jueves, julio 31, 2008

Los jóvenes y el trabajo

Mira que no me creo estos estudios que sacan conclusiones que ratifican las creencias populares de forma pseudocientífica, pero de vez en cuando llega alguno que te reafirma en lo que has vivido... Al parecer, Proudfoot Consulting ha hecho entrevistas a 1.500 directivos de quince países para conocer cuáles de sus empleados trabajan más y cuáles menos. Y la conclusión es que los menores de 26 años, los nacidos a partir de 1982 son los que no dan un palo al agua, mientras que los nacidos entre 1970 y 1982 (generación en la que me encuentro), somos los más aplicados. Aunque los datos varían mucho de un país a otro, en España la percepción negativa de los primeros la tiene nada menos que el 25 por ciento.

Por supuesto, excepciones hay siempre y conozco unas cuantas (y me refiero a gente trabajadora con menos de 26 años y gente irresponsable entre los mayores de esa edad). Con esa declaración de principios, lo confieso, espero evitarme un aluvión de comentarios indignados a esta entrada que provengan de menores de 26 años... Pero lo cierto es que el perfil encaja con muchas vivencias propias y de gente de mi generación. Hoy mismo me contaba una amiga que el nuevo empleado, sin duda alguna perteneciente a este grupo de edad, preguntaba si el viernes se entraba igual de temprano que el resto de la semana. "Es que es una putada, es viernes y como, hoy es jueves, se sale, y claro, pegarte el madrugón...", argumentaba el chaval.

Y, claro, no he podido evitar acordarme de mi ex compañero de trabajo. El gran M. era único para estas cosas. Cuando todavía era becario en otra sección y yo no tenía todavía la desgracia de verme obligado a compartir mesa con él, me contaron que un día llamó para avisar que no podía ir a trabajar. La resaca se lo impedía. En otra ocasión, se negó a acudir a una rueda de prensa porque el tema no le parecía lo suficientemente interesante para él. Ya siendo mi compañero, lo primero que hizo fue cogerse dos semanas de vacaciones que no le correspondían, con el consentimiento de mi irresponsable ex jefa y el pasotismo de mi ex director, porque ya tenía pensado hacer un viaje a Bruselas con la Facultad y, "claro, cómo va a dejar pasar una oportunidad así". Es fácil. Pasando. ¿Quieres viajar o quieres trabajar? Si no hay más que elegir... Yo tuve que elegir entre un trabajo y sacarme la carrera en cinco años. Elegí el trabajo.

Con el tiempo, el colega M. (de cuyas virtudes periodísticas ya hablaré otro día) se fue dando cuenta de las libertades que se podía tomar. ¿Que nuestro horario de entrada era las 10.30 horas? Pues él llegaba entre las 11.30 y las 12.00 (bien es verdad que lo mismo hacía la redactora jefe). ¿Que el de salida era las 19.30 horas? Pues él se marchaba antes siempre que podía. Las razones de sus ausencias iban desde que tenía que comprarse unas botas, llevar al gato al veterinario (porque, como todo el mundo sabe, los veterinarios no abren sus consultas en horas a las que pueda ir sin afectar su trabajo; y no, no era una urgencia para el pobre animal) o, simplemente, por aprovechar que su jefa se había marchado cinco minutos antes.

Recuerdo un día glorioso. Con su adorada jefa de vacaciones, M. decidió no aparecer hasta pasadas las 13.00 horas. Dada la nula relación personal que tenía con él, su número de teléfono no estaba a mi alcance. Dudamos si llamar a la jefa para pedírselo, pero decidimos esperar hasta la hora de comer. Cuando llegó, sin dar siquiera los buenos días (tardes ya, más bien), se puso a sus cosas y no fue capaz ni siquiera de decirnos por qué llegaba tan tarde y por qué no había avisado. Por la tarde, decidí hablar con él. Nos fuimos a una salita y le dije que eso no lo podía hacer, que se había pasado. Que no podía faltar al trabajo sin que nadie supiera si estaba vivo o muerto, llegar aquí casi tres horas más tarde de su hora de entrada y no dar una explicación al menos.

Pues se enfadó. Sí, el tipo pensaba que tenía toda la razón del mundo y la conversación acabó convirtiéndose en discusión. Dijo que cómo iba a dar una explicación con las caras con que le recibíamos. Y, claro, entendí que era culpa nuestra por no ponerle la alfombra roja a un tipo que, además de un absoluto irresponsable y un más que notable incompetente, no rendía cuentas ante nadie a pesar de ser un simple redactor (como yo lo era, por otra parte). Moraleja, no cuenta lo responsable que seas, no importa lo trabajador que te muestres, no tiene ninguna relevancia que estés siempre dispuesto a echar un cable a tus compañeros. Lo que importa es lo crápula, trepa, inconsciente e irresponsable que seas, que siempre habrá un jefe que te lo premie. Y el malo es quien no trata mejor que a un hermano a quien reúne todas esas características tan negativas y nocivas para el trabajo y para el ambiente laboral.

No creo que esa investigación que da pie a esta entrada sea excesivamente científica, de verdad que no. Pero ha sido leerla y acordarme del gran M., un tipo con el que espero no volver a cruzarme nunca más.

12 comentarios:

Roi dijo...

Y yo que cada día que pasa me muero de ganas de conocer al tal M.!!! tanto hablar de él que casi me gustaría compartir un plato de oreja y unas cañas hasta las tantas para que pierda otro día de curro por resaca...

La verdad es que generalizar no es bueno, pero si coincido en parte en que las nuevas generaciones (triste hablar así, pero con nuestra treintena lo que llega ya son nuevas generaciones) parecen más interesadas en que llegue el viernes que en realizar un buen trabajo, pero bueno, esto es porque todo se está retrasando y hoy queremos ser jóvenes, solteros y no tener compromisos hasta los 50 (es lo que se lleva y está de moda).

El escaqueo es el ideal del trabajador del S. XXI. Currar poco y mal para ganar algo y ser féliz el próximo fin de semana. ¿Jovenes a los que les encante su trabajo? Muy pocos. ¿Culpa de quién? ese ya es otro debate más largo.

De todas formas son rachas, seguro que la siguiente hornada llegará repleta de ilusión y ganas de hacer las cosas bien. Y los que hoy actuen así, con un poco de suerte les sonreirá la vida y destacarán sobre la media en este examen diario que es el trabajo, una obligación para la mayoría y una forma de llenar el tiempo colaborando con el mundo para unos pocos.

Salu2 desde el hospi.

Silvia dijo...

Pero menudo morro que se gastaba el tío... Yo por ahora no me he encontrado con nadie parecido, sí que tengo un compañero, que antes se sentaba lejos de los jefes y llegaba a currar a las 10, cuando la hora de entrada es a las 9. Pero se le acabó el chollo al tío, porque le han cambiado el sitio y ahora se sienta delante de todos los jefes, jajaja.

Bss.

Unknown dijo...

No se le da ninguna importancia a la puntualidad, y no lo entiendo!! Por cierto... Qué pasa con los del 82 que todavía tenemos 25? De momento, que no pienso producir nada hasta el 1 de septiembre porque... Estoy de vacaciones!! :)
Besitos mil!!!

Mara dijo...

igualito igualito que mi compañera. Me alegro de que tuvieras cojones para ir y cantarle las 40, pero como era un niñato... ainss Un beso juan!

C.C.Buxter dijo...

No sabes cómo me alegro de haber cumplido los 26 en junio. Menores de 25... ¡¡¡panda de vagos!!! ;P

Deberías prodigarte con estas historias de trabajo, porque veo que tu experiencia laboral ha sido una bendición para explicar anécdotas. Tras la becaria R., el redactor M. ¡Espero el día en que llegue la "biografía definitiva" de tu jefa!

Patricia dijo...

ufffffff uffffffff que me quedo dentro de la generación currante por los pelos!! jajajajja 23/12/81...se llega a relajar mi madre ocho días más y ahora mismo estaría poniéndote a caer de un burro por llamarme vaga :PPPPP

Pero estoy de acuerdo... observo a las generaciones posteriores a la mía y me preguntó qué ha pasado para que haya tantísima diferencia entre unos y otros. Y lo veo a diario, porque tengo una hermana 6 años menor que yo y mis valores, mis actitudes, mis intereses, mis todoooo son compleeeeetamente distintas a las suyas y a las de la gente de su edad.

Ahora, lo de tu "amigo" - léase en tono irónico- el tal M no tiene nombre. Haya nacido en el año que sea ¡¡es un peazo de vagooo!!

Besos
:)

Unknown dijo...

Cómo me suena esto que escribes... Qué familiar.

En ocasiones, una considera no que es aplicada, sino más bien que es gilipollas total.

Besos.

Reverendo Pohr dijo...

¿Por qué los jefes premian a quién hace bien su trabajo con más trabajo y responsabilidades (sin renumeración extra, claro), mientras se toleran actitudes parasitarias para evitar los problemas? ¿Será una prolongación de la sobreprotección existente sobre una generación de jóvenes, un número considerable de los cúales se han convertido en unos niñatos malcriados? ¿Será la falta de "madera" de determinados jefes, anclados en la mediocridad e incapaces de imponer un orden (y por eso se hacen los pasotas) y ejercer liderazgo alguno? ¿Será la última novedad de "resolución de conflictos": pasar por alto los "problemillas" para evitar jaleos y follones a corto plazo (una estrategia que emplearon en su día Chamberlain (GB) y Daladier (Francia) con Hitler y cuyos eficaces resultados pasaron a la historia)?

Tal vez tenga un poco de todo y algún elemento más. Tanto da, según la Ley de Péndulo, tarde o temprano, en cualquier mundillo mínimamente serio acaban llegando días de "mano dura", justificados en actitudes de este tipo. "¿Quieres descansar los viernes?. Perfecto, a partir de la semana que viene podrás descansar los viernes, los lunes, los martes, los miercoles,..."

El Impenitente dijo...

Quito M. y pongo C. Quito redacción y pongo taller de estructura y ya tengo la entrada hecha. Igual harían buena pareja. C. tenía treinta y un años pero seguía siendo una estudiante a quien el mundo laboral debía seducir y encandilar. Ella ya había cumplido estudiando. Era el mundo del trabajo quien debía convencerla y motivarla. Qué tía más vaga.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Roi, yo ya te he dicho mil veces que no te aconsejo que le conozcas, pero todo se puede arreglar, aviso... A ver si es verdad y son rachas, porque madre mía...

Silvia, de vez en cuando hay justicia divina, sí...

Bebita, las vacaciones no cuentan, je, je... Por lo menos si te corresponden, claro, porque mi querido ex compañero se las arreglaba siempre para tener más días de los que sí le correspondían...

Mara, si es que todas partes cuecen habas... Ya lo siento que todavía tengas que soportar algo así, niña...

C.C.Buxter, no es que no quiera hacer esa biografía definitiva... ¡Es que primero tendría que hablar con mi abogado para fijar la defensa en la querella que me podrían meter por injurias (y que, por descontado, ganaría...), je, je...!

Sonrisa, sí que es curioso, que haya tanta diferencia... Y a veces incluso siendo hermanos, habiendo recibido educación similar y todo...

Noelia, qué te voy a decir... Ese sentimiento yo lo he tenido taaaaaaaantas veces... Pero no creo que ya vayamos a cambiar...

Reverendo, creo que a pesar del ejemplo nazi la explicación está ahí. Los jefes prefieren no meterse en problemas, tirar como se pueda hacia adelante y el marrón ya se lo comerá otro... Por lo menos, ese fue mi caso.

Impenitente, pues lo mismo teníamos que hacer un apaño entre M. y C., que lo mismo se arreglan al verse en el espejo... Vale, no puede suceder, pero era una idea...

Reverendo Pohr dijo...

Cuando he puesto el ejemplo, no pretendía comparar a Hitler en tanto que dictador o voz cantante del nazismo con ningún sujeto en cuestión. Creo que es un ejemplo mayúsculo de las consecuencias que puede tener no afrontar y atajar un problema a tiempo: el conflicto no hace más que crecer y empeorar. Y otras personas acaban pagando las consecuencias.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Reverendo, eso mismo era lo que te había entendido. No sé si mi respuesta era ambigüa... Decía que a pesar de lo que nos enseñó aquella pasividad, es esa misma la explicación de la actitud pasiva de los jefes hacia quienes realmente provocan los problemas.