención desde hace tiempo. Uno mira los informativos de televisión en España y esas reglas no escritas sobre la edad y el aspecto físico parecen cumplirse a la perfección en la amplia mayoría de los casos. Hay una clara apuesta por las mujeres, ya sea para presentar los informativos, los deportes o el tiempo. Además, el fenómeno del rapero de la película ha encontrado acomodo (como casi todo en esta vida) en Internet. Proliferan los blogs y foros que se dedican día tras día a colgar capturas de pantalla de las más variadas presentadoras de informativos (y, por tanto, se supone que periodistas). Si uno entra en Youtube encontrará vídeos de estas mujeres con reclamos como "tetas perfectas y sin sujetador", "pOOtente con esas tetazas" (nótese el fino uso de la mayúscula; si es que en el fondo hay unos poetas por ahí sueltos...), "bestial", "diosa del tiempo", "ajustada", "marcando melonar", "muestra sus muslitos"...

¿Estoy en contra de que aparezcan mujeres hermosas en los informativos? Desde luego que no. ¿Impide la belleza física a una mujer ejercer como periodista seria? No, eso sería como decir que los calvos tampoco pueden presentar, o los altos, o los de ojos grises, o... Sólo plantearse esa pregunta en serio sería un severo síntoma de machismo. ¿Acaso es mejor que una mujer guapa no sea periodista? Ni mucho menos, cómo si tuviera eso algo que ver... Además, conozco (por la pantalla y a algunas personalmente) a auténticas bellezas que son grandes periodistas, televisivas o no. ¿Importa la más mínimo que sea una mujer y que sea preciosa para valorar su trabajo? Desde luego que no, y he aquí el punto más importante de este debate (¿debate?). ¿Y entonces dónde demonios está el problema? A eso voy.

El problema lo veo en el mensaje. Toda esta gente que se vuelca en colgar fotos y vídeos de presentadoras y periodistas no escucha las noticias. Se pone la televisión para ver a una tía buena. Punto. ¿Qué está diciendo esa tía buena? La respuesta seguramente sería a quién le importa, si está buena (argumento que también he escuchado, por cierto, en conversaciones sobre cine). En España se leen pocos periódicos y si las noticias en televisión las da una mujer hay gente que no presta atención a lo que dice. Es decir, que no importa la noticia, no importa el trabajo periodístico. Importa sólo la imagen. Y llegamos al punto esencial de esta materia: ¿alguien puede plantearse siquiera que esa situación se dé con los hombres...? ¿Alguien se pregunta por la edad de un presentador de un informativos...? ¿De verdad alguien cree que el relevo de un hombre en un informativo será cuestión de imagen y/o atractivo...? ¿Alguna vez se ha hablado de un hombre florero en un espacio informativo...?

Pues eso, que ahí tenemos un problema de machismo. Por parte del ejecutivo televisivo y también por parte del espectador. Yo no le doy la más mínima importancia, me interesa que un periodista sea bueno, y me da igual que sea hombre o mujer, guapo/a o feo/a. Pero los dos diálogos de la película en cuestión y un pequeño paseo por Internet me han recordado que a veces la realidad no tiene nada que ver con lo que yo pienso...

jueves, marzo 19, 2009

El político parásito

Hay una faceta del personaje que se dedica a la política que cada vez detesto más. Es la personalidad del político parásito, ese que aprovecha cualquier acontecimiento, evento, festividad o reunión simplemente para estar allí o para cumplir con un objetivo personal y partidista. Ese que se aprovecha de su responsabilidad política, por nimia que sea, para colarse allí donde el común de los mortales no podrá estar nunca o, si llega a estar, de una forma mucho más sacrificada. Para conseguir privilegios, vaya, aunque no sean coches, trajes o millonarias comisiones. Un ejemplo perfecto de esta modalidad de político (en este caso tan legal y respetable como criticable; que nadie confunda mi mensaje de lamento con uno de denuncia pseudolegal) podría ser el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky.

El amigo Lissavetzky tiene, sin duda, el mejor trabajo del mundo. Viajar a los Juegos Olímpicos, viajar con Nadal, viajar con la selección española de fútbol, de baloncesto, de criquet, de petanca... Conoces el mundo entero a gastos pagados y te haces fotos con tus ídolos deportistas. De acuerdo, a cambio tienes que pasarle el teléfono al deportista en cuestión para que Zapatero sea el segundo (primero siempre va el Rey) que le felicite por su éxito, pero creo que es un peaje barato para lo que consigue. Otro notable ejemplo, aunque es verdad que más modesto, es el Defensor del Pueblo, Enrique Múgica. No sé si trabajará algo o todo lo hará su oficina, pero su abono al palco del Bernabéu es un privilegio interesante que no está al alcance del ciudadano de a pie.

Esa modalidad, con parecerme aborrecible (será la envidia, claro...), no es lo peor que puede hacer un político en su función de político parásito. Mariano Rajoy me ha descubierto esta semana (perdón por la dramatización, que seguro que hay precedentes e incluso de mucha mayor gravedad...) que puede haber algo peor. Que un político convierta una celebración ajena en un akelarre propio me parece vomitivo y deleznable. El líder del PP se fue a Valencia para hacer, dicen todos los analistas políticos, un nuevo gesto de apoyo al presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps. ¿Dónde lo hizo? ¿En la sede del PP? ¿En un hotel? ¿En la puerta de su casa? No, lo hizo en el balcón del Ayuntamiento cuando se estaban inaugurando las festividades falleras de los valencianos. De todos los valencianos.

Pongamos por caso que soy valenciano (no lo soy). Pongamos por caso que a ese rasgo añadimos uno más, a elegir entre los dos siguientes: a) soy votante del PSOE; b) soy un firme convencido de que Camps tendría que dar más explicaciones de las que está dando sobre acusaciones de corrupción (y ahora mismo cumplo los dos). Si soy valenciano, difícil será que no sienta las Fallas como algo propio. Si añado una de las dos características opcionales, lo vivido en el balcón del Ayuntamiento se convierte en una tomadura de pelo. Si quiere defender a Camps, hay muchísimos ámbitos donde puede hacerlo. Ámbitos propios de su partido, porque, recordemos, Rajoy no es nada en la política valenciana y no tiene un lugar reservado en ese balcón. ¿En las Fallas? No lo entiendo. No soy capaz de comprender por qué han hecho que la foto de las Fallas en el resto de España sea esa y no la celebración de la gente. A mí, de ser valenciano, me habría dolido mucho. Como no lo soy, sólo me provoca asombro y cierto malestar.

Lo cierto es que me fastidia sobremanera que los políticos asuman como propias cosas que son de todos. Es lo mismo que vengo pensando desde hace muchos años con la Constitución, cuando algunos decían defenderla a capa y espada frente a aquellos que iban a romper España en no sé cuántos pedazos. No se habían leído la Carta Magna, pero daba igual. Es también lo que hace el PNV en demasiadas situaciones de la vida en Euskadi con un mensaje de poco aprecio a los vascos no nacionalistas (sí, los hay, y Patxi López nos lo acaba de demostrar sin lugar a la duda). Ni los políticos ni los partidos son dueños de las celebraciones de la gente, de las costumbres, de los grandes acuerdos, de las fiestas y de los lugares que todos queremos. Pero hay políticos que sólo quieren fotos y más fotos. Y con ellas distorsionan y pervierten las cosas que todavía son capaces de unir a las personas por encima de los apocalípticos mensajes pseudopolíticos que algunos se empeñan en convertir en una forma de vida. La suya, desde luego.

lunes, marzo 16, 2009

¡¡¡Zapatero se comerá a vuestros hijos!!!

Tras llamar vuestra atención con ese irónico, satírico y llamativo titular, que por otro lado no creo que llegue nunca a hacerse realidad, entro en materia. Esta es la nueva campaña de la Conferencia Episcopal para mostrar su rechazo al aborto y las modificaciones legales que quiere introducir el Gobierno. No soy religioso, por lo que lo que diga la Iglesia no me atañe; no es un club del que forme parte y no tengo por qué seguir sus reglas morales. Pero las respeto, igual que respeto a quien sí quiere llevar su vida en base a principios religiosos. Tampoco tengo una opinión definitiva ni clara sobre el aborto, con lo que una postura más o menos extremista de uno u otro lado no tiene por qué afectarme. Pero la campaña me ha cabreado, para qué engañaros... El motivo no tiene nada que ver con el tema objeto de debate, no (no tendría sentido porque, al no tener clara una posición, no puedo darme por aludido), sino que tiene que ver con la forma en que la Conferencia Episcopal lanza sus mensajes.

Empiezo a estar bastante harto de que cada vez que alguien quiere defender una postura lo haga atacando al que no piensa como él. Y la Conferencia Episcopal Española se maneja de maravilla en ese terreno. No defiende su postura, sino que censura y vilipendia la contraria. Y ya cansa tener que escuchar mensajes así. A mí esta campaña lo que me sugiere es que quien defiende o acepta el aborto debe ser tachado como un asesino de niños. Ni más, ni menos. Eso es lo que dice esta campaña publicitaria. O, como digo en el título de la entrada, que Zapatero se comerá a vuestros hijos, que es lo que parece que tiene ganas de proclamar a los cuatro vientos la Conferencia Episcopal pero no termina de atreverse a hacer. Y yo, sintiéndolo mucho, no me voy a sentir como un asesino de niños por no rechazar el aborto.

Como ya he dicho antes, no tengo una opinión clara sobre el aborto. No conozco a nadie de mi entorno que haya pasado por semejante trance (o si lo ha hecho, a mí no me lo ha contado), ni tengo los conocimientos médicos necesarios para saber cuándo se puede hablar de vida con cierta propiedad (y aquí sí tengo claro que la ciencia tiene mucho más que decir que la religión; es mi forma de pensar, como otros tendrán la suya). Por eso, y porque no acabo de entender cómo es posible que la única institución que prescinde en su experiencia vital de la familia no hace más que hablar sobre ella, no hago mucho caso de este tipo de mensajes. Pero me fastidia, y mucho, que todos los debates se quieran hacer desde posiciones adoctrinadoras y con un claro aire de superioridad. La Iglesia tiene una postura. Una. Nunca LA postura. Y el respeto a lo que piensen los demás es un primer paso imprescindible para poder debatir.

Si la Iglesia quiere hablar de la cuestión de fondo, podemos hacerlo. Yo encantado, como lo estoy al debatir cualquier otro tema. Pero si lo hacemos, tiene que ser con todas las consecuencias. Porque si llevamos la postura de respeto a la vida a todos los terrenos, no sé cómo me va a explicar la Iglesia su rechazo al uso del preservativo, que tantas muertes por sida podría evitar en el Tercer Mundo, o su negativa a la investigación con embriones, una vía que ya hemos visto que tiene una capacidad enorme de salvar vidas. Lo que no puede ser es que se salven sólo las vidas que quiera la Iglesia y como quiera la Iglesia. Lo que esta campaña termina de confirmar es que no quieren formar parte del debate. Quieren dirigirlo e imponer las conclusiones. Lo que piensen los demás no les importa y no lo respetan.

La prueba la ha dado hoy el portavoz de la Conferencia Episcopal, José Antonio Martínez Camino, al rechazar abiertamente ese debate. En la rueda de prensa en la que ha presentado la campaña, se le ha preguntado por estas aparentes contradicciones, pero no ha querido responder. Según dijo, entrar en ello podría "distorsionar" el objetivo de su campaña. Estaba claro que no iba a responder a la pregunta. Lo que sí que no me esperaba de la Iglesia es que llamara a la insumisión. "Una ley que no proteja el derecho a la vida es una ley injusta y que incluso no tiene caracter de ley", ha dicho Martínez Camino. Lo que no me ha aclarado es si se refería sólo a esta Ley, sólo a las leyes que no le gusten a la Iglesia o a todas en general. Porque seguro que hay gente que querrá saltarse otras muchas leyes ahora que ya sabe que tiene el amparo divino al hacerlo...

domingo, marzo 15, 2009

Meme cultural / personal

Invitado por S. Dedalus, aquí tenéis uno de esos memes que pululan por la blogsfera, uno de esos cuestionarios con los que uno se da a conocer un poquito más a la gente que pasa por estos pequeños rincones internáuticos. De éste me ha sorprendido la curiosa mezcla de preguntas culturales y personales. Como hizo C. C. Buxter anteriormente, yo también me voy a explayar un poco en las respuestas, pues dar una contestación telegráfica a preguntas de este estilo no me va demasiado. Ahí va...

· Un estilo de música: Partamos de la base de que no soy un gran melómano. Es muy difícil sacarme del género en el que sí me muevo como pez en el agua, que es la música instrumental de cine. Y antes de que a nadie se le ocurra preguntar, John Williams es dios.

· Una película: ¿Sólo una...? Esta pregunta sí que es difícil. Pero si cito una y sólo una, esa tiene que ser E.T. El extraterrestre. No hay película que me haya provocado más emoción, admiración y ternura, con la que haya sentido, llorado, reído, vivido y soñado más, en la que haya más cine, en la que cada plano y cada mirada tengan algo que decir, en la que la colocación de la cámara siempre signifique algo, en la que haya más cine puro y auténtico.

· Una serie: Hace poco más de un año habría dicho Friends. Adoro esa serie y a sus personajes. En mi niñez podría haber dicho V o Canción triste de Hill Street. Hace pocos meses habría dicho Firefly, aunque sé que casi nadie la conoce (por desgracia). Hoy, y a la espera de que no la destrocen con el cercano final (acaba en dos semanas), tengo que decir Battlestar Galactica. Qué pedazo de serie para quien sepa mirar más allá de su envoltorio de ciencia ficción...

· Una canción: Por lo mismo que decía antes sobre mi estilo de música, se me hace muy difícil escoger una sola canción. Supongo que va por épocas, hace unos años podría haber dicho Ojos negros de Duncan Dhu y ahora quizá diría The Times They Are A-Changin' de Bob Dylan o The sound of silence the Simon & Garfunkel porque Watchmen me las ha puesto en bandeja...

· Un libro: Soy lector habitual, pero no acabo de tener un libro de cabecera, de esos que tengo que recomendar a todo el mundo, de esos que me tengo que releer cada cierto tiempo. Quizá el que más impacto me haya causado en el momento de su lectura fuera La tregua, de Mario Benedetti, pero tampoco me atrevería a decir que ese sea MI libro...

· Libro actual: Estoy acabando con uno de los relatos de Conan escritos por Robert E.Howard, Clavos rojos (después de haber leído ya su versión en cómic a cargo del gran Roy Thomas y Barry Windsor-Smith), y en breve me pondré con una recopilación de artículos de Mariano José de Larra, figura de la que sé poco y me gustaría saber bastante más.

· El último libro leído: La última novela ha sido La máquina del tiempo, de H.G.Wells, un pequeño clásico de ciencia ficción que reconozco que me ha sorprendido y entretenido a partes iguales. El último de no ficción ha sido Star Wars. La magia del mito, una obra que pretende repasar todas las implicaciones mitológicas y las influencias culturales que hay en la saga de George Lucas. Reconozco que me ha parecido demasiado obvio y simple, pero lo mismo es porque sé demasiado ya de Star Wars...

· Un mal día: Muchos, pero tengo claro que es mejor no recordarlos a menos que se necesite la experiencia para no volver a tropezar con ella. Al fin y al cabo, si ya tenemos tantas cosas de que preocuparnos en esta vida, ¿por qué andar recordándolas? Mirada al frente y que los malos días sirvan sólo para aprender de ellos.

· Un gran día: Afortunadamente, también hay muchos, porque lo bueno de esta vida es que te da muchas oportunidades de que un día sea grande de verdad. Creo que tendemos demasiado a ver más los días malos que los grandes, y supongo que esa es una afección de lo que no me libro. Sigo convencido de que mi gran día todavía está por llegar. Ya os lo contaré cuando suceda.

· Una profesión: Periodista, siempre periodista. Es la profesión más bonita que hay, por mucho que hoy esté vilipendiada, desprestigiada y emponzoñada. No puede haber cosa más bonita que contar a los demás lo que sucede en el mundo, que descubrir hechos trascendentes que alguien poderoso no quiere que se sepan, que dar a conocer mundos a los que de otra forma la gente no llegaría nunca.

· Un sueño: Dicen que si se cuentan los sueños, éstos no se cumplen. Con esa vil excusa, voy a esquearme de dar una respuesta más concreta. Porque sueños tengo muchos, algunos muy personales y otros más triviales. Como todo el mundo, vaya... Pero lo que sí tengo claro es que ahora es éste el que centra una gran parte de mi tiempo y, además, es el más sencillo de contar. Sirva el enlace para no tener que declararlo públicamente aquí y ahora. Y como dijo Calderón de la Barca, toda la vida es sueño y los sueños, sueños son...

Dicen las normas de este meme que hay que seleccionar a cinco personas para que sigan la cadena, pero creo que eso lo voy a dejar en vuestras manos. Si pasáis habitualmente por aquí y yo también paso por vuestros rincones, ya sabéis que os leeré con atención todo lo que tengáis que decir.

miércoles, marzo 11, 2009

Rodillo y carpetazo


Cada día que pasa se me hace más difícil entender la política que se hace en España. Son tantas las cosas que pasan que la tentación de mandar a freír espárragos a todos los políticos es intensa y muy merecida. Yo no sé si en otros países se juntan tantas cosas en tan poco tiempo, pero yo ya no sé qué pensar. No sé si en esto Spain is different también o si somos como los demás. Lo que sé es que en los últimos tiempos, entre otras muchas cosas, he visto a consejeros en yates de constructores, a presidentes autonómicos despilfarrando en un coche oficial, a ministros reformando por millonadas pisos de Patrimonio Nacional en los que viven, a alcaldes y consejeros espiados por tramas de espías ilegales, a presidentes autonómicos mantener largas charlas con sus sastres, a la hija de una concejal gastarse 30.000 euros en bajarse episodios de Perdidos con la tarjeta municipal, a un tipo que nadie conocía intentar un chantaje al presidente del principal partido de la oposición con un vídeo en el que decía que Fraga "está gagá", a un consejero decir que en realidad no compra un chalet de dos millones de euros que se está construyendo bajo la supervisión de su mujer...

Estos episodios, siendo muy benévolo, dejan la política española por los suelos, arrastrándose en el barro, generando una desconfianza absoluta en la sociedad. Todo esto son cuestiones en las que el político aprovecha su posición para sacar partido de alguna manera. Lo que en román paladino se llama corrupción, vamos. Pero siendo todo esto gravísimo, deleznable, condenable y perseguible judicialmente (que para eso estamos hablando de dinero público, del dinero de todos), lo que más desprecio de la política es el uso perverso de sus propios mecanimos. Y si hay algo que detesto por encima de todo es el rodillo parlamentario. Lo peor que tiene el sistema electoral español, y lo ha demostrado ya con creces, es la mayoría absoluta. Tener más de la mitad de los representantes en cualquier cámara legislativa se ha revelado como el peor enemigo de la democracia. Pasó con Felipe González y José María Aznar en el Congreso de los Diputados y pasa muy a menudo en los parlamentos autonómicos.

La reflexión viene a cuenta de la decisión unilateral, interesada y vergonzosa del PP de cerrar la comisión de investigación en la Asamblea de Madrid sobre los espionajes a cargos de su porpio partido en la Comunidad y en el Ayuntamiento. Hoy se ha acabado esa investigación sin que se haya investigado nada. Se creó una comisión para escurrir el bulto y ganar tiempo, con ganas de cerrarla incluso antes de abrirla (como dejó claro Esperanza Aguirre cuando dijo algo así como que se iba a investigar pero que no había nada que investigar). Y se ha cerrado en cuanto se ha podido. El rodillo parlamentario se llevó por delante la petición de muchas comparecencias que parecían necesarias para esclarecer lo sucedido. Ese mismo rodillo retrasó el inicio de los trabajos de la comisión hasta que se celebraran las elecciones gallegas y vascas, no fueran a interferir con las aspiraciones de voto del PP. Ese mismo rodillo cercenó las posibilidades de investigación y, finalmente, ha dado carpetazo definitivo a los trabajos. Seguiremos teniendo espías cruzados en Madrid porque el poder político prefiere que sea así.

Bien pensado, es asbolutamente ridículo pretender que se investigue a sí mismo quien puede haber cometido irregularidades, lo que deja la única espernanza para estos y otros muchos casos en la Justicia (siempre y cuando no haya intereses cruzados, claro, y aquí se me viene a la cabeza que un juez que es más que íntimo amigo de Francisco Camps decidirá si se imputa al presidente de la Generalitat Valenciana en la trama de corrupción que ha llenado páginas y páginas de periódicos estos días). En realidad lo que sucede es que el poder legislativo es preso de quien ha ganado unas elecciones. Por injusto que sea cualquier cosa que haga quien detente el ejecutivo, no hay freno posible desde el legislativo. Y eso supone inutilizar por completo un Parlamento autonómico, que actuará sólo al arbitrio de quien detenta el poder ejecutivo. En otras palabras, estamos pagando sueldos con dinero público a personas que no quieren (los amigos de los que mandan) o no pueden (los que no mandan) realizar su trabajo. Y ya puestos a verlo desde este prisma, quienes conformaron durante tan poquito tiempo la comisión que debía investigar la trama de espionajes me imagino que habrán cobrado por ello, ¿no? Van a cobrar dinero público por nada. Y luego dicen que hay crisis.

Las comisiones de investigación son un fraude al ciudadano, y es hora de decirlo claramente. Es absolutamente imprescindible reformar la Ley para que los trabajos y las conclusiones de estos grupos de trabajo no dependan en ningún caso de quien tiene el poder. Cuando al PP le interesaba (cuando se constituyó la comisión parlamentaria que investigó los atentados del 11-M, cuando se puso frente al resto de grupos parlamentarios; la diferencia con el caso de Madrid está en que eran muchos los que no estaban en el poder y no compartían la visión de los populares), propuso la figura del relator, un experto externo que redactara las conclusiones de estas comisiones. Ahora no le interesa, claro, y esa figura no ha aparecido en el debate. A mí me parece imprescindible. Hasta que no exista, las comisiones de investigación no merecerán un segundo de mi atención porque son un fraude. Legal, sí, democrático, también, pero un fraude al fin y al cabo.

domingo, marzo 08, 2009

Del día de la mujer a la competencia periodística

Iba a hablar del día de la mujer trabajadora. Pero no de la forma que lo hace casi todo el mundo, sino de la dicotomía que me surge al hablar de esta jornada. Iba a hablar de lo poco que me gustan estas celebraciones estériles y mucho las causas que están por detrás. De que no me siento en la necesidad de reivindicar algo en un día cuando me pasó 365 al año (por convencimiento y sin esfuerzo) manteniendo un comportamiento de apoyo, respaldo, comprensión y respeto hacia las mujeres (trabajadoras o no). De lo poco que me interesan los actos propagandísticos y las frases vacías que sólo sirven para limpiar conciencias y no para trabajar en serio por la justicia. Pero en esto que me ha dado por leer la prensa, como todos los días, y he encontrado algo que me ha llamado la atención más que los fastos algo ficticios del 8 de marzo.

Sabido es que la prensa suele llevar titulares contrapuestos y contradictorios sobre los temas de actualidad, sobre todo si es política. Es la competencia diaria, habitual y en apariencia sana entre las distintas cabeceras. El caso práctico que me llevó a pensar en esta entrada es las tramas de corrupción y espionaje de Madrid. El Mundo sentencia hoy en su editorial que "El montaje para desacreditar a Aguirre se queda en nada" (por otra parte, curioso respeto a una investigación judicial en curso, pero no me quiero desviar del tema...) y en las páginas de información afirma que "Los partes del supuesto espionaje en Madrid son falsos o erróneos". Es interesante notar el particular uso del término supuesto. El espionaje es supuesto. El montaje para desacreditar a Aguirre se da por seguro. Qué sutil, qué sibilino.
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Me vais a permitir un pequeño rodeo en el tema, pero tengo que decir que creo que hay pocas palabras que odie más en su uso periodístico que supuesto. Parece que pocos saben utilizarla correctamente, se impone su uso en circunstancias asombrosas (y, por supuesto, se cometen a veces errores de gramática salvajes por ese empleo forzado) y, además, se convierte en un arma ideológica, como demuestra a la perfección el anterior ejemplo. El País, por descontado, ofrece una versión contrapuesta del asunto y con su titular "La red de Correa intentó chantajear a Rajoy con un vídeo" une las tramas de espionaje y corrupción. Visiones opuestas del mismo tema que, me temo, no nacen precisamente del interés por la verdad.
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Pero mientras estaba pensando escribir sobre todo esto, me he topado con otros dos titulares que, otra vez más, me han hecho cambiar de tema para esta entrada (y en cierta manera volver al original, al respeto a las mujeres y lo que se puede hacer por ellas). Leo en El Mundo el siguiente titular:
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No hay trampa, no hay nada rebuscado que encontrar. Es un titular limpio, sencillo, directo y aséptico, que da paso a un artículo escrito por Jesús Neira en el que cuenta su experiencia y lo que siente. Pero después leo El País y encuentro este otro titular:
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Y, claro, veo una contradicción insalvable. Si en El País Neira habla "por primera vez", ¿cómo es posible que en El Mundo ofrezca un "testimonio exclusivo". Y viceversa, por descontado, porque no tengo ni la más remota idea de con quién habló antes. Una entrevista o un artículo de Neira tendría que tener valor por sí mismo, por lo que dice, por lo que narra, por lo que piensa. Tanto El Mundo como El País han desvirtuado lo que publican por el afán de ser el primero y el único, por el objetivo de quedar por encima del oponente por encima de la información que ofrece. Todo tiene que ser en exclusiva. La noticia ya no sirve. La noticia ya sólo tiene valor si el de enfrente no la publica o publica lo contrario. Y para que así sea da igual poner titulares como estos, que asumo que se incluyen en la confianza de que nadie lee El Mundo y El País. Es un error que no acabo de entender. Adoro las exclusivas, forman parte de un trabajo periodístico bien hecho. Pero no tener una exclusiva y venderla como tal me parece triste. Y chocante. Y una forma de engañar al lector. Una más.

miércoles, marzo 04, 2009

"En las redacciones se hace ruido"

En plena charla nostálgica con un amigo hace un par de días, salieron las clásicas batallitas universitarias. Pero hubo una que no salió, y creo que es el instante que recuerdo con más cariño de todos los años que pasé dentro de esa estéticamente horrenda facultad en la que me dieron el título de periodista. Fue en primero de carrera, cuando uno todavía podía esperar algo de esa formación (no demasiado, para qué nos vamos a engañar...). Un profesor, uno de los pocos que recuerdo con cariño, nos explicó que sus compañeros docentes solían presentarle quejas porque en sus clases se hacía mucho ruido. "¿Y qué quieren? En las redacciones se hace ruido". Sonrisa de oreja a oreja. Un profesor que hablaba de la profesión, de la vida en una redacción, del periodismo de verdad y no del aburrido libro de texto o los insulsos apuntes que tendríamos que estudiar en el 98 por ciento de las asignaturas. Fue de los pocos que lo hicieron durante los cinco larguísimos e inacabables cursos de que constaba la carrera, y por eso me suelo acordar de él.

Lo que nunca hubiera pensado es que años después tendría yo que afrontar el problema desde una óptica casi contraria. El problema del ruido, no el del periodismo, que ese es de mucho más caldado y por fuerza nos ha obligado a todos a llevarnos más de un cabreo en nuestros años universitarios y después cuando dimos el salto al mundo laboral. Una de las pocas decisiones estratégicas conscientes que pude tomar en mis años de periodista de agencia fue colocarme cerca de la televisión. La caja tonta era, muchísimas veces, mi ventana al mundo. La última hora de atentados, ruedas de prensa y sesiones parlamentarias en directo... y lo peor de todo: la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. Una obligación que cortaba por completo el ritmo de trabajo del resto de la semana, puesto que era justo a la hora a la que solíamos bajar a comer. La de veces que me he quedado solo en la redacción (y a veces magníficamente bien acompañado...) teniendo que escuchar lo que decían los vicepresidentes y ministros de turno...

Y ahí llegamos de nuevo al comienzo de esta historia. En las redacciones se hace ruido. Y como suele haber mucho, mucho, mucho ruido, a mí no me quedaba otra alternativa que subir bastante el volumen de la televisión si quería enterarme de algo y contar en mis crónicas lo que realmente habían dicho nuestros políticos. Nada insoportable (el volumen, no lo que decían los ministros), para qué nos vamos a engañar, pero con tanta gente alrededor siempre hay alguien a quien le molesta. Siempre. Y ese alguien siempre vendrá a pedirte que bajes la televisión por los motivos más variados (me duele la cabeza, estoy hablando por teléfono con mi novio/a...; pocas veces por trabajo, eso desde luego). En una ocasión fue el subdirector quien me pidió que quitara la tele... ¡¡¡en pleno Debate sobre el estado de la Nación!!! Más de una vez, para evitar un altercado y una guerra civil dentro de la redacción, me veía en la obligación de tomar notas con la oreja pegada al televisor en una postura que, os aseguro, no es nada cómoda. Así acabé de contracturas en la espalda, claro.

Cuando nos cambiaron de ubicación en la redacción, la televisión descendió de las alturas (la teníamos encima de un armario) y se colocó en una estantería. Y yo a su lado. Esa fue mi decisión estratégica. ¿Por qué? Muy sencillo. Era el único lugar desde el que uno podía estar sentado en su ordenador en una postura razonablemente cómoda y escuchando la televisión por medio de unos auriculares (el maravilloso mundo de los inalámbricos no había llegado todavía a mi redacción... y creo que aún no lo ha hecho). Pero, claro, si yo escuchaba la televisión con los auriculares, el resto de compañeros no se enteraba de nada. Con una precisión de cirujano y gracias a los fallos del mundo tecnológico, descubrí que si se introducía la clavija de los auriculares sólo hasta la mitad del orificio de salida de audio en la televisión, el sonido llegaba tanto a sus altavoces como a mis auriculares. Eso sí, nada de movimientos bruscos o el invento se iba al garete.

Esta es una de las grandes enseñanzas tecnológicas que aprendí en mis años de periodista de agencia. Otras fueron la colocación de cartones estratégicamente diseñados para que nadie muriera con el chorro del aire acondicionado o cómo evitar que mi ratón se desconfigurara cada vez que una compañera y amiga apagaba su ordenador. No considero tecnológico el robo que sufrí de la bola del ratón (un hecho verídico que merecería adaptación cinematográfica; estoy seguro de que Woody Allen haría una gran película sobre esa base...). Si alguien os dice que en la Facultad de Ciencias de la Información no se aprende nada de periodismo, que sepáis que no es verdad. Yo aprendí que en las redacciones se hace ruido.

lunes, marzo 02, 2009

Reflexiones postelectorales

Tengo que reconocer que el resultado de las elecciones en Euskadi me ha dejado bastante satisfecho. Y la razón fundamental no está en la posibilidad de que Patxi López se convierta en el próximo lehendakari, tema al que me refiero algo más abajo. La victoria en estas elecciones ha sido contra el mundo de ETA. Por encima de cualquier otra consideración. Victoria mínima, si se quiere, pero victoria al fin y al cabo y un punto de partida extraordinario para acabar para siempre con la legitimación social que pueda encontrar el terrorismo en el pueblo. Siempre me he preguntado por qué el mundo abertzale no era capaz de ofrecer una candidatura alternativa a la dirigida por los terroristas. Siempre he pensado que los votantes abertzales debían tener una vía política que invalide las tesis etarras por muchas listas que se anularan aplicando la Ley. Y estas elecciones me han dado esa satisfacción. Se llama Aralar.

Para quien no lo sepa, Aralar es una formación política escindida de Batasuna por un motivo muy simple: no aprueba, defiende ni tolera la violencia como medio de influir en la vida política y social. Son abertzales, sí. Son independentistas, también. Pero no son terroristas y acaban para siempre con esa arrogante y simplista asociación que se hace en demasiadas ocasiones. Aralar es la vía política necesaria para una ideología que, sin compartirla en lo más mínimo, es tan lícita como cualquier otra que se defienda por los cauces democráticos. Aralar, en estas elecciones, ha logrado cuatro escaños, tres más de los que tenía, gracias a que ha conseguido 62.000 votos, 45.000 más que en los anteriores comicios. ETA, con su comunicado de siempre en campaña electoral, había pedido el voto nulo. Pero en estas elecciones ha habido 50.000 vascos menos que en las anteriores que han optado por ejercer así su derecho. La tercera parte de quienes respaldaron al PCTV en las pasadas elecciones no han votado como pedía ETA. La democracia va ganando y esa, y no otra, es la mejor noticia que han dejado estas elecciones.

También es buena noticia, y por qué no decirlo, el gran resultado del PSE de Patxi López. Los socialistas han conseguido 45.000 votos más que hace cuatro años y seis escaños más, lo que le permite estar en disposición de formar gobierno. Aunque tiene más escaños el PNV (seis más, hasta 30; pese a que me gusta el resultado y las posibilidades que abre, sigo siendo favorable a la reforma de la Ley Electoral para que se elija presidente de una forma más clara y directa), la mayoría en el Parlamento vasco ya no es nacionalista. A Ibarretxe no le bastan los votos de EA (espectacular batacazo el de la formación nacionalista tras romper la coalición electoral con el PNV; y puede ser aún mayor si el PSE le arrebata otro escaño más que está en juego con el voto por correo) y Ezker Batua (confirmando la tendencia general de Izquierda Unida hacia la desparición), ni siquiera contar con los de Aralar. Todos ellos se quedan en 37 escaños, por los 38 que podrían sumar entre PSE, PP y Unión, Progreso y Democracia.

¿Qué puede pasar ahora? La clave está en lo que quiera hacer el PSE. Yo no entendería que, como hicieron en los años 80, los socialistas cedieran la Lehendakaritza al PNV. No es el momento. El nacionalismo peneuvista no ha cumplido con el resto como para ofrecerle de nuevo ese gesto de buena voluntad y la sociedad vasca parece madura para el cambio. Creo que tener un lehendakari socialista ahuyentaría muchos fantasmas, puesto que mucha gente vería que sin un nacionalista en el poder Euskadi va a seguir siendo Euskadi. Sin el apoyo del PSE, Ibarretxe no puede ser lehendakari. Y cierta gracia me hace que el PNV critique un posible frente no nacionalista cuando el frente hasta ahora ha sido nacionalista. El frente valía si ganaban los míos, pero no si lo hacen los contrarios. Eso es hipócrita. El PNV perdió en los años 80 la posibilidad de gestionar ese gobierno de nacionalistas y socialistas. Perdió la ocasión de abrir el futuro. Hoy, además, ha perdido la legitimidad de criticar que se le aparte del poder.

Si Ibarretxe no puede ser investido, el testigo pasa a Patxi López. Si le gana a EA ese escaño que baila todavía en Alava, con el voto afirmativo del PP será suficiente para que haya un lehendakari socialista. Sería incomprensible que los populares (que han perdido votos y escaños, pero mantienen un apoyo suficiente para influir en el futuro gobierno) no ayudaran a que no repitiera ese gobierno nacionalista que tanto han criticado. A tenor de lo que han dicho los líderes del PP tras conocerse el resultado, no parece probable que eviten darle apoyo a Patxi López. Con UPyD la cosa es algo distinta. Dicen que van a vender caro su apoyo al PSE, aunque su planteamiento de salida invalidad facilitar la reelección de Ibarretxe. Reconozco que tengo muchas ganas de ver a Rosa Díez, que tanto ataque gratuito ha lanzado hacia el PSOE, el PSE, Zapatero y Patxi López, apoyar a este último para que se convierta en lehendakari. Será una de esas imágenes que en buena lid se pueden considerar como de justicia poética.

En Galicia el resultado ha sido mucho más claro, por obra y gracia también de tener un número mucho menor de partidos políticos. No hay discusión alguna: clarísima victoria del PP. ¿Por qué? Sin conocer demasiado los entresijos de la política gallega y teniendo claro que en estas elecciones no se vota como si fueran unas generales (de ahí que no entienda mucho la celebración de militantes del PP en la calle Génova de Madrid...), lo más probable es que los gestos hayan tenido mucho que ver. Y entre el coche y el despacho del ya ex presidente gallego y ex líder de los socialistas gallegos, Emilio Pérez Touriño (buen gesto el de dimitir, verbo que se puede y debe conjugar más a menudo en la política española), y el yate en el que se vio al líder del BNG, Anxo Quintana (que sigue siéndolo porque de momento no renuncia a dejar el cargo, éste por lo visto no sabe lo que es dimitir), es posible se hayan escapado los votos que al final han provocado que un escaño socialista y otro nacionalista fueran a manos del PP.
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Como en los días previos se había insistido en el efecto que podría tener una derrota en las elecciones gallegas para Mariano Rajoy, es justo evaluar lo que sucede cuando las ha ganado. Y no creo que se pueda extrapolar en absoluto el resultado de las autonómicas a unas generales (ese análisis me parece prematuro ahora, lo aceptaría en todo caso con las europeas que tenemos en unos meses), pero son las primeras elecciones que el líder del PP gana con claridad desde que cayó en su primer lucha por La Moncloa. Y por eso estaba tan feliz. A Rajoy le ha venido bien porque supone un respiro importante. Si no le aparecen nuevos escándalos (como los de Madrid) o disputas políticas (vaya, también como las de Madrid...), además de acallar el nuevo revés en Euskadi (dos escaños y 65.000 votos menos son como para reflexionar sobre ello) ha ganado unos meses de tranquilidad, probablemente hasta las elecciones europeas. Que no es poco con el comienzo de año que ha tenido.