lunes, septiembre 29, 2008

Y fue portavoz del Gobierno...

No me sorprende que éste sea el nivel de las tertulias de la televisión en España, no. Tampoco me sorprende que las posiciones contrarias acaben enfrentándose a insultos, eso lo vemos con demasiada frecuencia, y no sólo en los espectáculos que montas estas gentes, también en la vida real. No me sorprende que esto pueda hacer gracia a mucha gente, incluyendo a los responsables de éste y otros programas, y que sus protagonistas sigan recorriendo los platós (e ingresando cheques, claro) como si fueran unos gurús imprescindibles de escuchar para comprender la realidad.

Lo que sí me sorprende y me seguirá sorprendiendo hasta el día en que me muera, es que este señor que se expresa de esta forma fuera nada menos que el portavoz del Gobierno de España. Este tipo, insisto, era el encargo todos los viernes de sentarse en la sala de prensa de Moncloa para contarnos lo que pensaba el Gobierno de todo cuanto acontecía en el país. Nada menos. Pero, claro, si el ex presidente de aquel Gobierno no mantiene el debido sentido de Estado en sus intervenciones, ¿qué le podemos pedir a un simple portavoz...? Lo único que sé es que cuando le veo en la televisión, cambio de canal. Por higiene mental.

sábado, septiembre 27, 2008

Dopaje: lo físico, lo moral y lo legal

Los comentarios a mi anterior entrada me han sugerido la posibilidad de seguir escribiendo sobre el dopaje deportivo. Está claro que es un asunto que genera controversia, que no todo el mundo lo ve de la misma forma y que es prácticamente imposible llegar a un consenso sobre la definición, los peligros y las consecuencias del dopaje. El problema que le veo a este debate es que muchas veces abarcamos cuestiones muy diferentes para dar una sentencia. Cuestiones que incluso entran en conflicto. Creo que son tres los aspectos que debemos diferenciar para tener claro qué pensamos del dopaje y que se puede hacer para luchar contra él.

En primer lugar, está la cuestión física. Es evidente que el hombre ha ido creando o desarrollando muchas sustancias que potencian su desarrollo físico más allá de la evolución física del ser humano (que existe, pero ¿a los niveles que permiten batir récords del mundo todos los años?; cuanto menos, dudoso). Es evidente que la mayoría de ellas no son demasiado beneficiosas para la salud (aunque no voy a entrar en detalles, porque no soy médico). Y es evidente que sólo con la dieta no se consiguen las hazañas deportivas que aplaudimos a los atletas de élite, que hace falta algo más para entrar en el olimpo moderno del deporte. No se sube el Alpe d'Huez tomando una solución vitamínica o que no se corren maratones de 42 kilómetros con un zumo de naranja. Eso seguro.

En segundo lugar, está la cuestión ética. ¿Se pueden o deben tomar sustancias para mejorar marcas? Es aquí donde se presentan los mayores interrogantes. Hay quien cree que introducirse cualquier sustancia que potencie el rendimiento físico y deportivo es inmoral. Hay quien piensa que mientras dichas sustancias no conlleven riesgo para la salud el atleta no tendría que haber problema alguno. Y hay quien piensa que todo vale para triunfar en este mundo del deporte que ya es también el mundo de los negocios y, por qué no decirlo, del espectáculo. Las instituciones deportivas hacen una lista de sustancias prohibidas. Sus criterios serán seguramente discutibles y es ahí donde entra la (indiscutible) doble moral con la que se juzga a los atletas. Queremos que rompan las barreras del ser humano y les forzamos a ello, pero en muchos casos preferimos cerrar los ojos a sus métodos o no somos capaces de adelantarnos a sus maniobras.

Y en tercer lugar está la cuestión legal, que es el matiz que casi nadie suele emplear en este debate y que me parece el más importante de los tres. Cuando un atleta se inscribe para una competición, conoce sobradamente las normas y reglamentos que lo rigen. Igual que un velocista de 100 metros sabe que no puede invadir otra calle que no sea la suya o que lo que marca el tiempo final es el paso por meta del pecho del atleta, sabe que hay sustancias que no puede tomar. Todos los atletas conocen que existe una lista de medicamentos prohibidos. En los Juegos hacen incluso un juramento para garantizar que no se saltan esas normas. Pero resulta que lo hacen para ganar, para ser mejores que los demás, para colocarse por encima de ellos. Y voluntariamente. Eso se llama hacer trampa. Son atletas que deliberadamente se colocan por encima de los demás. Que se saltan el reglamento. Que hacen algo ilegal (la injusticia de la ley no es algo que se deba considerar en este punto, y a esto voy en el siguiente párrafo). Es eso lo que les sitúa fuera del espíritu deportivo.

Con frecuencia, se mezclan estas tres cuestiones y así es imposible llegar a acuerdos. Para mí, insisto, la más importante es la tercera. Cuando se habla de las primas a terceros en el fútbol, se suele decir aquello de que las primas por ganar están bien. Perfecto, estarán bien, pero son ILEGALES. Si nos parecen bien, legalicémoslas. Pero, mientras tanto, serán ilegales y, por tanto, sancionables. ¿Qué nos da derecho a saltarnos la ley que nos apetezca? ¿Incumplirla por motivos egoístas es la mejor forma de luchar por la justicia? Estoy convencido de que no. ¿Deportistas y médicos están de acuerdo en que una sustancia determinada debiera aceptarse? Que se acepte. Pero si está en una lista de medicamentos prohibidos no se puede utilizar. Ahí no hay doble moral. O es legal o no lo es. La doble moral está en si tiene que serlo o no, es decir, en el paso previo a la competición deportiva. Una vez suena el pistoletazo de salida, unos cumplen la ley y otros no. Los primeros, para mí, son deportistas. Los segundos, por mucho que su trampa pueda ser aceptable de alguna forma, son simplemente tramposos.

jueves, septiembre 25, 2008

El día que descubrí que el dopaje existe

Aunque parezca mentira, ya han pasado 20 años de esta imagen. Se cumple mañana ese aniversario del día en el que Ben Johnson destrozó el récord de los 100 metros lisos en los Juegos Olímpicos que acogió Seúl en 1988. Pero todavía recuerdo esa carrera como si se hubiera celebrado ayer. Mi favorito era desde hace años Carl Lewis, el atleta que se había llevado cuatro medallas de oro en los Juegos de Los Ángeles, en 1984. Pero cómo corrió Ben Johnson. El canadiense me dejó con los ojos abiertos como platos, alucinado al ver cómo un atleta pulverizaba el récord de los 100 metros, dejándolo en 9,79, sin necesidad de esforzarse hasta la línea de meta. Levantando el brazo en señal de triunfo cuando todavía le faltaban unos cuantos metros para llegar al final. Sabiéndose ganador. Casi un dios del olimpo moderno que ha configurado el deporte.

Y dos días después, aquello se derrumbó. El mito bajó a la tierra al descubrirse que se había dopado. La ilusión por los logros deportivos recibió un estacazo en el corazón. Era sencillamente inverosímil, algo increíble, y mucho más para un crío de diez años como era yo. ¿Cómo era posible que un deportista se dopara, y más en la noble competición que ha sido, es y siempre será la cita olímpica? ¿Para qué necesitaba doparse uno de los mejores si ya tenía lo que sólo unos pocos elegidos tienen? Del "no puede ser" pasas al "claro, así ha ganado". Lo que has visto pasa de ser una maravilla a un fraude. La medalla de oro pasa de ser un premio incomparable a un reconocimiento de la vergüenza. El dopaje existe, la ilusión murió. O al menos sufrió un duro golpe, porque en realidad esa ilusión no puede llegar a morir. Siempre hay un nuevo atleta, un nuevo deportista, que acaba por devolvérmela.

Aunque han pasado 20 años, la enorme impresión que me dejó aquella carrera sigue viva. Hoy sigo pensando que el mayor espectáculo del mundo es la final de los 100 metros lisos en los Juegos Olímpicos. Hoy sigo poniéndome delante del televisor con la misma excitación que hace 20 años para ver estos segundos mágicos. Hoy hay un campeón olímpico que también batió el récord del mundo en la final con una aplastante superioridad y con un gesto de victoria metros antes, maravillándome como lo hizo Ben Johnson en 1988. Pero Usain Bolt es un atleta limpio. Y ojalá siempre lo sea, para que un crío que ahora tenga diez años no vea roto el recuerdo de una carrera inolvidable y un récord del mundo de 9,69 por la lacra del dopaje.

miércoles, septiembre 24, 2008

Realidades y titulares

Medio en broma, medio en serio, una de esas frases que se ha atribuído desde siempre al periodismo es aquella de "no dejes que la realidad te estropee un buen titular". Leo esta información de El País e inmediatamente me viene a la cabeza esa frase.

Claro, lo primero que pienso al ver el titular es que el tortazo económico de la mayor industria de nuestro país, el turismo, ha debido ser de órdago. Pérdidas lo menos del 30 o el 40 por ciento. Una debacle sin precedentes en esos tres lustros que arrastre de forma definitiva el mercado de trabajo y ahga de España un país tercermundista. Por lo menos algo parecido a lo que le está sucediendo a la construcción, con obras paralizadas, pisos sin vender e inmobiliarias cerrándose a pasos acelerados. O, qué demonios, a tirando por lo alto, una crisis como la del 29 o la del petróleo de los años 70.

Pues no, oiga. Resulta que el turismo español ha ganado durante el mes de agosto... un 0,6 por ciento menos que el año pasado. Ah... Vaya descenso pronunciado, ¿no...? Pobrecitos, oye, qué mal lo tienen que estar pasando en comparación con los demás españolitos de a pie... Menos mal que, acto seguido, la información me tranquiliza. "El acumulado de los ocho primeros meses del año se mantiene en positivo", dice. Vamos, que, en realidad, entre enero y agosto de este año los hosteleros han ganado un 1 por ciento más que en 2007.

Sí, los datos no son buenos. Sí, obligan a una reflexión profunda. Sí habría que tomar medidas. Pero ¿ por qué el alarmismo del titular? ¿Porque la gente, los medios y los analistas se empeñan en tergivesar y exagerar informaciones en lugar de contarnos las cosas como son, que ya tienen la suficiente importancia y trascendencia? ¿Dónde está la relevancia del titular si, en realidad, estos empresarios todavía están ganando más dinero que el año pasado? ¿Por qué sigo teniendo la sensación de que hay mucha gente interesada en tomarnos el pelo con las cifras económicas referidas a esta crisis...?

lunes, septiembre 22, 2008

¿De verdad que no hay ningún valiente...?

Cada vez que hay un atentado de ETA, sobte todo cuando se ha llevado por delante la vida de alguna persona, me hago la misma pregunta. ¿No hay ningún valiente en el mundo abertzale (nacionalista en euskera, las connotaciones ya proceden de cada persona que pronuncie la palabra) que levante la voz, que diga que esto es absurdo, que la violencia no va a servir para conseguir absolutamente nada, que hay vías normales y democráticas para pelear por los objetivos, que esto es un comportamiento mediocre y cobarde? ¿De verdad que no hay ningún valiente...?

Es muy triste comprobar cómo a este mundo (lo que se da en llamar la izquierda abertzale) le da absolutamente igual dejar sin una opción política a miles de ciudadanos vascos. Es muy triste que en ese mundo da igual quien hable. Casi todos los dirigentes de estas supuestas formaciones políticas (y demás apéndices como Gestoras) han pasado ya por la cárcel. Se dice a veces que alguno de verdad apuesta por la política y por el diálogo, pero nunca se consigue nada concreto. Los nombres se van olvidando con facilidad porque ninguno de ellos habla en serio. Ninguno de ellos es lo suficientemente valiente como para actuar.

Guste o no, se compartan sus ideas o no, el independentismo es una opción política legítima. En Galicia gobierna un partido independentista (el BNG, en alianza con el PSOE) y no ha pasado nada. En Cataluña gobierna otro (ERC, junto a PSC e ICV) y tampoco ha pasado nada. Pero en Euskadi todavía hay quien cree (siempre serán demasiados aunque sólo haya uno) que el asesinato cobarde es una opción legítima para defenderse... ¿Y defenderse de qué? Eso también me lo pregunto cada vez que hay un atentado y nadie, absolutamente nadie, me puede dar una respues que me sirva para entender la extinción cruel de una vida.

Yo no sé si las ilegalizaciones sirven para algo, pero si hay conexciones económicas con ETA me parecen indiscutibles y necesarias. Si quieren trabajar, saben a qué lado de la Ley se puede hacer. Con un grupo terrorista y asesino, nunca. Pero, insisto, ¿de verdad que no hay ningún valiente independentista vasco que dé un paso al frente y dé a los votantes una opción DEMOCRÁTICA...? Iba a decir que lo triste es que la respuesta es negativa, pero sería engañarme. Lo triste es que unos asesinos han matado hoy a otra persona. Eso es lo triste y lo irreparable.

jueves, septiembre 18, 2008

Mis diez cómics favoritos

Llevo años defendiendo que el cómic es un medio para todos los públicos, aunque todavía muchos siguen creyendo que sus dibujos y sus héroes fantásticos son sólo para niños. De vez en cuando me gusta incluir aquí alguna referencia al noveno arte, y más concretamente al género de superhéroes, para ver si a alguien le pica la curiosidad. Los diez cómics que detallo a continuación no serán los mejores de la historia, si es que esas listas pueden ser realizadas con rotundidad. O a lo mejor sí lo son, por lo menos en algún caso. Lo que sí son es mis favoritos. Son aquellos a los que vuelvo cada cierto tiempo porque me tienen atrapado, porque en su día me emocionaron tanto que no se han marchado de mi memoria, diez historias que, juntas, conforman una pequeña historia del cómic de los últimos 35 años. Y no hace falta un análisis muy extenso para darse cuenta de que mi personaje predilecto es Batman...

· The Amazing Spider-Man 121-122 (1973)
Si hay un cómic capaz de conmover a un lector, es éste. Gerry Conway en el guión y Gil Kane en el dibujo hicieron Historia al asesinar a la novia de Peter Parker, a Gwen Stacy. Y apenas 24 páginas más tarde, muere su asesino, Norman Osborn, el Duende Verde, el mayor enemigo de Spider-Man. Y el héroe se siente culpable, tan culpable que está dispuesto a ser él mismo quien asesine al verdugo de la mujer que amaba. Los autores de la historia, junto con el mítico Stan Lee y Roy Thomas, decidieron matar a Gwen porque no sabían qué más contar sobre ella sin alterar el espíritu juvenil de Spider-Man. Era matarla o hacer evolucionar al héroe. Y todavía no estaba preparado para dar ese salto. La muerte de Gwen, una tragedia más en el mundo de Spider-Man, fue un shock para el mundo del cómic, la demostración de que se daba un salto a temas más adultos y complejos. Hacia una nueva era del cómic.


· Los 4 Fantásticos de John Byrne (1981-1986)

No es muy habitual que un autor comprenda a un personaje (o un grupo de personajes) con la misma sencillez y perfección con la que John Byrne entendió a los 4 Fantásticos. Después de la época originaria de Stan Lee y Jack Kirby, no ha habido ninguna que desbordara tanta imaginación, tanto talento y tanta excelencia como la de Byrne. Trazó brillantes relatos de Mister Fantástico, de la Chica Invisible (a la que convirtió en Mujer con historias serias y adultas), de la Antorcha Humana (antológico el número en el que, después de conocer que un chaval se ha quemado el cuerpo porque quería ser como él, descubre lo que supone ser un héroe) y la Cosa. Y aunque es la Cosa el alma eterna de este grupo, Byrne supo suplirle durante un buen tiempo por Hulka sin que las aventuras se resintieran. Un enorme trabajo que, si tiene un sucesor, hay que buscarlo en la etapa de Mark Waid y Mike Wieringo.


· V de Vendetta (1982-1988)
Alan Moore ideó la Inglaterra del futuro, gobernada por un gobierno totalitario que se encuentra con un singular enemigo, un anarquista que se hace llamar V y que lleva una máscara de Guy Fawkes para ocultar su identidad. La obra comenzó a publicarse en 1982, pero el magazine en el que se incluyó fue cancelado después del quinto número, la mitad de la historia. DC Comics reunió años después a Moore y al dibujante David Lloyd para completar la obra. Ambos crearon un explosivo cóctel en el que mezclaron las más variopintas influencias, desde las tendencias vigilantes de Batman hasta la visión apocalíptica del 1984 de George Orwell, pasando por la opresión de Fahrenheit 451 o la violencia del Juez Dredd. Una historia fascinante, un salto a la madurez del cómic y presagio de lo que vendría en los años siguientes, con un trasfondo político inquietante y con una inevitable sensación de pesimismo.


· Watchmen (1986-1987)
Después de reinventar el medio con V de Vendetta, Alan Moore prosiguió su avance con la obra definitiva sobre superhéroes, sin usar para ellos personajes ya conocidos. Watchmen destroza la percepción pétrea del héroe con poderes, convierte a estas figuras en personas con problemas y debilidades muy humanos. Vemos a unos superhéroes retirados, en decadencia, sin el apoyo que una vez tuvieron de la opinión pública. Pero el asesinato de uno de ellos lo cambiará todo. El mundo imaginario de Moore, que se encuentra el borde de una guerra nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética, está en peligro y los héroes deben regresar. Watchmen es la novela gráfica que consiguió que el cómic fuera tratado como un arte, rompió por completo los esquemas comerciales y narrativos de la industria y atrajo a lectores de todas las edades. Es la única obra de su género que ha ganado el Premio Hugo de literatura fantástica. Es una joya.


· El regreso del Señor de la Noche (1986)
Con permiso de Alan Moore, el nombre por excelencia del cómic de los años 80 es Frank Miller. Casi al mismo tiempo que el primero asombraba al mundo con Watchmen, Miller reinventaba a uno de los personajes más longevos del género. Miller nos presenta a un Batman retirado y sesentón en una Gotham más violenta que de costumbre. Y es esa violencia la que le hará volver de su retiro para, con métodos más extremos que los que utilizó en su juventud, recuperar el orden que siempre soñó para su ciudad. Con una niña desempeñando el papel de Robin, Batman se tendrá que enfrentar al regreso de sus enemigos más clásicos, a sus propias limitaciones e incluso al orden establecido, personificado en un Superman con el que librará un último duelo al más puro estilo del western. Miller consiguió fijar para siempre el carácter más oscuro de Batman y, de paso, influenciar a buena parte del cómic moderno.
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· Batman: Año Uno (1987)
Tras reinventar el Batman del futuro, Frank Miller se ocupó de reinventar el del presente. DC quiso dar a todos sus héroes un nuevo relato del origen tras la macrosaga Crisis en Tierras Infinitas, y Miller, con David Mazzucheli al dibujo, se encargó del héroe de Gotham. Año Uno narra los primeros doce meses de la carrera del justiciero, sus dudas, sus motivaciones, sus problemas, sus errores, su búsqueda de aliados. La narración paralela corre a cargo de dos voces, las Bruce Wayne y las de Jim Gordon, dos caras de una misma moneda, dos hombres que buscan justicia a su manera. Año Uno es un prodigio narrativo, un modelo de desarrollo de personajes, una maravilla visual, un espléndido guión sobre lo que supone ser un superhéroe y tener un vigilante en una ciudad moderna. Es un hito en la historia del cómic y, probablemente, la mejor historia que ha dado nunca el noveno arte.
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· Superman 9 - v.2 (1987)
Tras su paso por Marvel, John Byrne se pasó a la competencia, DC, con la intención de relanzar a Superman. Estuvo dos años escribiendo y dibujando las tres colecciones del Hombre de Acero. Y en ese tiempo, dejó una perla en dos partes. En la historia Reír y morir en Metrópolis, Byrne relata el imposible enfrentamiento entre el Joker y Superman. Una historia muy notable pero muy por debajo de la verdadera joya de ese número, una historia de apenas siete páginas sobre Lex Luthor. En un restaurante de carretera a 900 millas de Metrópolis, Luthor le ofrece a una camarera un millón de dólares por un mes de su vida. Lo que le dice, cómo se lo dice y la resolución final de la historia son la explicación perfecta de la crueldad de Lex Luthor, de cómo funciona su maquiavélico cerebro. Luthor no es un villano por querer matar a Superman. Simplemente lo es.


· Marvels (1994)
Las historias de superhéroes se cuentan siempre desde su propio punto de vista. ¿Pero cómo lo vería un ser humano normal y corriente? ¿Cómo afectaría a su vida y a las de quienes le rodean la aparición de seres con superpoderes? Eso es lo que Kurt Busiek nos cuenta en Marvels por medio del realista dibujo de Alex Ross. La novela gráfica es un hermoso repaso por la vida del Universo Marvel, en el que asistimos a los acontecimientos más relevantes, desde el nacimiento de los 4 Fantásticos o la llegada de Galactus, pasando por el descubrimiento de los mutantes o la muerte de Gwen Stacy, todo desde un punto vista intimista. Marvels es la demostración de que el cómic de superhéroes se mueve en un trasfondo social de lo más real, que sus temas son los mismos que usa la gran literatura universal, que su mensaje es mucho más profundo y serio de lo que muchos quieren ver.


· Tal para cual: Batman Black & White (1998)

Hay veces en las que no se necesitan páginas y más páginas para escribir una historia sencillamente maravillosa. Dentro del volumen recopilatorio de una serie de relatos cortos de Batman, cuya única particularidad especial es que están dibujados en blanco y negro, sobresale con luz propia la genialidad de Bruce Timm y su retrato de Dos Caras. Timm es uno de los cerebros de la serie de animación de Batman que reinventó el género en los años 90 y que, para muchos (me incluyo), sigue siendo la mejor versión hecha jamás del personaje. Esa serie, precisamente, supuso el relanzamiento del Dos Caras más adulto y trágico, en uno de los mejores episodios de la misma. Tal para cual tiene sólo ocho páginas, ocho viñetas por página y es, sin duda, el mejor relato escrito nunca sobre uno de los personajes más trágicos de la galería de villanos de Batman. Una historia sobre redenciones imposibles, sobre la triste ironía de la vida.
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· Gotham Central (2003-2006)
Sólo 40 números tuvo Gotham Central. 40 magníficos números nacidos de la imaginación de los guionistas Ed Brubaker y Greg Rucka. La serie es una impresionante mezcla entre el mundo superheróico de Batman y la aplastante realidad de una comisaría de Policía. Con el mismo espíritu que tenía aquella legendaria serie de televisión que es Canción triste de Hill Street, lo que importa son las vidas y las miserias de los agentes. Batman y los crímenes son sólo el fondo del retrato humano de unos hombres y mujeres que un buen día decidieron enfundarse un uniforme. El éxito de la serie (artístico, que no comercial, la serie nunca tuvo grandes ventas) hay que buscarlo en un guión extremadamente cuidado para los tiempos que corren y un dibujo sencillo, con estilo propio (cercano al Batman de Mazzucheli en Año Uno) independientemente del dibujante que tuviera el encargo de hacerla en cada número. Una serie irrepetible.

miércoles, septiembre 17, 2008

¿Crisis...?

Llevo tiempo evitando hablar de la situación económica porque no soy ningún experto en la materia. Lo que yo diga sobre este asunto es lo mismo que podría decir cualquier otro que tenga un mínimo de raciocinio y ningún conocimiento especial. Mi opinión tiene poco de erudita en este terreno y no me gusta lanzarme alegremente a hablar de cosas que, en el fondo, no entiendo. Y es que ese es uno de los grandes males de la sociedad de la información en la que vivimos: todos sabemos de todo y todos nos vemos obligados a sentar cátedra sobre todo. ¿Que no sabemos nada? Qué más da, decimos lo que creemos que conviene a la parte que defendemos (porque casi siempre que habla un experto lo hace para ponerse de parte de alguien) y listo. ¿Que así confundimos a la gente? Será que nos interesa que la gente esté confundida. Por eso cada día valoro más a quien, con la suficiente humildad, admite que no tiene datos o conocimiento para emitir una opinión sobre un tema.

El caso es que a mí esto de la crisis me viene haciendo cierta gracia desde hace tiempo, porque me vienen hablando de una catastrófica situación económica desde finales del año pasado y me da (y me daba entonces) que en aquellos momentos no era para tanto. Se podía haber hablado de un futuro negro, pero esos no eran los términos que usaban los más pesimistas. Se hablaba en presente, de una crisis, allá por noviembre del año pasado, que parecía estar socavando los cimientos de la civilización (llegué a oír comparaciones con el crack del 29, y todavía me estoy riendo; en aquella época, la gente pasaba hambre de verdad, algo que no veo ahora en los países desarrollados). Y yo os juro y perjuro que no la veía. Veía sectores en problemas, como por ejemplo el de la construcción, pero CRISIS, así, con mayúsculas, yo no la veía por ningún lado. Pero sí que es verdad que la cosa se veía venir, aunque acertar la magnitud era lo difícil. Ahora sí estamos con indicadores económicos alarmantes. Pero ahora. No hace diez meses.

Desde mi óptica levemente ignorante, siempre he pensado que el verdadero problema de España radicaba en los salarios. No me parece de recibo que personas formadas con cinco años en la universidad (incluso el doble para quien tenga dos carreras) cobren sueldos que apenas llegan a los 1.000 euros. Y eso es por varios motivos. Para empezar, porque sobre todo los jóvenes desempeñan empleos para los que está sobradamente cualificado. Es decir, que su formación no se pone en valor y eso repercute en su sueldo. Pero también porque esa formación no es valorada y recompensada como se merece. Porque hay quien trabaja en aquello para lo que ha estudiado que cobra cifras similares (y eso lo puedo decir con conocimiento de causa, que la explotación que hacen los medios de comunicación a los periodistas es sangrante). Y ya me diréis dónde se va en la actualidad con un sueldo que a duras penas llega a los cuatro dígitos.

Aquí es donde entra en juego la figura sobre la que cargo buena parte de la responsabilidad de la actual situación económica: el empresario. En los últimos años, en los que la bonanza económica era evidente, el empresario se llenaba los bolsillos con sus beneficios. Batía sus récords de ganancias todos los años, si no todos los meses y la vida era maravillosa... para él, claro. Porque eso no repercutía nunca en el sueldo del trabajador, al que le subían el IPC y listo. Ahora que las cosas vienen mal dadas, el objetivo del empresario es mantener su amplio margen de beneficios a toda costa, por elevado que sea, por muchos ahorros que pueda haber amasado en los años positivos. Y como suben los costes, ¿qué es lo que hace el empresario para mantener su margen de beneficios? Subir los precios, obviamente.

Y así empieza la bola de nieve que tiene a la economía como la tiene. Si se suben los precios y el ciudadano de a pie tiene cada vez menos dinero, el consumo cae. Y si el consumo cae, las empresas quiebran. Y si las empresas quiebran, el paro aumenta. Y si aumenta el paro, el Estado tiene que pagar más subsidios por desempleo. Y si el Estado paga más por este concepto, tiene menos dinero para gastar en otros sectores que pudieran necesitarlo para reflotar la economía. Y así todo. Insisto que no soy economista ni entiendo demasiado de la materia, pero me parece un relato sensato de lo que está sucediendo. ¿Alguien cree que si los precios bajaran no se recuperaría el consumo y, por tanto, el empleo? Los ejemplos cotidianos dicen que así sería, y no hay motivo para dudar que la gran empresa podría seguir el mismo camino, con más motivo porque tiene infraestructura, fondos y recursos suficientes para aguantar más tiempo esta situación.

Hoy leía sobre un bar gallego que en 2006 decidió no subir los precios. Y sus beneficios crecen un 7 por ciento todos los meses. Normal. ¿Dónde te tomas el café? ¿Donde te lo suben 20 céntimos cada tres meses o donde no ha subido en los últimos dos años? Hace tiempo, en la Comunidad de Madrid se lanzó una campaña por la que los mayores de 65 años sólo pagaban un euro por ir al cine cada martes. El aumento de la reacudación esos días, en la campaña de 2007, era de un 25 por ciento, que sin duda se multiplicaría si la oferta estuviera más extendida a otros grupos de población y haría ganar más dinero a los exhibidores y a las distribuidoras. Pero el cine es uno de esos ejemplos sangrantes de abusivos aumentos en los precios. El cine que más frecuento ha subido la entrada reducida, desde marzo de 2007, de 4,90 a 5,60. 70 céntimos de subida nada menos en apenas quince meses. Seguro que todos conocéis más ejemplos como éstos.

Y ahora es cuando le doy la vuelta al razonamiento anterior. Si el empresario baja los precios, el consumo volverá a crecer. Si el consumo crece, más empresas volverán a tener beneficios. Si las empresas marchan bien, tendrán que contratar personal y el paro bajará. Y si el paro baja, el Estado tendrá que afrontar una carga menor por este concepto y se podrá dedicar a solucionar los aspectos de la crisis en los que el empresario no pueda echar una mano. Pero ya sabemos que el empresario puede ser de todo, menos por lo visto solidario. No hay más que echar un vistazo al precio de la gasolina. Cuando sube el petróleo, se aplica el mismo porcentaje al precio final de venta. Pero cuando baja el petróleo... ¡Ah, cuando baja el petróleo los precios no disminuyen tanto! Y luego a llorar a Papá Estado cuando un sector está en quiebra, que eso sí que funciona...

sábado, septiembre 13, 2008

Insultos

Cada día le tengo más desprecio a las figuras públicas que se valen del insulto, de la descalificación, de la amenaza o del desprecio para combatir dialécticamente la crítica o la oposición. Es obvio que quien tiene una mayor relevancia social, más responsabilidad atesora en este asunto. No es lo mismo insultar a alguien en el salón de tu casa que hacerlo a través de la televisión, en un periódico o en un acto público. El hecho en sí mismo es igualmente reprochable, pero las consecuencias no tienen nada que ver. Y es ahí, en las consecuencias, donde la figura pública no se detiene a pensar. A veces no quiere, a veces no puede y a veces no sabe, pero el caso es que no lo hace. Y suelta el insulto con tanta alegría como insensatez, sabedor de que, y eso es lo triste, no pasa nada por hacerlo.

Y es que, a partir de ahí, responsabilidad y consecuencias tienen algo en común: no existen. No existe responsabilidad porque los personajes que se valen continuamente del insulto no la ejercen. Les da igual decir lo que quieran, porque al día siguiente podrán decir lo contario y quedarse tan a gusto. O argumentar que nunca dijeron tal cosa, por muy grabada que esté o por muchos testigos que hubiera. O insultar al contrario del insultado original, que para el caso es lo mismo. Pero tampoco hay consecuencias reales. ¿Quién vela porque estos profesionales del insulto paguen por las barbaridades que dicen? Nadie. En ningún ámbito. Si acaso algún juez de vez en cuando, pero pocos y con penas un tanto ridículas. Y por ello seguimos asistiendo a lamentables explosiones verbales, perfectamente meditadas, que nadie vaya a creer que son arranques ocasionales (y, acaso, perdonables) de furia.

Por eso, cada día desprecio más a quienes emplean el insulto como arma. No me importa que sea un piloto de Fórmula 1 que acusa a un compañero de "no tener huevos", olvidándose de que tienen en las manos el volante de una máquina que puede ir a más de 300 kilómetros por hora, con el peligro real que eso conlleva. No me importa que sea un presidente de estilo barriobajero que ha hecho de la aldanada una forma de hacer política y que usa palabras malsonantes como sustituto de la diplomacia, con el riesgo que eso tiene de enfrentamientos personales e internacionales. No me importa que sea un político con ínfulas de cacique del siglo XIX en su trato con la oposición. Y no me importa que sea un entrenador del fútbol quien alegremente vaya deseando la muerte de un periodista que, con razón o sin ella, le critique. No me importa.

Dicen que hay que respetar a todo el mundo. ¿Pero se puede respetar a quien hace de la falta de respeto una forma de vida? Cada día tengo más claro que la respuesta es no. Esta gente no se merece el respeto de nadie, pues a nadie saben respetar. Ninguno de ellos debuta en estas lides del insulto con el que caso concreto que aquí recojo. Y tampoco será la última vez que usen este arte. Ojalá no tuvieran cabida en los medios estas mediocridades, pero, en el fondo, sirven para saber la calaña que tenemos en puestos de responsabilidad pública. Estos cuatro no son los únicos. Ni siquiera los mejores. Pero sí son los últimos en aparecer. ¿Alguien da más...? Seguro que sí, seguro que abro ahora un periódico y me encuentro un nuevo insulto de una de estas figuras, siempre alabadas y defendidas por algunos. Qué triste.

martes, septiembre 09, 2008

La FIA apuesta... y normalmente falla

Qué curioso todo lo que ha sucedido este pasado fin de semana en torno a la Fórmula 1... A Hamilton le quitaron la victoria los jueces por una maniobra ilegal en su pugna final con Raikonen. No voy a negar que me alegré un montón, sabido es ya el poco cariño que le tengo al piloto británico. La sanción, por sí misma, me parece justa. Para mí, se salta claramente una curva y eso le da toda la ventaja del mundo para poder colocarse después delante de Raikonen. Dice Hamilton que no hizo nada ilegal, que le deja pasar, claro, pero sólo para, con un coche más rápido, cogerle el rebufo y adelantarle enseguida. A mí me parece sancionable y, de hecho, lo dije durante la carrera.

Pero la decisión de los comisarios deja un trasfondo mucho más interesante... y peligroso. Echemos la vista atrás. Hace dos años, Michael Schumacher con su Ferrari y Fernando Alonso con su Renault se disputaban el Mundial. Y la FIA no dejaba de hacerle la vida imposible al asturiano, sobre todo con aquella inventada infracción durante una calificación, cuando dijeron que había entorpecido una vuelta rápida del segundo coche de Ferrari. La FIA apostó claramente por darle el título a un Schumacher que ya había anunciado que pondría punto final a su carrera esa temporada. Querían una despedida hermosa para un nombre mítico de este deporte. Y fallaron. Alonso se sobrepuso a todo y ganó brillantemente aquel Mundial.

La temporada siguiente, el Mundial era un mano a mano entre Alonso, ya en McLaren, y su compañero de equipo, Lewis Hamilton. A la FIA le debió hacer gracia que un piloto debutante se proclamara campeón del mundo y la apuesta fue aún más descarada de lo que lo había sido con Schumacher el año anterior. No hace falta recordar las cacicadas que la FIA adoptó contra Alonso o los favores que le hicieron a Hamilton, lo tenemos todo en la memoria. Pero, qué cosas tiene la vida, a la FIA se le coló un tercer invitado en la fiesta. Raikonen, en Ferrari, se aprovechó de las aguas revueltas que había en este asunto y ganó el Mundial. La FIA volvió a fallar.

Esta temporada, sobra decir que la apuesta es hacia Ferrari. Ya no les debe hacer gracia lo de Hamilton (me imagino que es una forma de castigar a Ron Dennis y McLaren por todo el feísimo asunto del espionaje a Ferrari) y quieren que Massa gane el Mundial (podría haber sido también Raikonen, pero después de estrellar su coche el pasado fin de semana ya le quedan poquitas opciones). El caso es que no gane Hamilton y ya le han caído unas cuantas sanciones. Si son justas o injustas al final va a dar igual, porque lo que realmente importa aquí es la arbitrariedad de la FIA. Pueden ser sanciones justas, pero todos sabemos que no se aplican en todos los casos que se producen infracciones.

Y la cosa me da miedo por partida doble. Por un lado, me asusta esa perversión del deporte, esa manipulación del combate aparentemente honesto entre dos deportistas. Es lo mismo que llevo ya mucho tiempo denunciando, en público y en privado, de árbitros y organismos deportivos a casi todos los niveles. Abusan de su excesivo e incontrolable poder y alteran la lucha deportiva. Eso es horrible y muy triste para todos los que adoramos el deporte. Por otro lado, y visto el resultado de las anteriores apuestas de la FIA, mucho me temo que Hamilton va a ser campeón del mundo... Y eso casi me hace menos gracia que lo anterior, oye, que la inquina que le tengo al inglés es grande...

Por si alguien no vio la carrera o el famoso adelanteramiento, aquí está el vídeo. El primero es tal y como se vio durante la retransmisión. El segundo, las últimas vueltas desde la cámara interior del coche de Hamilton (una vista muy bonita que seguro que le encanta a los apasionados de la Fórmula 1; para ver el momento de la polémica hay que pasar hasta los tres minutos y medio del vídeo).





Un detalle más de la carrera. Fernando Alonso se ganó la fama de antipático sobre todo a partir de unas declaraciones que hizo en las que aseguraba que la prensa española no tenía ni idea de Fórmula 1. Escuchar a Lobato llevarse las manos a la cabeza cuando Alonso entró en boxes a poner neumáticos de lluvia a dos vueltas del final, cuando al final se vio que era la única posibilidad de sacar algo de esta carrera, confirma lo que dijo Alonso. Es más, si lo hubiera hecho una vuelta antes, lo mismo podría haber cogido a Massa... y ganar la carrera en los despachos. Yo, desde luego, me quedé perplejo cuando vi entrar a Alonso... Pero es que yo no tengo ni idea ni de coches ni de Fórmula 1. No me cuesta nada admitirlo. Sólo tengo sentido común. Y eso, aunque en este caso no, a veces vale para entender las cosas.

lunes, septiembre 08, 2008

Premio

Eso de los premios entre bloggeros tiene su aquel... Bebita, que ya sabe de sobra que tiene un blog que me encanta (y que tendría un hueco entre mis premiados, pero no la incluyo para que no parezca un peloteo sin sentido...), se ha acordado de mí para el último y hay que dar las gracias, por descontado. Los premios me gustan porque, al final, sirven para conocer nuevos blogs, nuevas personas detrás de sus rincones en Internet, nuevas formas de sentir y de pensar. Y hace tiempo que no me paro a recomendar blogs que frecuento, así que ¿qué mejor momento para hacerlo que coincidiendo con este premio? Y en la medida de lo posible, voy a intentar que haya nuevas adquisiciones a mi última lista de premiados...

A todos nos encantan los blogs, donde en la mayoría de ellos sus objetivos son mostrar las maravillas y hacer amistades; hay personas que no se interesan cuando les damos un premio y de esta manera contribuyen a cortar esos lazos. ¿Queremos que se corten o que se propaguen? ¡Entonces, tratemos de prestar más atención a ellos! Así que este premio debemos entregarlo a ocho bloggers que a su vez deben hacer lo mismo y poner este texto. Eso dicen las bases del premio... Así que ahí van ocho blogs que recomiendo visitar, con cuyos autores tengo algún grado de proximidad:
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Cuentos de un hada cansada. La demostración de que las hadas existen, y de que pueden vivir en Sevilla. Un blog personal escrito con mucho cariño y sentimiento.
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Devezencuandario ciclotímico. Lo mismo que antes, pero desde Madrid. Si hasta ellas dicen que se parecen, quién soy yo para negarlo... Y, claro, las dos me tienen enganchado...
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El cine del Dr. Piñeiro. Podría actualizar más, pero ¿cómo no voy a ponerle si es una traslación a Internet de las discusiones cinéfilas que tenemos en la vida real...?
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El lector impaciente. Cómic, cine, televisión, literatura y demás mundos fantásticos. Argumentaciones y críticas muy completas, de esas que da gusto leer.
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En el aire. Una joven política preocupada por el mundo que le rodea. Ahora que ha vuelto, a ver si le sirve el premio de incentivo para escribirnos algo más...
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La ciudad dorada. Un cajón desastre fascinante, que abarca prácticamente todo. La única pena es que sea sólo un blog. Porque daría para una cantidad de tertulias...
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La sonrisa del pícaro ángel caído. Leer su blog o hablar con su autora es garantía de que esa sonrisa que tiene ella se apodera también de tu rostro.
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Los cariacontecidos. Después de un tiempo de silencio obligado, un regreso esperadísimo a la blogsfera. La vida vista desde unos ojos singulares.
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Aviso, no me sentiré ofendido si este premio no se propaga desde aquí, que ya sé que no a todo el mundo le gustan estas cosas y, qué demonios, cada uno es libre de publicar lo que quiera en su blog... Pero que sepáis que estáis premiados igualmente...

viernes, septiembre 05, 2008

Comunicaciones modernas

Cómo han cambiado las comunicaciones personales en los últimos años... Ayer nos preguntábamos en una comida de amigos cómo era posible que la gente quedara sin móviles. Parecía algo fácil, ¿verdad? A tal hora en tal sitio. Y la gente aparecía. Quién era tardón entonces lo era también ahora, por descontado, pero en estos tecnificados días parece el tardón ha logrado una aceptabilidad social cuando llama al móvil para decir que no va a estar a la hora señalada. Hoy la puntualidad es un valor extinguido para casi todo.

Cuando me compré un móvil, decía que buena parte de culpa la tenían quienes ya tenían móvil, que habían olvidado cómo convivir con quien no lo tenía. Y mis amigos se reían de mí, claro. Pero lo cierto es que llamabas a alguien para quedar y te decía "luego te llamo yo" (desde su móvil, se entiendo, eso de llamar a casa parece cosas de críos de ocho años... y ya ni eso, que todos tienen móvil). Ya, pero es que no voy a estar en casa, porque tengo que hacer un recado fuera. "Pues te llamo al móvil". Es que no tengo... Y entonces hacer la quedada adquiría tintes épicos...

Y eso cuando hay quedadas, claro, porque ahora la gente casi prefiere formar parte de redes sociales en la web. Aunque no desdeño para nada conocer gente distinta a través de Internet (si no, ¿qué demonios hago escribiendo en este blog y leyendo con atención todo lo que tenéis que decirme en vuestros comentarios y en vuestros propios espacios?), me resulta chocante que haya gente dispuesta a utilizar páginas como Facebook (útil para unas cosas, de uso exagerado para otras) para sustiuir su vida social en alguna medida. Ahora hay gente que no te llama por teléfono para contarte su vida, lo publica en Internet y si te interesa ya lo leerás...

Esas cosas que antes la gente sólo se contaba a la cara, como mucho por teléfono pero casi siempre en persona, ya tienen una forma nueva de contarse. Ahora la gente tira de SMS y de e-mail. Incluso de "reenvía por favor este mail a fulanito que aquí no tengo su dirección" o "díselo a los otros que aquí no tengo su número". Hasta el punto de que te enteras de las cosas más personales y trascendentes para la vida de familia o amigos con un triste y desangelado mensaje escrito. Y aunque de vez en cuando caigo en esa rutina tecnológica fría y desapasionada, lo cierto es que cada día que pasa me emociona más que alguien que de verdad me importa me cuenta sus cosas en persona.

Ayer un amigo me dio una noticia maravillosa para su vida, una de esas cosas que me alegra de verdad el alma y el corazón. Y aunque me lo podría haber dicho en un SMS o en un mail, me lo dijo en persona. Y mira que era difícil que esa noticia me alegrara más de lo que me alegra por sí misma, pero la disfruté más así. Mucho más (y que se prepare, que sabe que formaré parte de la celebración de forma muy especial... escrita, sí, pero muy sentida). Le pude contestar en el momento, mirándole a la cara, viendo él que de verdad me producía alegría la noticia. Todo eso se está perdiendo a pasos agigantados, como lágrimas en la lluvia (quien me conoce ya sabe que de vez en cuando se me escapan citas cinéfilas... en persona también).

Me encantan las nuevas tecnologías, pero creo que, en el fondo, soy un tipo algo anticuado...

jueves, septiembre 04, 2008

Felicidades, Rafa

Las felicitaciones, cuando son excesivas, corren el riesgo de no ser sinceras. Me imagino que a Rafa Nadal le debe doler la muñeca y no precisamente por hacer lo que mejor sabe, jugar al tenis, sino de recibir apretones de manos. No deja de ser gracioso porque tengo el recuerdo de que, al final de la temporada pasada, al que Nadal llegó algo fundido físicamente, los medios de comunicación apostaban más por la competencia de Djokovic por el número 2 que por arrebatarle el número 1 a Federer. Hoy todo son felicitaciones, palmadas en la espalda y fotos con el tenista. No es que me sorprenda, pero...

El caso es que hoy tengo que felicitar a Rafa Nadal. No por la medalla de oro conseguida en los Juegos Olímpicos. No por haber ganado ya dos torneos del Grand Slam (y estar en semifinales del tercero). No por haber conseguido ese número 1 arrebatándoselo a uno de los mejores tenistas de la historia. No, hoy tengo que felicitar a Nadal por ser un tipo sensato. Lo que ha dicho al conocer que le han concedido el Premio Príncipe de Asturias del Deporte es, sencillamente, para quitarse el sombrero. "Es una satisfacción y quizás es un premio a una carrera muy buena que he tenido, aunque no sé si a los 22 años es muy pronto para conseguir un premio tan importante", ha dicho.

Y tiene roda la razón. La web de la Fundación Príncipe de Asturias dice que este premio "será concedido a aquella persona o personas, o institución que, además de la ejemplaridad de su vida y obra, haya conseguido nuevas metas en la lucha del hombre por superarse a sí mismo y contribuido con su esfuerzo, de manera extraordinaria, al perfeccionamiento, cultivo, promoción o difusión de los deportes". Y, claro, darle un premio con esas bases a un deportista de 22 años que tiene tantísimo margen todavía de mejora. Si ahora le da por ganar cuatro Rolanda Garros más, un par de Wimbledons, otras tantas Copas David y, qué demonios, otra medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 2012, ¿qué le vamos a dar?

Parece que como lo ha ganado Nadal, es políticamente incorrecto criticar la concesión y a los propios Premios, pero a mí no me ha gustado nada de nada. Tampoco me gustó, por ejemplo, la concesión del galardón a Fernando Alonso, y eso que siento mucha admiración por el piloto, o, echando la vista atrás, el que le dieron a Arantxa Sánchez-Vicario. Tengo la sensación de que estos premios se han convertido en un escaparate del oportunismo. Deportista que triunfa, premio concedido. Al instante, para tener una preciosa foto. Y no es eso. Es fácil dárselo a un deportista que hoy está en los medios. Pero es mucho más merecido acordarse de tipos que verdaderamente han marcado la diferencia. Nadal será uno de ellos, pero dentro de unos años. Lamento, por ejemplo, que Ángel Nieto no tenga este premio. O Paco Fernández Ochoa.

Ya tienen una preciosa foto, porque Nadal, por descontado, irá a recoger el premio a Oviedo. Pero lo que el tenista ha dicho es cierto. Es joven para ser distinguido con este galardón. Eso sí, nadie lo va a decir, claro, porque... ¿quién se arriesga a que sus palabras puedan ser entendidas como una crítica a Nadal?

miércoles, septiembre 03, 2008

Más hipocresías mediáticas

Sin que se haya enfriado todavía la hipocresía vivida durante los Juegos Olímpicos (y, además, como ya nadie habla de esto, me imagino que el Tibet será libre y China respetará ahora los derechos humanos...), los medios de comunicación me siguen dando motivos para denunciar la hipocresía que nos rodea. Nada parece estar a salvo de este mal tan extendido en el siglo XXI. Ahí van dos ejemplos que me parecen dignos de mención.


El fotograma que podéis ver arriba es uno de los poquitos que se podrán ver del primer episodio de la nueva temporada de Hospital Central. ¿Por qué? Porque no se va a emitir, esta noche sólo se podrá ver un pequeño resumen (al que me imagino que pertenece la imagen) para poder seguir la trama antes de la emisión del segundo capítulo. ¿Y eso? Pues resulta que dicho episodio, grabado en junio, tenía como una de sus tramas principales un accidente de avión, dicen, muy parecido al de Barajas. "Hemos querido evitar que todos los que se vieron implicados en el accidente tuvieran que revivirlo", dice Alberto Carullo, director de Antena de Tele 5, quien añadió que el equipo de la serie consideró "implanteable" la emisión de este capítulo tras el accidente que se cobró la vida de más de 150 personas en Madrid.

O sea que no podemos ver una historia de ficción porque se parece al accidente de Barajas pero sí podemos mercadear con los SMS que las víctimas (las de verdad, las personas de carne y hueso) mandaron a sus familiares antes de morir. No podemos ver una simulación de un accidente (ni siquiera el de Barajas, sino uno de ficción), pero sí imágenes de los cadáveres reales carbonizados en el aeropuerto de Madrid. No podemos ver en pantalla el sufrimiento de un personaje, pero sí regodearnos con el de una mujer que de verdad ha perdido a su marido, unos padres que han perdido a hijos y nietos o un hombre que ha perdido a su familia. Después de todo lo que hemos visto y oído sobre el accidente de Barajas, que ahora nos hablen de la protección a los afectados me parece una broma de mal gusto, una tomadura de pelo, una muestra más de la inmensa irresponsabilidad de los medios de comunicación de este país. Y, sobre todo, una hipocresía.

De todos modos, y aunque suene políticamente incorrecto, yo soy partidario de la emisión del capítulo y de no dejar que una tragedia sea un impedimento para la libertad de expresión artística. ¿No enseña esa misma serie otro tipo de tragedias? ¿Accidentes de coche, explosiones domésticas, navajazos producto de peleas o cosas similares? ¿Por qué a las víctimas de sucesos más cotidianos no se les quiere demostrar el mismo respeto que ahora dicen sentir por las del accidente de Barajas? Por pura hipocresía. Una serie de ficción es eso, ficción. No hay que darle más vueltas.

Por supuesto que respeto a quienes no deseen verlo y estoy convencido de que si yo hubiera vivido en primera persona una tragedia como la de Barajas no querría ponerme delante del televisor. ¿Pero por qué esconderlo en una lata? ¿Por qué esquivar temas o imágenes en la ficción audiovisual? El11-S, una tragedia que afectó a muchas más personas que el accidente de Barajas, nos dejó United 93 (una grandísima película, un relato estremecedor sobre el vuelo que, se supone, los pasajeros consiguieron estrellar en una zona deshabitada sin que llegara al objetivo de los terroristas). Con la misma moral con la que se oculta este capítulo, no habríamos visto esa magnífica obra. O se habría mutilado el climax de V de Vendetta, que presenta un vagón de metro cargado de explosivos (la película se estaba rodando cuando se produjeron los atentados de Londres). O cientos de casos similares.

La segunda hipocresía destacada de estos últimos días ha venido del mundo del deporte y de su magnificación a cargo de los medios de comunicación. El tenista David Ferrer cayó eliminado el otro día del US Open ante un jugador japonés que no tengo el gusto de conocer. Con el cabreo que llevaba encima el español por lo mal que le estaban saliendo las cosas en el partido, dio una respuesta poco correcta a la juez de silla que lo arbitraba. Dicha juez (sí, una mujer, por si había dudas), le dio un aviso por elevar su voz durante un descanso (dos avisos le cuestan un punto). "¿Por qué warning? Es normal, tú eres una chica. Las chicas no pueden hacer nada". La juez no le dio importancia alguna al hecho y soltó una sonrisa que sirvió para que el incidente no pasara a mayores en la pista.

Tras el partido, Ferrer pidió disculpas en un comunicado. "Lo que dije fue una tontería, producto de los nervios y sin pensar lo que estaba diciendo. Por supuesto jamás he subestimado a la mujer respecto al hombre, y quiero pedir perdón a todas las personas que se hayan podido ofender. (...) Estaba enfadado conmigo mismo y lo pagó el árbitro. Espero que aceptéis todos mis disculpas", concluye el tenista, confiando en que "no se le dé la mayor trascendencia" a este asunto. Pero como la cámara le cazó y los medios huelen la carnaza, pues resulta que el hecho sí ha tenido trascendencia. Mala suerte, David, porque la hipocresía ataca de nuevo, además en un campo en el que dicho argumento suele ser demasiado recurrente, y te ha escogido como víctima. Menos mal, eso sí, que no ha actuado el Ministerio de Igualdad (que yo sepa...).

A ver quién puede decir que no ha soltado alguna inconveniencia (machista, racista o de cualquier otro tipo) en un momento de ofuscación, por un revés deportivo, personal, laboral o en otro momento de la vida. ¿Nadie? Pues eso. Pero resulta que a este tenista no se le aceptan las disculpas, no sé muy bien por qué. He llegado a leer textos en los que se establece una conexión entre la reacción de David Ferrer y la muerte de decenas de mujeres en España a manos de sus parejas o ex parejas. Es como si un tipejo fuera a matar a su mujer gritándole algo así como que "si hasta David Ferrer dice que no podéis hacer nada bien, ¿cómo no te voy a matar?". No tengo ni la más remota idea de si este tenista es un hombre machista o no, no puedo defenderle en este sentido porque no le conozco. Pero ese comentario no se puede magnificar hasta los obscenos extremos que ha alcanzado.

Reconozco que a mí esto de la "igualdad" y el "machismo" ya me está empezando a fastidiar lo suyo. No me considero superior a la mujer (sí a algunas mujeres; ¿seré por ello un machista peligroso o será que por ser políticamente correcto y esquivar las críticas tengo que decir que TODAS las mujeres son más listas que yo...?), jamás en mi vida me he metido con una mujer por el simple hecho de serlo, pero sigo convencido de que muchas (y muchos que, en realidad, me temo que sólo quieren quedar bien) equivocan el enemigo. El linchamiento público a David Ferrer, siento decirlo, no va a permitir que un energümeno mate a su ex pareja. O que los sueldos de un hombre y una mujer a igual trabajo sea idénticos. O a que las empresas decidan incorporar a mujeres válidas en sus puestos de dirección. Tenemos el enemigo equivocado. Y así no se pueden solucionar los problemas.